La semana pasada estuve en Buenos Aires, Argentina, en una reunión del Centro Latinoamericano de Física (CLAF), organismo de la UNESCO que tiene como objetivo, potenciar la colaboración en el ámbito de la ciencia entre los países y las personas de los países de la región. Esta reunión fue hospedada por la reunión de la Asociación de Física Argentina (AFA), donde se hizo un homenaje a los creadores del CLAF: Juan José Giambiagi (Argentina), José Leite Lopes (Brasil) y Marcos Moshinsky (México). En la asamblea del CLAF se leyó un comunicado de la AFA, donde manifiesta preocupación por la disminución del presupuesto para apoyar las actividades científicas en Argentina. En este documento, se plantea que la forma de construir un verdadero beneficio social pasa por la generación de conocimiento.
Como podemos apreciar, la situación de abandono de la ciencia en los países Latinoamericanos por parte de los gobiernos y del sector industrial o empresarial es una situación compartida. Con esta forma de actuar, las sociedades latinoamericanas renuncian a su capacidad de generar productos o servicios con alto valor agregado y asumen, sin cuestionar, un rol de proveedores de productos sin procesar y servicios de bajo valor agregado. Esta situación enfatiza la necesidad de basar una productividad en mano de obra barata, con la consecuente pobreza económica de su población, al no recibir suficiente remuneración por un trabajo o producto sin alto valor de intercambio.
Es importante mencionar que en otras regiones en el mundo, la inversión en ciencia y tecnología por parte de los gobiernos y de las empresas (privadas o sociales) asegura la generación de productos y servicios de alto valor agregado, con la consecuencia de ofrecer empleos bien remunerados a la población que le son suficientes para alcanzar un relativo beneficio social.
Es importante enfatizar la visión de Gambiagi, Leite Lopes y Moshinsky, al proponer una institución que fomenta la colaboración como medida para generar conocimiento en la región Latinoamericana y que fue establecida hace unos 55 años. Sin embargo, tenemos que decir que en la región existe una colaboración que no es suficiente y que estamos más atentos a lo que sucede en Europa, en los Estados Unidos o en el Canadá, que en compartir las contadas instalaciones para generar conocimiento científico en la región. Aunque existen interesantes esfuerzos realizados por Brasil hace unos 20 años, al aportar más de 10 veces lo que otros países para mantener el CLAF, o las actuales ofertas de becas, por parte de nuestro CONACyT, para que personas latinoamericanas puedan estudiar un posgrado en México.
La oferta de becas por parte de México es consonante con la forma en que nuestro país considera a la educación superior como un derecho y no como un servicio. Considero importante detenerme en este punto. La concepción de la educación superior, que han mantenido las universidades públicas mexicanas, como un derecho de las personas y, por lo tanto, como parte del compromiso que forma el contrato social por el que vivimos en comunidad, contrasta con la visión de considerar a la educación superior como un servicio que debe ser brindado por el sector privado. Estas dos visiones, están confrontándose en nuestros países. Si bien, en México, el sistema de educación superior pública ha crecido; pero se ha dirigido fundamentalmente a formar personas con competencias, en concordancia con el actual sistema empresarial o industrial basado en mano de obra barata; en lugar de propiciar la formación de talento para la generación de conocimiento desde lo local que conduzca a alternativas para construir empresas o industrias, basadas en ese conocimiento, para que la población pueda intercambiar productos o servicios de alto valor agregado. Por supuesto que esto último, debe realizarse bajo un esquema de sustentabilidad y generar progreso económico y bienestar social.
Hoy en nuestro país con tantas esperanzas y tantos miedos ante el inminente cambio en el gobierno, muchos deseamos que el apoyo a las actividades científicas sea considerado prioritario aunque, de entrada, se nos ha dicho que permanecerá igual. Hecho que, desde mi perspectiva, es equivalente a condenar el futuro de varias generaciones a una vida basada en salarios bajos y pobreza económica.
La perspectiva en el estado de Morelos no ha podido ser aquilatada, ya que no se han dado a conocer los detalles de la política científica y mucho menos se han compartido los retos planteados por el gobierno entrante para el sector científico morelense. Si se comparten los retos se puede construir conjuntamente políticas que conlleven el uso de conocimiento para la toma de decisiones y la generación del tan anhelado bienestar social.
Claramente, el menosprecio a la ciencia en la región Latinoamericana es un mal compartido por los gobiernos; pero las personas no podemos cruzarnos de brazos y resignarnos al retraso en la construcción del camino que la ciencia abre para todas las personas de nuestro entorno local, nacional o continental. Exijamos a las autoridades, que fueron electas por nuestros votos un giro en el timón y que brinden un verdadero o contundente apoyo financiero a las actividades de ciencia y tecnología, no posterguemos la inversión en ciencia, recordemos que el financiamiento a las ciencias no es un gasto, es una inversión para esta y las futuras generaciones.