Hasta no hace mucho, eran tres los personajes con los que se apreciaba imposible lograr la reconciliación, particularmente porque no coincidían con las políticas aplicadas en aspectos fundamentales como el combate a la delincuencia: el alcalde de Cuernavaca, Cuauhtémoc Blanco Bravo, el rector de la universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM), Alejandro Vera Jiménez y el obispo de Cuernavaca, Ramón Castro Castro.
El primero, tal vez por institucionalidad, decidió entrar en una tregua y dedicarse a las tareas del gobierno municipal. Sin embargo, los otros dos se mantienen en la misma línea y es claro que son una piedra en el zapato para el tabasqueño, porque con datos muy precisos, le refutan todo tipo de aseveraciones y cuentas alegres en lo que se refiere a resultados de su administración.
A Ramón Castro difícilmente le encontrará algún flanco mediante el cual minar su ascendencia social, pero en lo que se refiere al rector, ya echó a caminar un instrumento que tratará de usar para detener las permanentes andanadas de crítica y descalificación de su ejercicio de gobierno: el desarrollo de una auditoría especial a la máxima casa de estudios.
Si bien ha sido el Poder Legislativo el que aprobó la decisión, todos sabemos de dónde salió la instrucción, de Palacio de Gobierno.
Vera Jiménez y el poeta Javier Sicilia lo traen atrincherado desde hace mucho, sus voces cobran cada vez más resonancia y presencia en el contexto socio-político del estado, mientras Graco pierde autoridad y es cada vez más repudiado desde el sector social.
Intentará poner en duda la transparencia con la que se han utilizado los recursos en diversos programas de la UAEM, a fin de usar esa información como instrumento de control político. Sabe que moralmente ya no es competente ante ellos y va por el revanchismo utilizando la fuerza del poder público.
Lo triste es que continuamos viendo el acompañamiento de otros poderes en las pretensiones malsanas de jefe de gobierno, facilitando los instrumentos para que éste continúe haciendo daño a aquellos que han tenido el valor de contradecir sus números y discursos alegres y demagógicos respecto al desempeño institucional.
No acepta los contrapesos, pero gradualmente se sigue hundiendo en el descrédito y es hoy una de las figuras más despreciadas por la ciudadanía. Amén de los liderazgos, podrá ser Graco el más conocido entre las figuras políticas y sociales en el estado, pero a diferencia de otros, como Vera y Castro, es el que carga con el repudio casi total de los morelenses y esa es su preocupación.
Pero además, ¿cuál será la instancia que desarrolle la auditoría especial a la UAEM? pues la Entidad Superior de Fiscalización, o sea, Vicente Loredo Méndez, ex asesor de la diputada federal perredista Lucía Meza Guzmán, impuesto en el cargo desde palacio a fin de que desvaneciera pruebas y evidencias de malversaciones en el caso del crédito concedió a Graco por dos mil 806 millones de pesos.
El personaje ya dio muestras de su servilismo y fidelidad, efectivamente salió con que ese dinero se aplicó correctamente, no obstante que los morelenses nos seguimos preguntando ¿y dónde están las inversiones derivadas de casi tres mil millones? En ningún lado, pero documentalmente todo fue arreglado para que el robo no se sancionara.
Ahora bien ¿cuál será la instrucción de palacio de gobierno a Loredo Méndez respecto a la auditoría a la universidad? pues todo lo contrario.
Si no hay elementos para probar irregularidades, las va a tener que generar él y su equipo, porque la consigna es parar a como dé lugar a Vera Jiménez, porque le sigue creando muchos problemas a Ramírez Garrido. De entrada, es responsable, conjuntamente con Sicilia, de que la absoluta mayoría de los morelenses tengamos la percepción de que el tabasqueño vino a robar a manos llenas, secundado por Elena Cepeda y los hijos de ambos.
Claro, aquí tampoco se le pueden negar créditos a otro frente, como la Coordinadora Morelense de Movimiento Ciudadanos (CMMC), que encabeza Gerardo Becerra Chávez de Hita, y que fue la que impulsó la denuncia de juicio político, y a pesar de que no prosperó por razones poco honestas, el golpe dado a Graco y su gobierno ha sido mortal.
Y lo hemos dicho en otras ocasiones, en política hay tropiezos que son más contundentes que los legales, porque van convirtiéndose en una verdad pública que nadie puede controlar y ejemplificábamos con el caso de Jorge Carrillo Olea, que por cierto, fue víctima de muchos personajes, como el entonces presidente Ernesto Zedillo Ponce de León, que usó a Graco para golpearlo y desgastarlo.
Al final de todo, don Jorge fue exonerado por los cargos penales que se le hicieron, pero socialmente condenado, porque la percepción ciudadana así lo dispuso. En lo que toca a Ramírez Garrido, haga lo que haga, es un político considerado como perverso, mañoso, demagogo, traicionero y corrupto y esa percepción ni Dios padre se la va a quitar, así que quienes piensan que ha venido ganando la batalla, igual y están equivocados, tal vez la legal, pero la política y social no, y a los políticos les duele y afecta más ésta última.
Y como reitera él mismo cotidianamente, como si aún anduviera en campaña, “ustedes lo van a ver”, la factura electoral a cobrar será muy significativa en el proceso que viene, porque los daños al estado son muy grandes. Lo extraño es que hay veces que pareciera que realmente no lo ve así, porque continúa insistiendo en que es ejemplo a seguir como gobernador.
Pero tampoco será el único que pague las consecuencias de todo este desaseo y persecución; aquellos que puntualmente se prestan a sus perversidades seguramente se verán arrastrados en el descrédito y la desconfianza popular. Porque no actúa solo.
Para conseguir sus objetivos tiene que echar mano de otros actores. Y si bien en los medios informativos formales hay cierto control al respecto, las redes sociales dan fe de que el pueblo no se va con la finta, sabe cómo se tejen los intereses y cuáles son los malsanos propósitos de quienes los han venido armando.