Su crecimiento, primero como organización disímbola, luego ya como partido en 1991, lo basó en una férrea crítica a añejas prácticas del Partido Revolucionario Institucional que fundamentaba sus "triunfos" en diversos métodos de cooptación social que empezaron a ser repudiados por aquellos movimientos de izquierda.
Las banderas de campaña eran por demás productivas porque el electorado, cansado de decenios del viejo régimen, buscaba nuevas ofertas y sobre todo acabar con prácticas viciadas en el ejercicio del poder público.
Esa oferta de liberar al pueblo fue lo que más les atrajo simpatizantes y todavía se sigue considerando que el michoacano ganó la elección, como ocurrió en el 2006 con Andrés Manuel López Obrador.
Pero al paso de los años, los autoconsiderados revolucionarios y libertadores de las masas cayeron en los mismos vicios y hasta acrecentados. Este fin de semana durante la elección de sus consejeros y representantes de partido se observó esa triste realidad; se les olvidó el origen y las diversas corrientes que convergen en el partido del sol azteca. Buscaron imponer a sus cuadros de la manera que fuera.
Si bien es cierto que en Morelos no hubo mayores contratiempos, sin que ello signifique que no hicieron lo propio cada corriente, a nivel nacional ha sido muy lamentable que acabaran agarrados de las greñas entre los principales personajes de las cúpulas y se tuvieran que posponer elecciones en cinco entidades federativas.
Nos tocó acompañar muy de cerca a los más notables luchadores de la izquierda previa la justa de 1988 y la mayoría de ellos era gente entregada y convencida de que había que darle un nuevo rumbo al país y traían un interesante proyecto.
Pero al paso del tiempo las nuevas generaciones de perredistas comenzaron a torcer el rumbo y encarnaron a los viejos priistas; más aún, desplazaron a los mejores valores de los que hacíamos referencia y cuando alcanzaron algún objetivo, fue sólo para beneficiarse en nombre de sus representados. Lo estamos viendo en este momento.
Bueno, uno de los importadores de políticos con muchas mañas ha sido el senador Graco Ramírez. Tras de sí metió en el juego electoral a avecindados políticos de ocasión que comenzaron a pervertir las prácticas.
Hemos venido sosteniendo que el PRD de las elecciones del 2012 no es ni la sombra de lo que fue en 1988, mucho menos en el 2006, aún con López Obrador al frente.
Los famosos "chuchos", Jesús Ortega y Jesús Zambrano, seguirán destruyendo las pocas estructuras que tenían en su alianza no escrita con el gobierno federal y el Partido Acción Nacional.
Esta elección de consejeros fue propicia para ver cómo los grupos buscaron ganar terreno interior para influir en las decisiones de candidatos, pero no midieron consecuencias y llegaron hasta el descrédito.
Están ahuyentando a sus propios simpatizantes, golpeándose inmisericordemente unos contra otros. Éste ha sido sólo el preámbulo de lo que viene. Todavía se van a dar hasta con la cubeta cuando se tenga que decidir al aspirante presidencial y demás posiciones de relevancia.
Es casi un hecho que repetirá hacia la presidencia de la república AMLO, pero está llegando muy disminuido sin la fuerza que tuvo en el 2006 a pesar de que mantiene los aliados, el Partido del Trabajo y lo que era Convergencia por la Democracia, hoy Movimiento Ciudadano.
Pero sobre todo tendrá que buscar nuevos argumentos de convencimiento para atraer simpatías; ya no podrán autodefinirse como impulsores de las libertades, la honestidad y transparencia electoral porque mostraron lo contrario.
Que pena, porque muchas de las propuestas en el proyecto de gobierno no eran del todo malas. Hay incluso visiones de muy alto nivel que apoyaron esa plataforma, y estamos hablando de intelectuales de enorme reconocimiento nacional. Es más, todavía quedan muchos esperanzados en que llegue a prosperar un régimen de izquierda, pero con estas demostraciones de incivilidad se está contribuyendo al descrédito y a la búsqueda de otras opciones más sensatas y maduras.