El Centro Histórico de la capital, ya sea Plaza de Armas o el recinto legislativo local, son los espacios donde confluye toda clase de expresiones de corte social y sobre todo en los días recientes los manifestantes se han visto obligados a compartir los escenarios, porque ya les son insuficientes.
Ha habido días en los que aparecen cinco o seis movimientos que paralizan la ciudad por unas horas, provocando toda clase de efectos negativos, ya sea en lo que corresponde a la circulación vehicular, o en lo que se refiere a la baja en ventas de los comercios y negocios que prestan servicios en el primer cuadro de Cuernavaca.
Lo anterior, es una muestra de la insatisfacción e inconformidad de amplios grupos y sectores de ciudadanos que tras haber sido ignorados en sus peticiones a fin de resolver todo tipo de carencias y necesidades, usan como último recurso el salir a las calles.
De esta movilización popular, un 70% llega a gritar frente a las puertas de palacio, a demandarle al gobernador Graco Ramírez y sus colaboradores un poco de esfuerzo y de comprensión, aunque generalmente son ignorados y desde hace unas semanas desplazados hacia las calles aledañas al edificio gubernamental, porque la plaza está cerrada por remodelación.
Un 25% son dirigidas al recinto legislativo y quizás el restante 5% contra el Ayuntamiento. Es decir, es el estado la instancia de gobierno que mayores problemas y conflictos viene enfrentando, debido a un notorio descenso en la actividad.
Desde luego que es desalentador para los gobernados observar que el régimen parece haber olvidado su compromiso de ser instrumento de conducción y orientación en la lucha por el desarrollo, paz y prosperidad de los morelenses.
La prolongada inactividad se refleja en nulos actos oficiales, los secretarios de despacho están ausentes de la vida cotidiana, la inversión pública es mínima, por lo tanto no hay nada que anunciar al pueblo. No recordamos algún periodo con tan elevado grado de pasividad, sobre todo a mitad de sexenio, cuando se supone que el trabajo es intenso y la figura política principal que es el gobernador casi no tiene descanso, debe atender una agenda de giras y recorridos por el territorio para verificar el cabal cumplimiento de compromisos en cabeceras municipales, pueblos y comunidades, pero hoy se advierte de una especie de orfandad en lo que a la figura de la autoridad frente al pueblo se refiere.
¿Qué es lo que está pasando?, no se tiene una explicación confiable, porque además, hay una posición de negación reiterada a ofrecer información, por parte de los actores, empezando por el propio Graco Ramírez Garrido. Ello alimenta la especulación y la rumorología, porque además, es el único recurso que nos queda a los informadores, frente a la censura descarada.
¿Quiere probar lo dicho aquí?, intente cuestionar al Contralor General de Gobierno Enrique Félix Iñesta y ya verá lo que le contesta. El señor simplemente se niega a ofrecer datos respecto a su desempeño al frente de esa dependencia. Y cómo no va a ser de tal manera, si al interior de la administración todo mundo hace lo que quiere sin respeto a las normas, conscientes de que la contraloría es un “elefante blanco”.
O sea, no tiene nada de qué hablar y así se podría ir de secretaría en secretaría, la situación es casi la misma, no hay avances prácticamente en nada, por lo tanto, tampoco agenda pública de los “servidores públicos”, que además sólo emulan a su jefe, que parece andar de vacaciones permanentes, aparece dos o tres veces al mes, el resto de su tiempo se la pasa buscando reflectores fuera del estado, sobre todo en la Ciudad de México o en reuniones de familia para ver cómo va el negocio del robo a las arcas públicas.
Por ello es entendible que surjan todo tipo de hipótesis, como aquello de que ya prepara maletas –las que ha llenado con el dinero del pueblo- para solicitar licencia al cargo, antes de que le caiga la barredora por tanto abuso y atropello a un estado que no merecía ser víctima de aventureros, oportunistas y mercenarios de la política como el tabasqueño.
Aquí se cumple cabalmente aquello de que todo vacío que no es ocupado por la autoridad lo llenan otras fuerzas, en Morelos han sido los movimientos populares y desde luego los delincuentes, que son quienes controlan más de la mitad del territorio, ante la incapacidad oficial.
Para lo único que abren la boca es para justificar sus ineficacias o para desarrollar campañas negras en contra de aquellos personajes a quienes consideran un riesgo para sus infames intereses futuristas, o porque les vienen pisando los talones con sendas denuncias a partir de evidentes acciones de corrupción.
Las secuelas de lo anterior, se reflejan en la agitación colectiva que se aprecia cada vez más frecuente y álgida, traducida en sendas manifestaciones en la vía pública y que terminan, inevitablemente, en los alrededores de palacio.
Aunque hoy es una sede gubernamental abandonada, sí por lo menos en lo referente al despacho del gobernador, que mereció de una cuantiosa inversión para ofrecer comodidad y seguridad a su inquilino, pero que lo ha dejado abandonado ante el miedo de enfrentar a esos contingentes de molestos morelenses que se presentan a diario. Es así que ha evitado ser blanco directo de rechiflas, mentadas y abucheos de aquellos que lo señalan de incompetente.
Y entonces, ¿dónde despacha?, a lo mejor, una vez por semana, en lo que ellos llaman la residencia oficial, porque la mayoría del tiempo Ramírez Garrido anda en la capital, buscando promoverse en medios informativos nacionales con el señuelo de que aspira a la Presidencia de la República. ¡Imagínese a un pillo de ese tamaño en Los Pinos!, pero Dios no le da alas a los alacranes. Por lo menos eso dice un refrán popular.