Sí, el cortejo debió esperar por más de una hora mientras alguien cubría los tres mil pesos del servicio, bueno, sus compañeras y compañeros con mucho esfuerzo lograron hacer una cooperación de mil 500 pesos, pero no cubrían la deuda, hasta que el jefe policíaco Raúl Valenzuela, con cierta molestia, tuvo que hacer lo propio para evitarse más inconvenientes.
No es posible que se tenga que llegar a estos extremos, más en un asunto tan delicado como el que nos ocupa, pero lo que se dijo entre la mayoría de los elementos fue que desarrollan su trabajo en medio de graves problemas de desprotección.
Por lo menos dijeron que no cuentan con seguro de vida, tampoco armas suficientes ni adecuadas para poder cumplir con la prevención o persecución del delito -porque desde la reforma del 2008 ya tienen facultades de investigación y captura de malosos- y eso sólo indica que seguimos muy atrasados.
El mismo presidente municipal, Manuel Martínez Garrigós, no acudió al homenaje y eso igualmente fue cuestionado por muchos que estuvieron en el lugar, claro, el que sí llegó fue el síndico procurador Humberto Paladino, pero de todos modos era necesaria la presencia del edil.
Total, que continuamos viendo un trabajo de escasa coordinación en el ayuntamiento capitalino, siguen en funciones personajes que le están haciendo un enorme daño de imagen al mismo alcalde, y mientras no se les quite de en medio, poco se podrá mejorar en el esfuerzo integral que hoy es bastante disperso.
NO TODO ES SEGURIDAD, SE AFLOJA EL PASO
Y en otro orden de ideas, también por los desafortunados sucesos en materia de seguridad que se han venido registrando en Morelos, como que los tres niveles de gobierno se centraron en la búsqueda de estrategias para contrarrestar los embates, pero han dejado de lado tareas de singular trascendencia para el desarrollo de Morelos.
La actividad de la administración estatal ha bajado mucho el ritmo, incluso la presencia de las principales figuras políticas y de gobierno es efímera, los escasos actos son escasamente concurridos y el control de los asistentes es vigilado muy de cerca por la gente de logística, seguramente ante el temor de algún desaguisado.
Es claro que la fuerte presencia del crimen organizado en Morelos obligó a cuidar con mucho sigilo la agenda del mismo gobernador Marco Adame Castillo y de colaboradores como el secretario de Seguridad Pública Gastón Menchaca Arias o del procurador Pedro Luis Benítez Vélez.
Estos dos, independientemente de andar armados hasta los dientes, extreman precauciones y se hacen rodear de decenas de guardaespaldas que revelan el tamaño del miedo.
Este escenario se antoja inapropiado, en un momento en el que se tiene que redoblar el paso, porque no podemos olvidar que esta segunda parte de la administración sexenal dispone de menos espacio que la primera.
La elección presidencial hará que dentro de un año ya los reflectores comiencen a buscar otros actores políticos y quienes ejercen el poder público pierden fuerza y capacidad de maniobra.
Más aun, es de esperarse que los dos años y medio que faltan sean los más productivos, porque ya se cuenta con la experiencia en el ejercicio del mandato, debe tenerse un equipo de colaboradores consolidado y el rendimiento debe ser más alto.
Baste recordar el trabajo del perdido a cargo de Sergio Estrada Cajigal, el hombre pasó sus primeros tres años sin darse cuenta que era gobernador, quien hacía de las suyas era su secretario de Gobierno, Eduardo Becerra Pérez.
Una vez que se lo quitaron de en medio -porque fue por la fuerza que lo retiró del cargo- pudo al fin dar forma a una serie de acciones que trabajó en sus restantes tres años.
Pero en este momento observamos una posición casi contraria, la desaceleración del paso que debió iniciar con el relevo de algunos funcionarios de primer nivel que no han mostrado el porque de sus nombramientos.
Reiteramos, la parte política operativa a cargo de Óscar Sergio Hernández Benítez como secretario de Gobierno, como que no funciona y ello es sólo una parte del hasta hoy aparente retroceso.