Ya poco o nada se menciona aquello de los exámenes de confianza que todo indica que eran una excusa más para mostrar ante la ciudadanía que sí se venía haciendo algo; aquello de la capacitación policiaca tampoco lo vemos por ningún lado. Las corporaciones estatales y municipales están para el arrastre; lo único que dan es lástima; no son factor de prevención del delito.
Han debido ser las fuerzas del orden federal las que salgan al quite y un caso bastante claro es lo ocurrido hace unos días en Temixco, donde se logró aniquilar a varios delincuentes y detener a uno con vida.
Hay territorios bastante complicados, como Temixco, Jiutepec y parte de la ciudad de Cuernavaca, donde el vandalismo toma ventajas ante una complaciente actitud gubernamental.
Pero a ese enfrentamiento en la madrugada del lunes pasado en Temixco ya se le agregaron otros sucesos igualmente preocupantes: lo del jefe policiaco en Zacatepec y lo de los secuestradores presentados por la Procuraduría General de la República (PGR). Por eso insistimos en que parecen ser sólo los agentes federales los que más esfuerzo hacen al respecto.
Y, como sosteníamos en su oportunidad, todo aquello de la instalación de las videocámaras, modernización de equipos y armamento, además de la capacitación de elementos del orden están quedando atrás, no hay nada concreto, a pesar de que se justificaran millones de pesos en esos menesteres.
A estas alturas la lucha es ya contra el tiempo. Estamos a escasos ocho meses de la transición política y todos estos más de cinco años nos la llevamos escuchando declaraciones alegres de funcionarios públicos que frente a cada suceso desafortunado insisten en que hay logros. No vemos dónde.
Los mismos funcionarios públicos aceptan que jamás se había visto un estado de cosas con tal grado de descomposición y que hay un temor por lo que ocurre. Uno de ellos decía que después de las nueve de la noche, lo mejor es quedarse en casa para no enfrentar riesgos, porque de un mal momento nadie se puede escapar.
Escuchar esto de quienes tienen la alta responsabilidad de garantizar la seguridad a los ciudadanos es desalentador, porque entonces quién podrá salvarnos, como dijo aquel comediante.
Pero entre las tres instancias del poder se echan la culpa unos a otros aduciendo en reiteradas ocasiones no facultades de intervención. No obstante, lo cierto es que le vienen fallando a sus gobernados, que desde sus trincheras no atinan hacia dónde hacerse.
Falta estrategia en la materia. Mucho se ha cuestionado el método aplicado en esta batalla contra la inseguridad; como que no se desarrolló un proyecto que necesariamente debió iniciar con una profunda investigación y rastreo de los grupos del delito organizado, ello seguido de una verdadera formación de grupos policiacos de élite capaces de enfrentar a los más feroces enemigos y desde luego dotados de armas del primer mundo.
Y en parte las corporaciones estatales y municipales tienen razón en su resistencia de ir a la casa de los malosos; sus instrumentos de batalla son realmente rudimentarios comparados con los que portan los delincuentes. Tampoco están dispuestos al suicidio.
Son los elementos federales y, aun más, el Ejército Mexicano los que disponen de mejores armas y formación, pero hasta eso ha resultado insuficiente. Lo vemos cotidianamente.
Aquí en la entidad se sigue trabajando sobre la Policía Acreditable, unos 420 agentes que estarían siendo capacitados en la más elevada instrucción, pero como que no observamos si es en serio o se trata de otra de esas medidas de promoción.
Ya el gobierno estatal prepara la salida. Todo encamina hacia la entrega-recepción de la administración. Seguramente esa formación de cuadros ya no está en sus prioridades, porque al fin y al cabo tocará al nuevo gobierno enfrentar este problema.
Y a nivel federal vamos por el mismo camino; se comienzan a agotar las fuerzas para seguir adelante con esta guerra que no ha cesado desde hace más de cinco años; arrancó con el propio sexenio.