La tortilla es el alimento básico de los mexicanos, nada pega tan fuerte al bolsillo de la colectividad que un desbordante crecimiento de su precio en los mercados, las instancias públicas gubernamentales parecen de papel frente a la voracidad de algunos empresarios del ramo que con excusas diversas están encareciendo el producto.
Si por lo menos esto impactara positivamente en los productores de maíz sería algo benéfico, pero lo cierto es que es el intermediarismo, el coyotaje, el que sale beneficiado de espirales inflacionarias como la actual, los hombres del campo siguen vendiendo el grano a precio controlado, porque para ellos no hay clemencia.
Claro, ya los funcionarios públicos responderán que la tortilla, al igual que muchos otros productos de la canasta básica, se encuentran sujetos a la oferta y la demanda, pero hay rubros en los que se tiene que establecer un freno a fin de evitar ampliar el empobrecimiento de millones de familias que viven casi en la miseria en el país, en Morelos el número de marginados ha crecido en los últimos años.
No obstante, parecen ser las propias autoridades las que alimentan este desorden, sobre todo a partir del aumento progresivo de los energéticos, que también son ya inalcanzables para muchos hogares.
Porque no sólo hablamos de la gasolina, que es el origen de otras carestías como la de la tortilla, ya que se debe agregar a los elementos del costo final los traslados de la materia prima. El gas mantiene la misma dinámica de encarecimiento y en muchos poblados, sobre todo pequeños, se está volviendo a la utilización del carbón y la leña ante la imposibilidad de adquirir un tanque de gas de 30 litros que cuesta más de 300 pesos.
Si por lo menos, en el caso de la tortilla le vendieran un alimento de calidad, quizás las cosas no estarían tan delicadas, pero son casi de desecho, a las dos horas de adquirirlas parecen platillos voladores, casi no se pueden comer, porque no son propiamente de maíz, tienen un contenido mayoritario de minsa y otros aditamentos para hacer rendir la masa y desde luego para que los empresarios le ganen más.
Hasta donde tenemos entendido, México ha optado por vender el grano de mayor calidad a Estados Unidos y a cambio los gringos nos envían maíz amarillo, que ellos utilizan allá para alimento de animales, gallinas, cerdos y vacas. Así están las cosas.
Pero ya estamos llegando a niveles insoportables, el Gobierno tiene la responsabilidad de controlar los precios en aquellos productos de más consumo de los sectores populares, históricamente ha sido un instrumento usado para contener la voracidad de los negocios y evitar graves consecuencias en la economía de las mayorías, que son de escasos recursos.
Pero tampoco será lo único, como cada fin de año hay una escalada en espera, bueno, algunas amas de casa decían que los juguetes andan por las nubes y no porque sean aviones sino porque subieron de precio escandalosamente, ya que en aparador no hay algo que se pueda comprar con 100 pesos.
La situación no es nada fácil, las instancias públicas se antojan rebasadas o en complicidad para hacer como que hacen y no hacen nada para evitar las alzas, en este caso, la de la tortilla.
Además, tampoco hacía mucho que tuvieron un incremento, será cosa de unos seis o siete meses, que sepamos, el salario se incrementa cada año y no de manera general, por lo tanto no se podía permitir tales abusos, pero todo indica que se aplicará aquello de "palo dado ni Dios lo quita" y dudamos que se ajusten a la baja.
El caso es que la administración pública, sobre todo en sus niveles estatal y federal han venido retirando subsidios a diversos productos, uno de ellos fue el de la gasolina, por eso comenzó a subir.
Argumentan que tampoco tienen dinero para apoyar programas populares, aunque siguen elevando los impuestos por todos lados, el predial es hoy mayor, se inventaron un impuesto especial al sector empresarial, todo el tiempo andan buscando por donde pegarle a los contribuyentes cautivos, que desafortunadamente son los más amolados, así como el sector obrero. En fin, sólo nos queda advertir que los conflictos sociales pueden empeorar.