Necesariamente se tiene que hacer algo, aunque se deberá aceptar que se trata de un tema muy complejo que requiere igualmente de soluciones múltiples que demandan sobre todo recursos económicos, a veces insuficientes para resolver una problemática con rezago histórico que costará mucho revertir.
Llegamos casi al clímax de la inseguridad, los sucesos en la materia son tan cotidianos que ya perdimos la capacidad de asombro y como que los empezamos a aceptar como parte de nuestra vida cotidiana, algo que tampoco puede permitirse, porque entonces tendremos menos capacidad de reacción.
Pensar en una solución pronta, conociendo el tamaño del enemigo, sería inocente, tendrán que hacerse muchas transformaciones sociales, culturales, estructurales, de formación y educación y ello reclama de tiempo y espacio, que pareciera es lo que menos tenemos, porque ya llegamos al cansancio y el agotamiento al respecto.
Se tendrá que comenzar por reconocer que buena parte de las causas que nos tienen en esta situación, derivan de la desigualdad social, de la insuficiente atención de demandas ciudadanas, más del 80 por ciento de la población tiene serios problemas para resolver sus necesidades de ingresos, vive en condiciones de pobreza y pobreza extrema, con servicios escasos y de pésima calidad, no dispone de condiciones para darle formación a sus hijos y ello alimenta el círculo vicioso.
Un alto porcentaje de niños y jóvenes ven truncado su futuro, ya que deben abandonar las aulas escolares para apoyar tareas relativas al ingreso de la familia, acaban sin rumbo, ni destino, engrosando las filas de la vagancia, el ocio y desde luego la delincuencia temprana, pero el remedio no es nada sencillo.
Es decir no hay desarrollo, el empleo es escaso y mal remunerado y es por eso el florecimiento de las actividades informales, como el comercio en cualquiera de sus expresiones que inunda nuestras calles y plazas públicas en pueblos, comunidades y ciudades, porque de algo tiene que vivir la gente.
Superar dichas carencias se antoja casi imposible hoy día, porque además los pocos recursos y presupuestos que manejan los ayuntamientos, los gobiernos estatales o el régimen federal, son mal orientados y utilizados. Mucho dinero es derrochado por quienes ostentan el poder y en muchos casos resulta insuficiente siquiera para cubrir la nómina quincenal, no queda nada para la inversión pública, las administraciones son cada vez más obesas, alcaldías y estado parecen operar en función de bolsas de trabajo para corrientes y camarillas insaciables.
¿Cómo vamos a enfrentar con éxito esta parte sustancial para revertir el atraso?, simplemente hoy día no tendríamos una respuesta siquiera aproximada, pero hay que trabajar en ello o no hay salida, pero eso tampoco es todo, hay otras vertientes que igualmente no han tenido mejora a pesar de años de intentarlo.
La cuestión operativa de las instituciones competentes en materia de justicia y seguridad es un rollo aparte, tampoco vienen funcionando correctamente, los cuerpos policiacos están altamente viciados y pervertidos, practican la corrupción y la tortura en la persecución de los delincuentes.
No hay vocación por el trabajo de investigación, sus prácticas son rudimentarias y arcaicas, la ley no se respeta o muy raramente se llega a aplicar, todo suele tener un precio, quien no lo puede pagar, sufre las consecuencias. Pero ese suele ser el principio del calvario para alguien que cae en manos de la policía, aún sin ser responsable, porque se enfrentará a otros niveles de autoridad en la materia que tampoco lo tratarán diferente, si es que no tiene para comprar favores y eso lo alcanzará hasta los mismos jueces y tribunales.
Otra vez, ¿cómo podremos ir resolviendo tan delicado dilema?, aquí como que la cosa sí puede ser más rápida, sólo se trata de voluntad de los mandos superiores, si se aplica mano dura desde los jefes hacia abajo, es posible evolucionar a ritmo aceptable, pero ¿en verdad cambiarán esas viejas marrullerías que llevan décadas en las instituciones?
Es en gobierno donde se han incubado añejamente componendas, omisiones y complicidades que llevaron a un estado de cosas de continua descomposición, por eso José Agustín Montiel López, quien tenía la responsabilidad de atrapar a los delincuentes en tiempos de Sergio Estrada Cajigal, se fue a prisión. El mismo destino que enfrentó quien debía prevenir el delito con Marco Adame Castillo, Luis Ángel Cabeza de Vaca.
Ahora mismo vemos en el Congreso local a personajes severamente cuestionados por presuntos indicios de complicidad con delincuentes y somos tolerantes en exceso, en lugar de exigir que sean llamados a cuentas y que aclaren su situación. ¿Cómo podremos combatir la maldad si se encuentra en espacios de toma de decisiones públicas?
Pero todos esos factores también han encontrado tierra fértil en muchas familias, la pérdida de valores como el respeto, la honestidad y ética, la solidaridad, es igualmente imperante encontrarle una solución, para reforzar la resistencia colectiva a ceder ante la tentación de la oferta delincuencial, que es la obtención del dinero fácil a costa del daño patrimonial y moral del resto de la sociedad.
Nos enfrentamos entonces a un fenómeno bastante complejo y que sólo puede ser superado con la aplicación de medidas correctivas simultáneas en cada una de las vertientes antes esgrimidas, porque una solución parcial tampoco sería suficiente. Es decir, se necesita inversión y muchos programas asistenciales efectivos, hay que acabar con el hambre de muchos, luego la moralización de las instituciones de impartición y prevención de justicia, desde el simple policía hasta el jefe superior y complementar el esfuerzo con más cultura, educación y valores al interior de la familia.
Radiografia del Poder
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Y en el cáncer de la inseguridad
¿Qué vamos a hacer?
Es muy triste escuchar de manera directa el testimonio de dolor e impotencia de quienes son víctimas de la delincuencia en sus más crudas manifestaciones, simplemente no se comprende cómo es posible que lleguemos a grados de maldad tan exagerados y son demasiados los que viven en medio del terror y la zozobra, a veces auspiciada y hasta apoyada por las mismas autoridades.
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