Morelos, comparado con otras entidades de la República, como Michoacán, Jalisco, Sonora, Sinaloa o Tamaulipas, es un territorio bastante pequeño, lo más complicado es Cuernavaca, de ahí que el 90 por ciento de los sucesos se registren en esta capital, en la provincia es más fácil ubicar a cualquier malhechor.
Pero aun en la capital y área conurbada, si el propósito es realmente capturar a los delincuentes, no es muy difícil, la capital estatal cuenta con tres o cuatro salidas y entradas que si se bloquean impiden la fuga.
Ante estas circunstancias, es que estimamos que se viene dando el famoso efecto cucaracha, es decir, que la mayoría de los grupos con presencia en el estado tendrán que escapar antes de que les caiga la barredora y por lo menos, de forma coyuntural, es probable que se logre disminuir el grado de violencia que se venía presentando.
Al interior de la entidad las cosas para las fuerzas federales pueden ser incluso más favorables, no existen muchos refugios y acaso en zonas como en los límites con el estado de Guerrero encontrarían algún escondite, pero tampoco por mucho tiempo.
Quizás sea por eso que los grupos rebeldes andan intentando aplicar estrategias de descalificación, especialmente contra el Ejército a través de mensajes vía mantas insinuando que la milicia ya está comprometida con algunos de esos cárteles y que hasta llegaron a trabajar a su favor.
En la guerra y el amor todo se vale y ésta es una batalla sin cuartel que todavía no se sabe quién la ganará; sin embargo, para el caso muy particular de Morelos, es de esperar que las ventajas las lleven los cuerpos policíacos, por las condiciones antes descritas.
No es muy errado pensar que la mayoría de los cabecillas andan ya del lado de Guerrero, donde las amplias regiones montañosas sí permiten refugios casi imposibles de penetrar, el asunto es que desde ahí pueden fácilmente seguir operando sus células, que se antoja, están distribuidas y diseminadas por todos lados.
Es casi inimaginable el alcance que el delito organizado ha alcanzado en los últimos cuatro o cinco años, al interior de los pueblos y comunidades causa sorpresa el irse enterando de la complicidad de muchas personas que seguramente por necesidades económicas, se enrolan en esas actividades.
Vecinos cercanos, con los que se tiene contacto casi a diario suelen resultar parte de esta enorme red que ya es capaz de enfrentar a las fuerzas públicas sin el más mínimo temor.
Bueno, ni los grupos guerrilleros o movimientos sociales de lucha democrática anti Gobierno llegaron a estos niveles de organización y capacidad de fuerza para retar al Estado mexicano.
De una semana a la fecha la presencia de elementos del Ejército es inocultable, deben ser miles, porque se les ve por todas partes, desarrollando operativos de vigilancia y cateo sorpresivos, pero a pesar de ello, el comportamiento de las bandas de distribución de la droga no parecen entrar en la más mínima preocupación.
Sus actividades se aprecian normales y acaso los personajes de mayor rango en el organigrama estructural son los que comienzan a tomar sus precauciones ante la embestida oficial.
Reiteramos, el número de decesos derivados de esa actividad criminal disminuye en los días recientes, aunque preocupó el encontronazo que tuvieron en San Gabriel las Palmas del Municipio de Amacuzac el pasado fin de semana, por cierto, ya hacia el sur de la entidad, lo que pudiera reforzar la teoría de que efectivamente tratan de salirse por el lado de Guerrero.
Hay pues la percepción de que, si bien las fuerzas del orden van tras la captura de algunos capos, como que este proyecto no incluye el desmantelamiento de las redes inferiores que son las más amplias. Ello tendría que venir acompañado de una investigación previa, misma que no vemos por ningún lado, lo que lleva a estimar que se trata de una lucha parcial e incompleta si se quiere arrancar de raíz este cáncer.