No se llegó a tanto, pero sí una "fuga" de seis reos presuntamente aprovechando que los llevaron a declarar ante uno de los juzgados, algo que francamente se nos antoja sospechoso, porque conocemos esas instalaciones y resulta prácticamente imposible alcanzar la calle sin ser antes detenido hasta por las balas.
Hay que conocer de fondo los antecedentes de los que escaparon, porque si se trata de peligrosos delincuentes, tenga la seguridad que el asunto fue arreglado con la consabida recompensa.
Cuando alguien es llevado a rendir declaración ante algún juez, local o federal, el sistema de seguridad y vigilancia del presunto inculpado en algún delito es muy fuerte, son dos o tres custodios por cada reo los que no le quitan los ojos de encima, además de que, conforme a las circunstancias, el interno tiene que ir esposado para tener menos posibilidades de movilización, ¿acaso estaban con manos y pies libres?
Nosotros somos de los que no creemos en aquello de que ya las cárceles en el estado se han vuelto casi conventos, donde los presos son almas de la caridad y todo se hace correctamente, y es así porque tuvimos la oportunidad de conocer desde dentro lo que ahí acontece, y créanmelo, es otro mundo, son universidades del crimen, quienes llegan por delitos insignificantes tienen la oportunidad de salir verdaderos expertos, porque son escuelas de perversidad.
La extorsión, amenaza, explotación, son asuntos menores en un espacio donde los más gandallas son los que dominan el entorno y someten al resto de sus compañeros de prisión con la complacencia y complicidad de todos los niveles de autoridad.
Pero si a ello agrega lo que decía ese ex funcionario, en el sentido de que desde los altos mandos de la SSP se permite todo tipo de negocios para hacer dinero, aquello es un sitio indeseable.
Como siempre, la postura de los responsables del sistema carcelario será de complacencia y encubrimiento, con aquello de que no pasa nada, pero esto anda de cabeza y puede llegar a mayores conflictos.
Por cierto, como ha ocurrido en cada uno de los crímenes supuestamente relacionados con la delincuencia organizada, el asesinato del ex director del penal viene quedando en el olvido, no sabemos nada de algún avance en las investigaciones -si es que se están haciendo-, como tantos sucesos más, pasará a formar parte de los casos de impunidad, para ello sí se las gastan nuestras autoridades.
¿Recuerda usted al subprocurador Andrés Dimitriadis Juárez? En el homenaje de cuerpo presente se juró y perjuró que no se descansaría hasta dar con los responsable de su muerte, pero ¿en qué quedaron esas promesas? Es toda una historia de corruptelas e incongruencias de parte de aquéllos que están en cargos públicos con el compromiso de darnos seguridad y prevención del delito.
¿Cómo quieren las autoridades que exista confianza en su desempeño?, Poder Judicial, Procuraduría o Secretaría de Seguridad están en la quinta chilla, lo único que dan es vergüenza, pero eso sí, cobran religiosamente lo que les corresponde y hasta lo que no por sus mediocres servicios.
En lo que compete a Atlacholoaya, lo menos que se debe exigir es que se castigue con todo rigor a quienes permitieron la fuga de los presos, de otra manera comenzarán a suceder acontecimientos como éstos a sabiendas de que no pasa nada, el negocio puede seguir sin ninguna consecuencia.
Claro, de entrada serán los guardias de seguridad que eran responsables del traslado de los fugados, pero si el asunto es sospechoso, tiene que haber personajes de mayor rango en el nivel de autoridades complicados en este problema.
No nos chupamos el dedo, este reclusorio, como todos los demás de menor tamaño, es un espacio donde corre libremente el consumo de todo tipo de enervantes, eso de las bebidas alcohólicas es lo de menos, el gran negocio está en la distribución de drogas y para ello se cuenta con más de dos mil 500 clientes cautivos del autogobierno, que sí existe, custodios y demás "servidores públicos” de ese engorroso sistema penitenciario.