Ayer, algunas madres de desaparecidos, asesinados, o secuestrados volvieron a presentarse en el altar instalado en la entrada principal del palacio de gobierno para reiterar que en lo que a ellos se refiere, no hay respuesta oficial y, por lo tanto, la lucha seguirá hasta que alguien les haga caso.
En esta ocasión y con motivo de navidad y año nuevo, llevaron arreglos, simulando regalos, con la imagen de cada una de las víctimas, como una expresión de dolor y de aprecio a todos aquellos que pudieron sufrir alguna agresión, pero de quienes no se sabe nada. Por ese motivo los siguen reclamando con vida.
En ese altar hay unas 40 fotografías de igual número de afectados, pero si usted se da una vuelta por las oficinas de Correos, ahí en el centro, encontrará otros tantos más, para quienes se pide ayuda a fin de encontrar su paradero, porque finalmente son cientos y en apenas dos o tres años.
De paso, algunas quejosas consideraron que por lo menos hasta ahora, la ley de víctimas ha sido sólo de decoración, no hay apoyo alguno y acusaron a los miembros del comité de no hacer nada, bajo el argumento de que aún no se cuenta con todas las herramientas ni con marco normativo completo.
Pero Teresa Ulloa, presidenta de la coalición regional contra el tráfico de mujeres y niñas en América Latina y el Caribe, abundó en críticas respecto a la insuficiencia de trabajo para esclarecer tantos delitos, pero aprovechó para hablar un poco respecto al caso de las fosas clandestinas en Tetelcingo, Cuautla.
Aquí mencionó algunas cosas interesantes, que por lo menos hasta hoy no se sabían, como aquello de que más de 80 cadáveres, de los 150 depositados en esos lugares, corresponden a personas –hombres y mujeres- que estuvieron presos en algún penal del estado.
Informó que, como parte de la comisión que colabora en la identificación de expedientes en el caso que nos ocupa, se revisaron más de 100, pero con mucha más minuciosidad, aquellos que por algún motivo llamaban la atención y es así como se fueron logrando ciertos avances.
Una cosa les parece clara: muchas pruebas periciales no se hicieron y entonces se tendría que llamar a cuentas a quienes cometieron esas omisiones, ya que existen muchas lagunas en todo eso y necesariamente hay responsables. Pero se indicó que se han logrado algunas identificaciones en todo ese esfuerzo que se está haciendo.
El camino para algunos de los que continúan pidiendo justicia es ya largo, porque en el altar hay imágenes que vienen desde el 2011, es decir, son más de cuatro años, tiempo que tampoco ha doblegado a padres, familiares y amigos que no se resignan.
Y la verdad, es que tampoco el dolor parece venir a menos, porque a algunos casos les venimos dando seguimiento y los dolientes llegan con la misma expresión de dolor, impotencia, sufrimiento y como decían, la mayoría de los hogares en Morelos se preparan para festejar navidad y año nuevo, pero en su caso enfrentarán el vacío que provocó la ausencia de alguno de sus integrantes, que no estará en la mesa y será motivo de tristeza.
Claro, habría que estar en los zapatos de algunos de ellos, aunque no deseamos ni pensarlo, porque se tiene que ser muy fuerte para aguantarlo. Sin embargo, son las consecuencias de un mundo de complicidades, de corrupción y de omisiones de todos los niveles de autoridad, que siguen permitiendo la impunidad a quienes causan el dolor ajeno.
Este 2015 fue un año bastante complicado en muchos sentidos, el de la inseguridad no fue la excepción y si bien es cierto que el grado de violencia y saña con que se asesinaba a algunas víctimas pareció disminuir, de todos modos los índices de criminalidad casi se mantuvieron.
Seguimos siendo testigos de hecho desafortunados diariamente, pero sin duda que el hallazgo de las fosas clandestinas en Tetelcingo fue lo que más polémica aportó a todo el escenario y sigue teniendo en jaque a la Fiscalía General de Justicia del estado.
Siendo honestos, si hay algo que se le pueda atribuir a la actual administración, que ya entró en su segunda mitad, es fortalecer la infraestructura de prevención y persecución del delito. La inversión orientada a ambas actividades es cuantiosa: se construyeron tres cuarteles policiacos, el más grande en la parte sur, se aceleró la capacitación de los cuerpos policiacos y se siguen aplicando exámenes de control de confianza.
El C-5 es también otra de las obras desarrolladas en esos tres años, con el propósito de elevar el nivel de rastreo, inteligencia e investigación, aunque todo indica que no se ha logrado la instalación de las mil 200 video cámaras que serían los ojos y oídos de del centro.
A ese respecto no se cuestiona mucho, sin embargo, no parece tener un reflejo del mismo tamaño en los resultados, porque los delincuentes siguen haciendo de las suyas a pesar de todo ese aparato;por eso muchos siguen insistiendo en que la complicidad entre autoridades del ramo y los malosos sigue vigente.
Es más, como que se descuidaron otros frentes a fin de orientar más dinero al ámbito de la justicia y seguridad, porque el campo, la industria o el turismo vieron disminuidos sus presupuestos, contrastando significativamente con el otro aspecto.
Y fue a nivel de persecución y sanción del delito donde se quedó a deber mucho, todas esas reacciones de familiares de víctimas cuyos casos no se han resuelto, son señal de que los culpables andan en la calle, haciendo de las suyas, cuando deberían estar tras las rejas. Por lo tanto, es aquí donde se tendrá que reforzar el trabajo si se quiere cambiar el rumbo y evitar los gritos y reclamos de aquellos que se sienten desatendidos.