Si bien es cierto que internamente tampoco se han podido controlar fenómenos que vienen generando quebranto en la planta productiva nacional, como en el caso específico del narcotráfico y la delincuencia organizada, en buena medida, el estancamiento en el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) obedece mayoritariamente al impacto exterior.
El precio internacional del petróleo sigue a la baja, casi toca suelo y aún no se sabe con certeza hasta qué nivel descenderá. Era el soporte mayor en el ingreso del presupuesto del gobierno federal y por eso las cosas andan bastante difíciles.
No obstante lo anterior, como que caminamos entre luces y sombras, porque si bien los pronósticos sobre el desarrollo no son nada benevolentes, existen señales que parecieran indicar que, muy lentamente, se avizora una recuperación.
Y lo decimos porque algunas mediciones, desarrolladas por especialistas en la materia más allá de nuestras fronteras, ofrecían recientemente estadísticas que colocan a nuestro país como uno de los pocos con señales positivas en la materia.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo (OCDE) hizo publicar, en medios informativos especializados, que México, conjuntamente con China, India y dos o tres naciones más, se había colocado entre los países más progresistas.
Claro, la distancia entre el primero, China, con más del 7 por ciento de crecimiento en el PIB y México, con poco más del dos por ciento, es grande. Sin embargo, sí se situó por arriba de la absoluta mayoría de las economías emergentes de centro y sud América.
Es decir, acá seguimos considerando que vamos en picada, que no tenemos remedio y que vivimos casi de milagro. Sin embargo desde fuera hay indicios de que no vamos tan mal y que inversiones como las que están llegando en el ramo energético, nos pueden comenzar a levantar.
Y le damos cierta credibilidad a lo que se menciona, porque viene de instancias fuera del alcance y control del gobierno mexicano, por lo tanto, no son maquilladas o arregladas como suele ser común de parte de nuestra autoridades.
Por lo tanto, sí hay razones para considerar que por ahí a partir de mediados del 2016 se empiecen a ver ciertas señales de mejoría en el desarrollo mexicano, que tampoco resolverán nuestras necesidades, pero que podrán indicar que en la segunda mitad del actual sexenio, habrá cierto despegue.
Son pues inversiones de la iniciativa privada las que parecen estar ofreciendo estas posibilidades de recuperación, porque existen sectores, que por descuido o falta de políticas y estrategias correctas, presentan algún nivel de retroceso, como en el caso de la productividad agropecuaria que mostró baja en el PIB.
Para algunos analistas, muchas veces este tipo de coyunturas desafortunadas ponen a prueba las fortalezas y debilidades de un país, el sacrificio también es positivo, porque lleva a valorar muchas cosas. Manuel Leví Peza considera que al no contarse ya con los enormes recursos que ofrecía la venta del petróleo, México está obligado a diversificar su actividad económica y productiva, algo que se debió hacer hace décadas y eso es bueno.
Igual y al paso de algunos años, se puede encontrar el camino más adecuado, pero sí se tiene que enfrentar un periodo considerable de escasés que lo van a sufrir muchos, sobre todo aquellos que ya padecen grave marginación.
Hay algo que llama la atención, que desde el interior del país se considera a la actual como una administración de escasos o nulos resultados. Sin embargo, desde fuera, la visión es distinta, incluso se pone a la economía mexicana como ejemplo de naciones en desarrollo al centro y sur del continente.
Como beneficiarios o víctimas de las políticas económicas oficiales, medimos su desempeño con base en las experiencias pasadas, difícilmente tomamos en cuenta la incidencia que en nosotros tienen decisiones de carácter internacional que son las que nos tienen casi postrados.
Bueno, en opinión de muchos, habrá dos o tres generaciones de mexicanos perdidas, por la falta de oportunidades de trabajo y de formación profesional, ante la imposibilidad económica para ello; y no parecen estar mal en su visión, por eso el florecimiento de la delincuencia.
Claro, sobrada razón tienen aquellos que atribuyen la mayor parte de nuestras desgracias a un comportamiento para nada solidario de los políticos y gobernantes con su pueblo. Si hay que apretarse el cinturón para poder superar adversidades, que sea parejo, porque ellos siguen derrochando y gastándose nuestros impuestos sin misericordia.
En su oportunidad, la administración federal decidió aplicar un recorte de personal importante, lo mismo que algunos estados, pero vemos cómo se siguen asignando bonos millonarios nuestros diputados federales y senadores, como si estuviéramos en bonanza.
Realmente eso es lo que molesta al ciudadano, si apreciara algunas señales de cordura y austeridad en los poderes o el gobierno, otra cosa sería, pero mientras buena parte del pueblo mexicano vive de milagro, ellos continúan viviendo en otro mundo.
La corrupción es un cáncer que viene destruyendo lo poco valioso que tenemos como nación o estado y es la responsable de que hoy vivamos en medio de la delincuencia e inseguridad, porque desde el régimen se permite cualquier cosa con tal de abonar en mayores beneficios en bien de pequeños monopolios incrustados en el poder.
Si el estado de derecho se aplicara por lo menos en lo más sustancial, otro gallo nos cantaría, seguramente que las inversiones se multiplicarían, pero sucede todo lo contrario, la escasa planta productiva que tenemos se viene desmantelando por los efectos de los delincuentes, se acaban ingresos, empleos y oportunidades, que para recuperarlos, pueden pasar décadas, claro, si no es que seguimos por el mismo camino. Pero no obstante todo eso, hay pues ciertos claroscuros que advierten de una leve recuperación en el crecimiento económico del país.