Es claro que los derechos humanos consagrados en la Constitución general de la república se cumplen en un porcentaje casi simbólico por la incapacidad de las instituciones encargadas de velar por la seguridad y el orden, sí, pero igualmente por los intereses que en torno al mundo de la delincuencia se han generado.
Fuimos testigos de todo ese movimiento ciudadano surgido a raíz del asesinato del hijo del poeta Javier Sicilia y seis personas más, cuya presión obligó a los responsables de la persecución del delito a obrar con seriedad para poder esclarecer el múltiple crimen, de otra manera habría quedado en el olvido y su expediente archivado.
Igual ocurrió en relación al caso Jethro Ramsés. Si los familiares hubieran bajado los brazos, las cosas seguirían igual, pero lograron llegar hasta la Secretaría de Gobernación y forzaron la toma de decisiones para llamar a cuentas a los presuntos culpables, que ya estaban muy vistos porque en el “levantón” que le dieron hubo muchos testigos que debieron "soltar la sopa".
¿Por qué en pleno siglo XXI continuamos con estas aberraciones en materia de seguridad? Es muy lamentable que tras serios atropellos que han obligado a muchos mexicanos a levantar la voz para demandar prudencia y trabajo serio en cuestiones de seguridad, se continúen presentando hechos de escándalo.
Hay terribles revelaciones en lo que respecta a la aplicación de una figura no contemplada en las leyes, el "arraigo", mediante el cual se mantiene detenida y aislada a la persona por varias semanas con el fin de probarle algún delito, lo que demuestra un arresto improcedente si no se tenían las pruebas para tal efecto. El caso es que como ciudadanos continuamos siendo presa fácil de la misma autoridad que está ahí para protegernos del delito.
¿Y la justicia adversarial? Se entiende que a partir de ese nuevo modelo anglosajón que por cierto no corresponde a nuestros antecedentes históricos ni cultura, cualquier persona, ante un señalamiento o acusación, conservará el derecho de inocencia hasta que se le pruebe lo contrario, pero no se aprecia cambio alguno en el actuar policiaco.
En muchos otros casos, incluso aquellos de resonancia nacional, hay una clara percepción de elevados índices de corrupción particularmente en algunas estructuras de las dependencias competentes en materia de prevención, persecución del delito y seguridad, específicamente las Agencias del Ministerio Público (AMP).
Claro, esto tampoco es nuevo. Desde que tenemos uso de razón, ha sido la misma historia: la agresión a los derechos más elementales por parte de "servidores públicos" que están ahí para velar por el derecho de quien es víctima de algún atropello.
Reiteramos: hay problemas sociales muy añejos, la insuficiencia de espacios laborales que lleva a millones de mexicanos a niveles graves de pobreza, que a la postre se convierte en el primer obstáculo para poder dar formación a sus hijos, los cuales acaban engrosando las filas de la delincuencia. Pero aun en la búsqueda de aplicar el Estado de derecho, las autoridades terminan por victimar a las víctimas o echar mano de "chivos expiatorios" ante los intereses políticos, económicos en los que se mueve la autoridad, protegiendo a los verdaderos culpables.
Ello lleva a la sociedad en su conjunto a desconfiar de las instancias públicas y se llega al extremo de tenerle tanto miedo al delincuente, como a los policías y quienes los manejan.
Es por eso que ya quienes comienzan a perfilarse como aspirantes a la presidencia de la república para la elección del año que viene, están armando propuestas relacionadas con este escabroso tema que sin duda es el de mayor interés popular. Se trata del reclamo más sentido de los mexicanos en este momento.
Encontrarle una solución es el anhelo de una mayoría absoluta. Lo malo es que a estas alturas ya nos estamos familiarizando con el crimen y perdemos capacidad de asombro por tanto horror presenciado en estos tres o cuatro años. Por su trascendencia, es pues igualmente de alta rentabilidad política para quienes ofrezcan la mejor propuesta.
P. D. Estimado lector, después de esta entrega, nos volveremos a leer a partir del próximo 11 de agosto. Tomaremos un breve receso.