Ello fue visible a partir de que la corriente de los "chuchos" -Jesús Zambrano y Jesús Ortega- le dieron la espalda a su candidato Andrés Manuel López Obrador, que se decía ganador de la contienda, y aceptaron la "propuesta" de los operadores políticos del nuevo mandatario.
De ahí en adelante fuimos testigos de cómo, desde esferas gubernamentales impulsaron a Ortega Martínez como aspirante a la dirigencia nacional perredista y se fueron con todo en contra de quien representaba los intereses del tabasqueño, Alejandro Encinas.
Y es que la visión desde Los Pinos era precisamente esa, apoderarse de las siglas del PRD para, en justas electorales posteriores, utilizarlo como aliado para enfrentar a los enemigos históricos por el control del poder, el Partido Revolucionario Institucional (PRI).
Estos pactos no escritos ni siquiera necesitan de una consulta ciudadana para validar la alianza, como ocurrirá en el Estado de México, es un hecho que irán juntos, porque es parte de lo que ya está comprometido y sólo se trata de generar confusión.
Pero en todo esto ¿hay realmente un ganador? Sí, y no es precisamente el PRD, porque lo que el régimen en turno alcanzó en aquellos tiempos fue una "compra de conciencias" de "líderes" de la izquierda que están ahora obligados a cumplir cabalmente los acuerdos.
Es Acción Nacional el que no quiere perder el mando institucional, muy tempranamente se vio amenazado por el resurgimiento del tricolor que en el 2009 les arrimó una paliza electoral casi en todos los niveles y saben la lucha en el 2012 no será con los perredistas, tampoco con la corriente de AMLO, que ya está muy menguada, sino con el viejo partido.
Son pues los azules los que vienen utilizando al partido del sol azteca, a través de personajes ambiciosos que vendieron la membresía a cambio de poder y dinero, pero el precio puede ser muy elevado.
Y esto lo podremos ver a muy corto plazo: si aún enfrentando la alianza los priistas logran conservar el Estado de México, la crítica caerá en cascada en contra de Jesús Ortega y los demás que se prestaron a tal ocurrencia.
De entrada, quizás más del 50 por ciento de quienes se siguen considerando militantes del PRD tengan que abandonar sus filas por pudor y buscar cobijo en otras instituciones partidistas. No pocos irán precisamente al PRI, la mayoría se replegará con las corrientes que está generando el propio AMLO.
Aquí en Morelos, por ejemplo, ya aquellos que difieren de las perversas alianzas están levantando la voz para advertir que de ninguna manera admitirán una alianza con el PAN en la elección estatal del año venidero.
Y en contraparte, volverán a sumar fuerzas con otras organizaciones menores, en este caso, con el Partido del Trabajo (PT) o Convergencia por la Democracia, que a nivel nacional ha sido un aliado de López Obrador.
De darse el escenario de derrota en el Estado de México, el PRD pudiera llegar a su más mínima expresión, incluso con un alto riesgo de perder el registro en algunas entidades de la República.
Como quiera que sea, los panistas, todavía con el manejo del poder público desde la Presidencia de la República, serían los menos afectados, porque ese solo hecho les da muchas ventajas ante los adversarios, una de ellas, de la disponibilidad de recursos financieros casi sin límites para intentar seguir haciendo acuerdos cuando no exista otra salida.
En nuestra entidad, quien reproduce los intereses de Jesús Ortega, es el senador Graco Ramírez Garrido, aspirante a la candidatura del Gobierno estatal, tiene algunos apoyos y estructuras que ya está utilizando para ir consolidando sus ambiciones políticas.
Pero desde el interior del instituto hay muchos que lo mantienen en observación, no le han puesto mayores obstáculos, sin embargo, tienen claro que podrá ser avalado en la candidatura por su "padrino" Ortega Martínez, sin embargo, jamás votarán por él, mucho menos trabajarán en función de sus intereses.
La “Nueva Izquierda, es por ahora el brazo más visible de la disidencia que buscará separarse si hay alianza o si Graco es el candidato, de eso no hay ninguna duda.