Tras los desafortunados sucesos sangrientos en un casino de Monterrey, todo mundo habla de reforzar la seguridad en los antros de vicio o centros de diversión, cómo usted le quiera llamar.
Pero a partir de ello, queda claro que existe una serie de anomalías en estos espacios de alta concentración humana, que posibilita cualquier arbitrariedad y en donde se pueden cometer todo tipo de ilícitos, porque no hay ley que valga.
La Dirección de Protección Civil estatal viene revisando esos establecimientos, a decir de sus funcionarios, "con lupa", pero de entrada se habla de la existencia de cinco casinos en todo el estado. Alguien sostuvo que sólo en Jiutepec existe esa cantidad, ante lo cual el funcionario respondió que "seguramente se trata de clandestinaje”.
Pues sí, tácitamente se aceptó que la mayor parte de dichos negocios opera por encima de cualquier norma establecida; vamos, no tienen permiso para funcionar pero lo hacen. ¿Cómo podemos pedir seguridad ante estas circunstancias?
Todo ello es terreno fértil para la delincuencia y en no pocos casos deben ser precisamente gavillas de delincuentes los que están al frente de los negocios, y eso es real. Conocemos amigos que se dedican al rubro del giro rojo y lo que relatan es escalofriante. Uno de ellos decía al reportero que en pleno centro de la ciudad hay lugares operados por presuntos delincuentes.
Y se ubican a escasos metros del Palacio de Gobierno, en el primer cuadro de Cuernavaca. Ya imaginará usted qué es lo que pasa en lo oscurito si en la nariz de la autoridad se hace esto.
El asunto es que el Congreso de la Unión ya está acelerando una propuesta de reforma en materia de ley de casinos, tras lo que pasó con los regiomontanos, pero esto se hace a fin de apaciguar los ánimos porque las repercusiones de los sucesos pusieron de luto a todo el país.
Claro, se trató seguramente de un ajuste de cuentas entre bandas contrarias de la delincuencia, pero es algo de lo que en Morelos no estamos exentos. Las estadísticas delictivas nos sitúan en los primeros lugares nacionales.
Muy difícil es controlar la delincuencia cuando no se tiene siquiera en norma a la mayor parte de negocios, particularmente los que tienen que ver con apuestas, juegos o bares.
A partir de ahí se sospecha de facilidades para la concreción de robo a casas habitación, por ejemplo. Decimos esto porque ya son muchos atracos cometidos al interior de domicilios sin forzar puertas ni candados.
Ya ve que recientemente dejaron el auto del secretario de Finanzas del PRI, Matías Nazario Morales, montado en tabiques porque se llevaron las llantas. Pero eso se dio al interior de su casa, ¿cómo le hicieron?
Lo mismo le ocurrió a un funcionario de gobierno de quien nos reservamos el nombre: superaron tres puertas para llegar a lo que buscaban y sin huellas dactilares ni candados rotos.
Un jefe policiaco decía al reportero que la explicación más lógica en estos robos es que los rateros están entrando con llave en mano a los domicilios. ¿Pero cómo?, respondería uno. Pues sí, lo que explicó es muy posible.
Está muy de moda en todo tipo de negocios, particularmente aquellos con cierto nivel, la presencia del valet parking que recibe el auto para estacionarlo y moverlo si es necesario. Por eso, se le tiene que dejar las llaves.
Bueno, pues lo que decía nuestro interlocutor es que la teoría más cercana para explicarnos lo que viene dándose es que en algunos sitios esos "cuidacoches" están en complicidad con las bandas de rateros y mientras usted entra a echarse unas copas o disfrutar de algunos alimentos, ellos se dan todo el tiempo para duplicar las llaves y con una poquita más de información darán con su domicilio y luego de esto, sólo es cuestión de seguirle los movimientos, entradas y salidas, para caerle cuando no hay nadie y hacer de las suyas.
La hipótesis no es nada descabellada. Y, ¿cómo dar con los lugares en complicidad? Eso es lo difícil, porque en un sólo día usted puede visitar tantos lugares que no podrá sospechar en dónde le duplicaron sus llaves.