Es cierto, buena parte de los dirigentes y figuras sobresalientes llegaron a calcular que el tricolor obtendría resultados casi similares a los del 2009, cuando se quedó prácticamente con todos los ayuntamientos y diputaciones locales y federales, pero los números no cuadraron, el platillo más codiciado que era Cuernavaca está a la deriva y prácticamente perdido.
Por todo eso la conclusión del priísmo es que no se lograron las expectativas y por lo tanto, la actual dirigencia estatal no tiene merecimientos para mantenerse al frente, y en parte tienen razón, porque Becerril no pareció estar a la altura de las circunstancias; por su experiencia, formación profesional y presencia como político morelense se llegó a pensar que sería garantía de sendos triunfos, pero nunca defendió con el empuje debido a sus cuadros, particularmente aquellos en los que tenían que pelearse por ser estratégicos hacia la justa del 2018, donde estará en juego la gubernatura.
Y lo decimos porque fue hasta ofensiva la agresividad con la que actuó el partido en el gobierno a favor de sus cuadros y en contra, muy en especial, de los abanderados del Revolucionario Institucional. Sin embargo, Becerril se limitó a hacer algunas declaraciones en su oportunidad pero no fue más allá, de ahí el sentimiento de muchos de sus correligionarios, que estiman que fue excesivamente tibio.
Bueno, hay aquellos que le atribuyen ese comportamiento debido a que negoció algunas posiciones por beneficios personales, en lo que nosotros diferiríamos, porque lo conocemos como un hombre recto y comprometido con su partido, del que además, ha recibido muchos beneficios, porque ocupó posiciones relevantes hace unos años, como haber sido senador o secretario de Desarrollo Económico en tiempos de Antonio Riva Palacio.
En Cuernavaca, por ejemplo, mucho antes de la jornada del 7 de junio, se veía con bastante claridad que, si era necesario, les robarían la alcaldía por la vía que fuera y el CDE no hizo mucho por evitarlo, acaso lograron el apoyo de algunas figuras como el dirigente nacional César Camacho, o del diputado federal Manlio Fabio, pero más por relaciones de la corriente de Maricela Velázquez y otros personajes que por el líder del tricolor.
Sin embargo, es casi un hecho que esta nueva reestructuración los volverá a llevar al enfrentamiento interno, a una batalla campal por la búsqueda de grupos y corrientes que desean apoderarse del control partidista a fin de llegar a la elección del 2018 con posibilidades de amarrar candidaturas y si no, al tiempo.
Y la consecuencia ya la sabemos, buena parte de los cuadros y bases que le quedan, acabarán buscando asilo en otras trincheras si es que no logran el objetivo de quedarse con el CDE. No le demos vueltas, ahí, como en la mayoría de los otros partidos, todos buscan beneficios e intereses, si no los obtienen, emigran, el amor a la camiseta y a la institución parece ser cosa del pasado, por eso la fidelidad es casi nula.
Será un desgaste terrible, pero en medio de todo lo malo que les pueda ocurrir, igual y lo mejor sea que desde ahora formalicen un nuevo comité directivo a fin de que les dé suficiente tiempo para sanar las heridas hacia la siguiente contienda en la que tienen la oportunidad de recuperar la gubernatura.
Su único consuelo es que en las otras trincheras tampoco pasan por el mejor momento, PAN y PRD sufren de las mismas dolencias, porque tampoco pudieron cantar victoria como ganadores del proceso reciente, pero eso no es excusa para justificar sus fracasos. Por lo pronto, sí apreciamos que los cambios en la dirigencia puedan venir pronto, finalmente ya también a nivel del CEN entraron en una etapa de pasividad que les permite atender a los priístas morelenses.
Tampoco podría desconocerse que desde la cúpula del partido se dieron elementos como para enfrentar dolorosas derrotas: como siempre, se le dio prioridad a candidaturas y espacios para el CEN fundamentales, nuestra entidad es tan pequeña en el universo nacional de sufragios para cualquier partido, que en las alturas no les importa si se gana o se pierde y algo así sucedió, en lo que toca a Morelos.
Resolvieron la expulsión de Manuel Martínez Garrigós casi al cuarto para las doce, dándole margen para que desgastara al instituto hasta el cansancio, acortando los tiempos para que se pudieran elegir a los candidatos con calma, es decir, abonando en debilidad de aspirantes que se dieron al vapor.
Hay igualmente en torno a eso, un sentimiento de reclamo a la dirigencia nacional, porque se les ignoró y sólo se lanzó la convocatoria para ungir a Rodolfo Becerril ya cerca del proceso electoral, caso atropelladamente y en medio de una rebatinga entre grupos que peleaban dirigencia y candidatos para los suyos.
No tienen nada fácil el futuro, en este momento ni cuadros fuertes como para impulsar alguna de sus figuras hacia la gubernatura en el 2018. En medio de este escenario, se estima que habrán de perfilarse dos o tres, entre ellos, el diputado federal electo Matías Nazario Morales o el mismo alcalde capitalino Jorge Morales Barud, quien cobra figura y fortaleza en la carrera en puerta. Pero depende de muchos factores, porque aún no se conforman cabalmente algunos poderes como el Legislativo, donde pudieran aparecer más cuadros, pero insistimos, ahí van a la lucha descarnada por controlar el CDE.
P.D. luego de esta entrega, nos ausentaremos algunos días, volveremos a entrar en acción a partir del 10 de agosto, muchas gracias.