Sin embargo, lo ocurrido el domingo debe analizarse con prudencia, porque habrá quienes interpretarán la victoria del PRI como su retorno a ‘Los Pinos’, lo cual no puede festinarse así todavía”.
Agregué: “El escenario político del Estado de México (con relativa repercusión en Morelos) nos transmite tres mensajes: la grave falta de participación ciudadana, el desprecio de la gente hacia la política y el coraje de millones de mexiquenses por el ofensivo costo del proceso electoral. Se trató, pues, de una ‘elección de estado’ a cargo del gobernador Arturo Montiel, quien avanzó en la búsqueda de la candidatura presidencial”.
Efectivamente: Montiel (hoy convertido en escritor) participó meses más tarde en la contienda interna del PRI por la candidatura presidencial, pero fue desplazado al segundo plano por una serie de “amarres” que favorecieron al tabasqueño Roberto Madrazo Pintado quien, a final de cuentas, fue vencido por Felipe Calderón Hinojosa, del Partido Acción Nacional. En suma: los comicios de 2005 no fueron contundentes para encumbrar a Arturo Montiel en su sueño de llegar a la presidencia de la República.
Por su parte, el entonces candidato del PRI, Enrique Peña Nieto, aceptó aquel 3 de julio el alto grado de abstencionismo: poco más del 60 por ciento de un padrón integrado por 8 millones 976 mil 214 personas no acudió a votar. Definitivamente, lo anterior no enviaba a la nación una señal de consolidación priísta, pero confirmó el circo priísta montado sobre los medios electrónicos de comunicación, al que se sumaron el PAN y PRD.
Aunque fue un gobernador legítimo por haber ganado en un proceso electoral constitucional, Enrique Peña Nieto, al comienzo de su régimen, se erigió como un mandatario ilegítimo. No era posible que en el Estado de México, entonces con una población de 13 millones de habitantes, sólo hubieran votado por él un millón 801 mil 788 ciudadanos. Allá y entonces señalé: “Todo lo antes expuesto no debe ser celebrado por el Partido Revolucionario Institucional, organización política que ha pretendido proyectar la victoria de Peña Nieto como el retorno de dicho instituto político a ‘Los Pinos’. A la dirigencia nacional priísta (todavía encabezada por el mencionado Roberto Madrazo Pintado); al gobernador Arturo Montiel, y al mismo Peña Nieto debería darles vergüenza tan rotundo fracaso. Así es como debe definirse el mentado proceso electoral debido al altísimo abstencionismo”. Ni qué decir sobre los ríos de dinero invertidos por el gobierno estatal a la causa del actual mandatario mexiquense, quien está metido de lleno en la antesala por la candidatura presidencial priísta hacia los comicios de 2012.
Y concluí la columna del 4 de julio de 2005 con lo siguiente: “Las elecciones del Estado de México, según las apariencias, ya no pueden ni deben ser consideradas como un ‘laboratorio’ hacia las elecciones presidenciales, pues no indican nada respecto a la aportación de votos a la causa de los candidatos a la primera magistratura nacional. Eso quedó sepultado en la historia autoritaria de este país”.
¿Quieren ustedes un dato adicional sobre la condición minoritaria del entonces gobernador electo del Estado de México? Como ya lo indiqué, el PRI obtuvo un millón 801 mil 788 votos, pero la alianza Partido de la Revolución Democrática y Partido del Trabajo consiguió 918 mil 638 unidades. Y aquí va otro dato duro: la coalición Partido Acción Nacional-Partido Convergencia obtuvo 936 mil 773 sufragios.
Sin embargo, tal parece que debido a la fiesta prevaleciente en torno a la “gran alianza” conseguida por Peña Nieto con la postulación unificada de Eruviel Avila, dos veces presidente municipal de Ecatepec, ya se olvidó aquel fracaso electoral. El manejo mediático que predomina sobre la virtual candidatura presidencial del actual mandatario mexiquense lo proyecta como el sucesor de Felipe Calderón Hinojosa.
Tras la reciente decisión a favor de Eruviel Avila, en Morelos se festinaron frenéticamente la “unidad priísta mexiquense” y el liderazgo de Peña Nieto. Pero hubo una voz sensata: la de Jorge Meade Ocaranza, precandidato del PRI a la gubernatura de Morelos, quien aseguró que la nominación de Eruviel demuestra la posibilidad de privilegiar en Morelos la unidad rumbo a la elección de 2012, siempre y cuando no haya una consulta abierta a la militancia. Empero, ¿será posible que los tricolores morelenses hagan a un lado sus ambiciones, se ubiquen en un escenario realista y pacten la candidatura unificada? Asimismo, ¿cuál de todos los aspirantes gubernamentales, de cualquier partido, posee las características y antecedentes políticos de quienes, junto con Eruviel Avila, buscaron la ansiada candidatura gubernamental en el Estado de México? ¿Quién tiene el perfil para resolver la grave polarización social que se avecina? Luego seguimos con este tema.