Hace unos días por la mañana, en un momento de descanso que tomé en mi oficina-laboratorio, leí el artículo de Toño del Río, ¿Cuestan los derechos? Esto me ha llevado a la reflexión en varios sentidos; la primera, haciendo alusión a la columna: Y sin Embargo se Mueve, un científico o tecnólogo opina; ¿qué tanto podemos opinar?, ¿solo de temas científicos y tecnológicos? Creo que nos deben mover también otras cosas: el poder ayudar al amigo, al vecino, que desafortunadamente por la falta de derechos fundamentales no tuvo la oportunidad de educación. La segunda, que los que sí tuvimos oportunidad de educarnos en escuela pública en este país, tenemos una obligación moral de regresar un poco. Esta reflexión no es nueva para mí y me crea una serie de conflictos internos; cuando una persona mayor, un discapacitado o un niño te solicita ayuda para comer, te cuestionas ¿estás haciendo bien o mal al ayudarlo?, ¿le estás quitando una carga al gobierno?, ¿estás realmente contribuyendo por unas horas a que esa persona mitigue su hambre?, ¿Es esta la solución para el país? Cuando uno pasó por carencias de ese tipo o piensa que tiene hijos pequeños que pueden un día verse en esa situación, o ya que uno no sabe las vueltas que da la vida, eso nos aterra, por eso damos esa dádiva con la esperanza que pueda ser bien usada. Como menciona Toño en su artículo, … “más del 50% de la población en México vive bajo la línea de pobreza…”, y se puede argumentar la corrupción, la cual por coincidencia escuchaba en las noticias matutinas, del desvío millonario de recursos de la Sedatu. En mi opinión, no podemos abstraernos de este tipo de actitudes de los políticos, diciendo que no me interesa, que ya se sabe que muchos son una bola de corruptos y que no se va a solucionar el problema de la corrupción, ya que según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OECD), de 180 países que están en este organismo, se han clasificado según su nivel de corrupción, siendo el lugar 180 como el más corrupto y el 1 como el menos corrupto, México se encuentra en el lugar 135; tampoco podemos tomar esto como excusa para decir que uno solo no va a cambiar esto y vamos a cruzarnos de brazo, pero lo más grave es que contribuyamos a esa práctica de la corrupción en sus diferentes niveles.
Pero ¿cuál es la reflexión que quiero compartir? La quiero enmarcar dentro de una problemática que están viviendo unos jóvenes, que por azares del destino o de un ser supremo llegaron a tocar la puerta de mi casa, la cual está cerca de un hospital regional de la Secretaría de Salud, el Hospital de la Mujer de Yautepec. La joven madre sufrió una cesárea para que nacieran las gemelitas que llevaban 26 semanas de gestación; ella fue dada de alta, pero las niñas permanecieron en terapia intensiva, por lo que les ordenaron las autoridades del hospital que debían de permanecer permanentemente fuera del hospital; su joven pareja buscando desesperado un lugar para que ella trasnochara con esa operación, llegó hasta nuestra puerta, nos platicó de su problema, de la falta de recursos económicos. Les dimos una habitación, que, en estos tiempos, por la inseguridad que vivimos, es difícil de hacer, pero no sé si afortunadamente o desafortunadamente sigo creyendo en la buena fe y voluntad del ser humano. Para mí, de entrada, no hay gente mala, que cuando alguien te ayuda o te tiende la mano, debes de agradecer y no por el contrario hacerle un mal.
En estos tiempos se dice que las mujeres deben de tener todo el apoyo, en mi opinión y por las experiencias de esta joven pareja dicen lo contrario, no hay una sala de espera decente en el Hospital de la Mujer, ustedes pueden constatar que las personas que tienen ahí un familiar están afuera en la banqueta, cobrándoles sumas importantes de dinero para atender a sus bebés, que tienen que comprar las cosas que se necesitan como pañales, artículos de limpieza, y lo más denigrante es recibir los gritos frustrantes, no lo puedo llamar de otra forma, de algunas personas que laboran ahí. Los obligan a estar horas ahí afuera, que deben de estar los dos, porque si no los amenazan con denunciarlos al ministerio público, me imaginó que por abandono de menor, a pesar de que ellos tienen que salir a buscar apoyo económico para seguir subsistiendo en su calvario. Debido a esto, ambos ya no tienen empleo, han empezado a vender cosas personales para seguir su lucha. ¿Por qué esas personas que laboran en el hospital de la mujer no hacen bien su trabajo? Será porque como decía un conocido hace algunos años, el gobierno hace como que me paga y yo hago como que trabajo. ¿No les gusta su trabajo? Como se señalaba en el artículo de Toño del Río, tenemos que hacer el mejor de los esfuerzos en nuestro trabajo, como se dice cotidianamente, echarle ganas. Que el salario que devengamos, aunque es poco, lo ganemos con nuestro mejor esfuerzo y sobre todo demostrar que podemos hacer bien las cosas, y estoy convencido que tarde que temprano se verán resultados en el país.
Espero que este tipo de situaciones que planteo aquí, nos puedan mover a los científicos y tecnólogos a plantearlas abiertamente, para buscar soluciones de fondo, sobre todo para los más necesitados o los que viven situaciones difíciles. Espero este planteamiento llegue al doctor Narro, secretario de Salud del gobierno federal, el cual es un académico ampliamente reconocido y, en mi opinión, con una alta sensibilidad, y apoye a estas mujeres en la práctica y no sólo se quede en el discurso. Igualmente, señor gobernador Graco Ramírez, espero se acerque a los jóvenes de su estado, visité el Hospital de la Mujer.
Recibí con tristeza, unos días después de estar viviendo aquí la pareja, que una de las niñas falleció, por lo que a su carga moral se le sumó los gastos del sepelio; ahora me dice el joven padre que seguirá echándole ganas para que la otra niña, que pesa 880 gramos, pueda aferrarse a la vida con el amor de ellos, confiamos en Dios que así sea.