Hace cerca de 14 años, la debacle de la administración de Jorge Carrillo Olea al frente de las instituciones locales, generó efectos negativos en todos los sentidos que todavía hoy son perceptibles, algunos proyectos que se truncaron apenas están en vías de recuperación, como la autopista Siglo XXI.
A este respecto, el titular de la Secretaría de Desarrollo Urbano y Obras Públicas (SDUOP) Demetrio Román Isidoro dice que en este mes, puede quedar nuevamente asignada la empresa que se haga cargo de los siguientes 61.8 kilómetros en su segunda fase. La primera fue sólo de 6.5 kilómetros.
El caso es que no hay muchos elementos para enjuiciar la gestión de Marco Adame, no obstante, tampoco se ha podido detonar algún rubro de la economía ni lograr darle forma al desarrollo local con base en la construcción de la infraestructura, que para tal efecto, es indispensable.
Estamos ya a más de la mitad del camino y ciertamente es poco lo que se puede observar, como producto de un Gobierno cuyo mayor efecto puede ser haber alcanzado acuerdos de entendimiento político con el resto de los poderes públicos, partidos u organizaciones.
Claro, tampoco Adame ha escapado a los señalamientos y presiones, seguramente nunca olvidara aquel magno conflicto magisterial de mediados del 2008, que prácticamente paralizó las instituciones y a él lo obligaron dejar Palacio de Gobierno, que sólo es utilizado esporádicamente en eventos, pero el mandatario ya no despacha en ese edificio.
Algo que también lo puso a prueba fue la ola de violencia que de pronto tomó fuerza en la entidad, a partir del asesinato, aquí, de Arturo Beltrán del cártel de los Beltrán Leyva, pero todo indica que la presencia del ejército y otras corporaciones federales lograron el objetivo y el nivel de criminalidad ya es otro.
Fuera de esos dos o tres factores, el gobierno de Marco ha evitado los grandes tropiezos, pero esto no parece tener mayor incidencia en la solución de los grandes problemas de la entidad.
Sergio Estrada no escapó a las presiones políticas y confrontaciones con el resto de los poderes, casi todo el sexenio se la vivió peleado con el Poder Legislativo que hasta intentó someterlo a juicio político, proceso que acabó superando con el apoyo de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Pero en la segunda mitad del sexenio aceleró el paso y pudo heredar importantes acciones, algunas de las cuales se concluyeron ya en este periodo, como el Teatro Ocampo, el edificio de Seguridad Pública o el Hospital de la Mujer.
Particularmente a nivel de poderes públicos estatales todo pareciera ir muy bien a pesar de la recesión, pero eso es en apariencia, la población sigue esperando solución a sus problemas más inmediatos y es aquí donde las cosas no se observan del todo correctas.
La obra pública estatal es escasa, la inversión privada tampoco muestra sus mejores momentos, la identificación de los gobernados con su autoridad estatal es casi nula y por el contrario se aprecia una especie de divorcio, que no es conveniente para quienes tengan aspiraciones políticas en el corto y mediano plazo.
Muchos cambios aplicados al gabinete parecieron haberlo empujado hacia una excesiva pasividad, que para muchos es sinónimo de poco rendimiento en momentos en los que debería apretarse el acelerador.
Uno de los sectores políticos que cuenta con la fortaleza suficiente como para meter en jaque a las instituciones locales es el priísta, sin embargo, siguen inmersos en una dinámica interna de reestructuración que se ha prolongado por meses y quizás a ello se deba que han mantenido la fiesta en paz, dejando en segundo término todo aquello que tiene que ver con la administración estatal. En concreto, se observa un sexenio apagado y sin dinamismo, algo se tendrá que hacer para cambiarle el rostro e imprimirle vitalidad, pero ya queda muy poco tiempo.