Algunas campañas de concientización lograron disminuir esas cifras en un 46%, pero de todos modos los infantes que tienen que ganarse la vida siguen siendo muchos y ello sólo es producto de los preocupantes niveles de marginación por un lado y la desintegración familiar por otro, porque sobre todo en las ciudades el abandono de pequeños son parte del problema.
En el caso muy concreto de Morelos, son los jornaleros agrícolas el sector que se ha significado por la mayor explotación de niños, algunos programas oficiales han dado resultados parciales y se aprecia disminución del fenómeno, sin embargo, es difícil de erradicar por la necesidad de cientos de familias de ingresos complementarios para contar con lo indispensable para vivir.
La inclusión de menores de edad en tareas de producción agrícola no es cosa nueva ni privativa de Morelos, el caso es nacional e histórico y desde la óptica de los padres no resulta ser un acto irregular, sin embargo al paso de los años se han generado normas que velan por el interés y derecho de todos aquellos que aún no alcanzan los 14 años.
No obstante representa un esfuerzo inapropiado para los niños, consideramos que es mucho más delicado lo que vemos en las ciudades, los limpia parabrisas, traga fuegos, vendedores de todo tipo de mercancías, a diferencia de los que se suman a las tareas de cultivo, que forman parte de una familia y cuentan con un hogar, los niños de la ciudad suelen dormir en cualquier esquina y en un alto porcentaje no tienen un hogar ni un padre o una madre a los cuales recurrir.
Bueno, allá en la parcela este tipo de esfuerzos hasta son parte de la formación del ser humano en el trabajo y la responsabilidad, desde temprana edad se forja un carácter que generalmente tiene repercusiones positivas a lo largo de la existencia.
En lo que toca a aquellos menores que deambulan por las calles sin rumbo ni destino, el asunto es verdaderamente grave, porque suelen ser todo lo contrario, son explotados por gente sin escrúpulos, con los que no los une ninguna consanguinidad y el trato es rudo y despiadado.
Buena parte de ellos inician prontamente actividades delictivas, por la propia naturaleza del entorno en que se encuentran. Son el derivado de la falta de conciencia y valores de aquellos que los procrearon.
Algunos vienen de madres solteras, que por falta de tiempo para atenderlos debido al trabajo obligado a desempeñar, los dejan libres y sin formación académica.
Otros son víctimas de los divorcios y conflictos entre la madre y el padre, que con vicios arraigados en el alcoholismo y hasta drogadicción, acaban separados sin ver el daño que ocasionan en sus descendientes.
Es pues todo un fenómeno que se antoja creciente y con poca atención de las instituciones oficiales que quizás no cuenten con los suficientes recursos económicos para poder ofrecerles un espacio distinto y la oportunidad de ir a la escuela.
La delegada Gómez Orihuela recuerda que la Ley Federal del Trabajo contempla sanciones contra quienes utilicen a niños en tareas laborales inherentes a los adultos, está bien, pero insistimos, el punto más grave es el de los niños de la calle que evidentemente son explotados y ahí no se ve mucha intención de corregir el camino.
Pero reiteramos, eso es un factor irremediable de sociedades con escaso nivel de desarrollo, en economías más fuertes como la de Estados Unidos no se ven limpia parabrisas o traga fuegos, la mendicidad es muy escasa, pero hay programas fuertemente financiados que están orientados a eliminar tales focos rojos, aquí si existen, son sólo de escritorio y papel, en la practica son un fracaso.
Bueno, ni siquiera hay un censo que nos pueda decir con precisión cuantos infantes viven en esa total desprotección, eso refleja el grado de desatención, aunque tampoco es nada fácil de controlar, porque esos seres llegan a rechazar cualquier ayuda institucional porque están acostumbrados a no rendirle cuentas a nadie ni a respetar reglas y normas, están hechos en la rudeza y muy cerca del salvajismo.