Es decir, ni siquiera tienen que ir a pedir el voto, a enfrentar a adversarios en las urnas; van en lugares que les aseguran la continuidad sin mayores preocupaciones, porque tampoco le invierten como los que van por el camino de la mayoría.
Estamos hablando de Emilio Gamboa Patrón, líder del sector popular y actual diputado federal; ahora “va cincho” (seguro) al Senado. En contraparte, Manlio Fabio Beltrones, quien comandó la bancada tricolor en la Cámara alta, se baja a la diputación federal.
Carlos Romero Deschamps, líder obrero, también va por la senaduría y en una federal va Elvia Amaya, esposa de Jorge Hank Rhon, aquel polémico personaje ex alcalde de Tijuana, al que el gobierno federal metió a la cárcel en una de las campañas negras en contra del tricolor cuando se disputaban gubernaturas como Oaxaca, Puebla o Veracruz.
El asunto es que son figuras que andan en los primeros niveles del ejercicio político desde que tenemos memoria. Tanto Gamboa Patrón como Manlio Fabio estuvieron muy cerca de los últimos ex presidentes de la república priistas.
Lograron mantenerse activos y pareciera que vienen de regreso. A decir verdad, forman parte de aquellas generaciones que le causaron mucho daño a ese instituto político.
Y mire que en el caso de Beltrones y Gamboa no se trata de simples diputaciones o senadurías, sus "responsabilidades" están muy por arriba del resto de sus compañeros; suelen ser los que cogobiernan con el Presidente de la república en turno, al interior de las respectivas Cámaras "administran" el presupuesto y dan línea cuando de aprobar las leyes de ingreso y egreso del país se trata.
No podríamos imaginar cuál sería el grado de beneficio económico que obtienen por "la prestación" de sus servicios a la nación, porque ahí hablamos de miles de millones de pesos.
Y así se pasan los años, terminan la senaduría y se van a la diputación, luego volverán a regresar de manera indefinida, como si no hubiera más políticos capaces de hacer su trabajo.
Desde luego que no se trata de un comportamiento privativo del PRI; en el PAN y en el PRD hay muchos que igualmente se han eternizado. Bueno, aquí tenemos como candidato de izquierda a gobernador a un tabasqueño, Graco Ramírez, que desde aquella elección de 1988 logró situarse en primera línea y desde entonces no se baja.
Es lógico que los gobernados acaben hastiados de esas figuras a las que no asiste ningún otro interés que vivir cómodamente e incluso enriquecerse a costa del erario público, porque no sabemos de alguno de ellos que base su cómodo estatus económico apostándole a la inversión privada, contribuyendo a la generación de riqueza y empleos.
Como que metidos en nuestros problemas y la controversia electoral, nos olvidamos de que en este país el ejercicio de la política y por ende del poder público está reservado a consolidados monopolios que no modifican en gran cosa sus estructuras y sólo en espacios menores permiten la participación ciudadana o de nuevos rostros.
Las candidaturas ciudadanas se han vuelto un reclamo popular, pero bajo los argumentos que usted quiera se cancelaron nuevamente para esta elección y así nos la podríamos llevar por muchos años más.
A los grandes partidos no les conviene ceder parcelas de poder. El principal objetivo es mantener los intereses de partido y desde luego de grupo. Los ciudadanos únicamente tenemos utilidad cuando hay que ir a votar, porque somos finalmente quienes legitimamos sus nombramientos. No hay de otras.
Y mire que inocentemente llegamos a considerar que la alternancia en el poder sería un instrumento que comenzaría a romper con todos estos vicios, pero no pasó nada. En la cúpula se sigue negociando nuestro rumbo y destino como país sin que podamos hacer gran cosa como pueblo.
México viene siendo gobernado desde hace unas tres décadas por una veintena de personajes encumbrados en el PRI, PRD y PAN; solamente se rotan la estafeta, mientras que los demás están atrás del trono.