Mucho se ha polemizado respecto al destino del préstamo de dos mil 806 millones de pesos autorizados al gobernador por la legislatura anterior, y que a pesar de que la Entidad Superior de Fiscalización dio por cerrado el asunto, sosteniendo que fue bien aplicado, para nadie fue claro cómo es que tanto dinero no aparece en alguna acción significativa a favor de los morelenses, que somos los que con nuestros impuestos pagaremos tan pesada carga.
Pero no contento con lo anterior y entrampado en un laberinto que lo mantiene casi paralizado por falta de dinero para mantener el barco a flote, ahora Ramírez Garrido insiste en la búsqueda de otro crédito por mil millones de pesos más.
Eso es inadmisible, por donde se le quiera analizar; las instancias competentes en la materia no deberán ceder a tales pretensiones, sobre todo luego de que no se han aclarado las dudas en torno a lo que se hizo con el débito anterior.
Bueno, es el momento en el que no se define la construcción de la nueva sede del Poder Legislativo, para cuyo objetivo se incluyeron casi 500 millones de pesos en el monto general autorizado, y la pregunta sigue siendo: ¿dónde está esa suma?. Hay quienes, desde dentro de la administración aseguran que ya se lo gastaron, como han hecho con diversas fuentes de ingresos que no les corresponden, pero que ante la desesperación por cubrir cuantiosos desvíos, echan mano de manera irregular.
Imagínese usted, el tabasqueño recibió una deuda de mil 600 millones de pesos en el 2012, todavía no cumplía los dos años cuando la incrementó a cerca de seis mil millones y con algunos adicionales –pasivos a proveedores, deudas diversas-. Anda en torno a los ocho mil millones, pero quiere más, porque no hay dinero que le alcance para seguir viviendo como príncipe, conjuntamente con su pareja Elena Cepeda y su hijastro Rodrigo Gayosso Cepeda.
Por el bien del estado, alguien debe ponerle un freno a la voracidad de Ramírez Garrido. Morelos no merece ser tratado de esta manera y la Federación tendría que asomarse un poquito a lo que viene ocurriendo en su gestión, porque el robo al erario no tiene precedentes y a los ojos del ciudadano, desde las esferas superiores de gobierno, pareciera haber complicidades a fin de que el señor continúe haciendo de las suyas, por eso crece el enojo también contra aquellos entes gubernamentales.
Y por cierto -ojalá que quienes lo afirman tengan boca de profeta- ahora se dice que Graco ya está haciendo maletas, que se estaría separando del cargo en agosto para ir a buscar la dirigencia nacional del Partido de la Revolución Democrática (PRD). Sería mucha suerte, aunque a decir verdad, es de considerar que hace buen rato dejó de disfrutar el ejercicio del poder en el estado, de no ser por la lana que se sigue llevando, que es a lo que vino esa pandilla.
Sus apariciones públicas son más actos protocolarios en eventos en los que va como invitado, que acciones de gobierno en bien de la entidad; así que como que se viene encerrando gradualmente y en Casa Morelos, porque en Palacio ya no da la cara. Su despacho, en el que invirtió más de cinco millones de pesos para blindarlo y mejorarlo, se encuentra abandonado; a veces acude una vez al mes y quien cubre la mayor parte de su agenda es el secretario de Gobierno, Matías Quiroz Medina, quien se supone, se quedaría a cargo. Cualquiera que llegara cambiaría el rumbo y para bien, es Graco y familia quienes alimentan la animadversión contra las instituciones públicas, ¿no le parece?