Decimos esto, porque un grupo de priístas que formaron parte de aquellas generaciones que enterraron al partido antes del 2000, andan desesperados tratando de regresar, no lo que se llevaron, que quede claro, sino por lo que se les olvidó.
Sí, se trata de rostros muy conocidos para quienes vivieron aquella etapa de hegemonía del tricolor que la fueron perdiendo hasta ser desterrados, no por sus buenas acciones, sino porque a juicio de la mayoría del electorado, cometieron excesos que fueron castigados en las urnas.
Aprovechando el proceso de elección de la dirigencia estatal del Partido Revolucionario Institucional (PRI), que por cierto ya se prolongó demasiado, ayer organizaron una rueda de prensa en conocido restaurante para demandar un "proceso de unidad" para la unción del nuevo dirigente partidista.
Es decir, muchos de esos que cuando les conviene reclaman democracia y elección abierta como debe ser, hoy argumentan que eso llevaría a un enfrentamiento interno, porque no saben perder, y que lo mejor es la designación, o sea el tan satanizado dedazo.
Algunos de ellos pensaron inicialmente en Víctor Saucedo Perdomo como el viable por la vía de la imposición, hoy dicen ir con Samuel Palma César, que no se nos hace un mal hombre, cuenta con carrera política y formación, pero ha caído en manos de muchos, que a pesar de no ser muy viejos, se les considera dinosaurios por haber sido parte de aquellas estructuras que enterraron al instituto a finales del siglo pasado.
Y mire, es muy posible que varios de esos priístas tampoco sean responsables de lo que ocurrió, sin embargo, públicamente quedaron estigmatizados y por lo menos aquellos que los identifican como elementos que correspondieron a un tiempo rebasado, no quiere saber más de ellos.
Cuando algún concepto se convierte en verdad pública es muy difícil cambiar la impresión de la colectividad. Un ejemplo claro fue el del ex gobernador Jorge Carrillo Olea, el señor, para quienes lo conocen de cerca, no es de ningún modo un secuestrador, violador, delincuente, como se afirmaba en su oportunidad en medio de las luchas internas en el PRI, sin embargo la mayoría social se quedó con esa verdad y desvanecerla es casi imposible.
Eso pasó con muchos personajes del Revolucionario Institucional que pudieran estar pagando culpas ajenas, pero reiteramos, es el concepto que públicamente tienen por las razones que sean.
Si en verdad piensan que pueden volver al ejercicio pleno del mandato, tendrá que ser mostrando una nueva cara en el CDE y las que ayer vimos no son. Se requieren cuadros diferentes y actitudes distintas.
Los tiempos actuales reclaman apertura y democracia, transparencia en los actos de cada quien, no pueden seguir aferrados a métodos arcaicos de imposición, que fueron parte central del enojo popular que los llevó a la derrota.
La única manera de regresar con un priísmo fuerte, es que permitan a militantes y simpatizantes ser parte misma de la elección de la nueva estructura partidista, es absolutamente real que la mayoría de las estructuras quiere que el asunto se dirima en las urnas, porque es lo legal.
Eso de un "candidato de unidad" habría que preguntarles ¿unidad de quienes, de una camarilla que de antemano se sabe derrotada y busca un dedo superior? Pero insistimos, aquellos que ya tuvieron una oportunidad de ejercer mandato o estar cerca de quienes lo hicieron añoran los viejos tiempos, de ninguna manera aceptan que la política moderna debe corresponderle a las nuevas generaciones.
Eso sin embargo, es parte de las inercias que no permiten el cabal resurgimiento del instituto político que, a pesar de contar con todas las posibilidades para reinstalarse en el Gobierno de Morelos o en la misma Presidencia de la República, pudiera quedarse en el camino porque algunas de sus células sólo atienden intereses personales o de grupos, que en casos como el que nos ocupa, son insignificantes, a tal grado que ni siquiera representarían una escisión en caso de que optaran por salirse, por el contrario esa limpia sería ideal.