En alguna de sus etapas, esas instituciones buscaban corresponder con el ciudadano, desarrollando tareas de gestión ante las diversas instancias gubernamentales, sin embargo, al paso del tiempo son verdaderos elefantes blancos en tiempos no electorales.
Lo vemos en este momento, sus estructuras –y nos referimos a todos- están paralizadas, sobre todo si por ser oposición al gobierno en turno, enfrentan insuficiencia de fondos para actuar como enlace entre gobernantes y gobernados.
Son pues hoy día entes electoreros, que sólo salen a la calle a buscar el cobijo del electorado cuando necesitan del voto para sus cuadros de competencia electoral en las elecciones, pero han perdido toda identidad, confianza y cercanía con el pueblo, a pesar de que son miles de millones de pesos del erario público los que se gastan para la manutención de dichas instituciones.
Durante el proceso de elección del año anterior, a nivel nacional, se destinaron casi cinco mil 500 millones de pesos y solamente el Partido Revolucionario Institucional recibió tres mil 376 millones, por mil 155 de Acción Nacional y 886 millones el de la Revolución Democrática.
Para el caso de Morelos, por sus dimensiones, no hablamos de miles de millones, pero sí de cientos que para el ciudadano es un desperdicio porque no se traduce en beneficio alguno. Por el contrario, aquellos cuadros que logran algún cargo de elección, se transformarán en una pesada carga, porque su desempeño será en función de intereses personales, de partido o de grupo.
Por esos motivos, el sistema partidista atraviesa por sus peores momentos, no representan a nadie, dejaron de ser útiles y en su interior generalmente priva una lucha permanente por la disputa de espacios entre sus grupos o corrientes y hoy tenemos el ejemplo claro del PRI.
Las instalaciones de su dirigencia fueron tomados por priistas que reclaman ya una reestructuración de mandos, al considerar que el dirigente estatal Rodolfo Becerril Straffon está de decoración, no hay trabajo alguno de promoción.
Como que los inconformes están calculando los tiempos, saben que luego del 5 de junio, cuando se realice la elección en una docena de estados de la república para elegir a gobernadores, se iniciarán los trabajos para renovar el CDE y por eso han decidido adelantarse y apretar.
En otros tiempos, por lo menos sus representaciones en los ayuntamientos o sobre todo en el Congreso local promovían el debate a nombre del partido, pero hoy día ni eso, la bancada se encuentra pasiva y casi de adorno, por los acuerdos de trato civilizado con el resto de los poderes estatales.
Desde luego que a los tricolores rebeldes los animan intereses políticos y aspiraciones personales, sin embargo tampoco les falta razón cuando mencionan que la actual dirigencia se echó a dormir y a vivir de las prerrogativas que reciben mensualmente sin buscar promover al instituto.
Pero en el resto de las trincheras las cosas no son muy diferentes, Acción Nacional está además dividido y enfrentado, la nueva dirigencia estatal, por primera ocasión, surgió de fuerzas contrarias a lo que se llegó a denominar como la “Sagrada Familia”, que por décadas monopolizó las decisiones y administró el ejercicio del poder durante los 12 años que gobernaron a Morelos.
Incluso el PRD, no obstante ser partido en el poder, muestra escasa presencia, debido a que la imposición de Rodrigo Gayosso como dirigente estatal de parte del gobernador Graco Ramírez, no es aceptada por la mayoría de la militancia de izquierda. Bajo su punto de vista, el CDE se encuentra secuestrado y manipulado, ya sea desde Palacio de Gobierno, o desde las instalaciones del sistema estatal DIF-Morelos.
La actividad en el resto de los partidos es imperceptible, porque sus alcances son medianos o pequeños, no obstante, reciben mensualmente, igual que los grandes, sumas considerables de dinero para su subsistencia y sin corresponder en lo más mínimo.
La ventaja de la mayoría de dichas instituciones es que, a diferencia del PRI, ya tienen definidas sus dirigencias, pero en lo referente al tricolor comienza a entrar nuevamente a una debacle, consecuencia de la ya larga indefinición de sus mandos, porque hace mucho que no eligen a un presidente por las vías conducentes.
Becerril ocupa de manera interina el espacio que dejó Manuel Martínez Garrigós, quien tampoco fue electo por las bases, de tal manera que sus representaciones adolecían del respaldo mayoritario de los militantes.
Pero como decíamos, la del PRD se antoja una dirigencia ilegítima e inmoral, todavía con mayor descrédito que la del Revolucionario Institucional, porque Rodrigo Gayosso fue instalado a contrapelo y el sólo hecho de que encarne ahí los intereses de Graco Ramírez y Elena Cepeda, su madre, es más que suficiente para que nadie quiera acercarse.
Respecto al PAN, pues ya ve usted que recientemente su diputado federal Javier Bolaños Aguilar, recriminó a la bancada local el que hubieran votado a favor de una auditoría especial a la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM), haciéndole el caldo gordo al gobernador, que es quien se encuentra detrás de tal acción. Es decir, los azules traen fuertes diferencias entre sí, está claro.
Bajo estas condiciones, se advierte que las tres grandes fuerzas partidistas locales llegarán al arranque de los trabajos electorales con rumbo a la justa del 2018, con serios problemas de unidad y fortaleza, porque han dejado de cumplir la responsabilidad de ser gestores sociales.
La población en su conjunto no tiene nada que agradecerles y sí mucho que recriminarles, porque en lo que respecta a panistas y priistas, no han aprovechado su calidad de opositores al régimen para levantar la voz en nombre de los morelenses, y ante tantas arbitrariedades y actos de corrupción de la pareja gobernante, optaron por beneficios monetarios y eso lo pagarán en las urnas. En concreto, para el pueblo, no tienen razón de ser, son una carga para el bolsillo de los contribuyentes.