Vivimos en un país donde el número de pobres es alarmante. En 2016 teníamos al 43 por ciento de la población mexicana viviendo por debajo de la línea de pobreza. Para 2018 este porcentaje casi no cambió y se reportó casi el 42 por ciento para este indicador[1].
Con estos hechos, claramente, una frase de “primero los pobres” fue uno de los argumentos que convenció a la mayoría de la población por votar por el Lic. Andrés Manuel López Obrador. Así, hoy estamos viviendo los cambios en la política económica que pretende beneficiar a las personas que menos satisfactores económicos tienen. Sin embargo, tenemos que decir que no se han definido bien los indicadores que sirvan para monitorizar estas políticas.
Por supuesto, sobra decir que las anteriores políticas no consiguieron propiciar el bienestar social.
Una de los aspectos que mi quehacer en la ciencia me ha enseñado es que debemos medir para poder decidir si alguna propuesta va por buen camino o simplemente será una ocurrencia.
En varias ocasiones se ha mencionado que los indicadores del crecimiento no son adecuados para medir el bienestar social, y en eso coincido, sino lo que debe ser considerado es el desarrollo; sin embargo, no se ha mencionado cuáles son los indicadores que hay que usar.
En este sentido, la economía política nos ha quedado a deber al concentrarse en solamente evaluar factores macroeconómicos; pero el pensamiento de las personas cambia y una muestra es el otorgamiento del premio Nobel de Economía 2019 a tres personas: Michael Kremer, Abhijit Banerjee y Esther Duflo, quienes realizaron investigaciones para entender las políticas económicas que pretenden combatir la pobreza mediante experimentos y análisis de datos.
En las últimas décadas, su nuevo enfoque basado en experimentos ha transformado la economía del desarrollo.
Los galardonados con el premio Nobel 2019 han introducido un nuevo enfoque para obtener respuestas confiables sobre las mejores formas de combatir la pobreza mundial. Su forma de ver las cosas implica dividir este tema en preguntas más pequeñas y manejables, por ejemplo, las intervenciones más efectivas para mejorar los resultados educativos o la salud infantil.
Desde mi perspectiva, es medir indicadores en el micronivel, en el nivel de pequeñas comunidades, en lugar de basar el análisis solamente en indicadores globales como el producto interno bruto de los países.
De lo más destacado de los premiados son las simples y precisas formas de diseñar preguntas y acciones que se responden mejor a través de experimentos cuidadosamente diseñados.
Así, por ejemplo puedo mencionar que en el año 2011 [2] los galardonados presentaron un estudio donde mostraron que al simplemente realizar encuestas sobre propuestas de comportamientos posteriores afecta el comportamiento. En ese trabajo se presentan tres estudios de campo de salud y dos de microcréditos, los economistas seleccionaron aleatoriamente a personas para ser encuestadas sobre temas de salud en el hogar, para posteriormente medir el uso de alguna estrategia relacionada con la encuesta.
Los resultados mostraron que en los experimentos de salud, las personas que habían sido encuestadas aumentaron el uso de productos para el tratamiento del agua. Las encuestas sobre diarrea condujeron a uso de productos para mejorar la calidad del agua para beber.
En mi opinión, estas investigaciones muestran que la información, aunque no sea impartida en el formato tradicional, tiende a producir decisiones basadas en el conocimiento.
Otro aspecto importante, en mi opinión, es el hecho que los estudios de estos economistas han mostrado que simplemente proporcionar más recursos a las escuelas no tiene impacto definitivo en la calidad de la escuela. Proporcionar más libros de texto por estudiante no mejora los puntajes promedio en los exámenes, pero sí mejora los puntajes de los estudiantes más capaces.
Otro de los aspectos a resaltar del trabajo de Barnerjee y Duflo es que consideran muy importante la participación de las personas beneficiadas con los programas de política en la evaluación de los mismos[3]. Es decir, la participación de los beneficiarios tanto en la oferta como en el monitoreo de los servicios públicos es cada vez más esencial para mejorar la eficiencia de estos servicios.
Por ejemplo, la intervención que capacitó a voluntarios para enseñar a los niños a leer tuvo un gran impacto en la actividad fuera de las escuelas públicas y no en el desempeño estrictamente escolar. Los jóvenes locales que se ofrecieron como voluntarios para capacitarse y ser instructores en campamentos de lectura encontraron cohesión y diversión social. Mientras que los niños que asistieron a estos campamentos de lectura mejoraron sustancialmente sus habilidades de lectura al mismo tiempo encontraron esta estrategia como satisfactoria. Estos resultados sugieren que aunque los ciudadanos pueden enfrentar limitaciones para participar en la mejora del sistema de educación pública, incluso cuando se preocupan por la educación y están dispuestos a hacer algo para mejorarla, al involucrarlos en las actividades y en las propias iniciativas pueden tener efectos positivos no esperados para la comunidad.
En síntesis, la definición de indicadores es de vital importancia en la evaluación de políticas públicas, la participación de los involucrados ayuda al éxito de las mismas y la información propicia la toma de mejores decisiones.
Estos aspectos (indicadores, participación de los involucrados e información) no han sido incorporados a la política actual y que considero deben incluidos para poder monitorizar las políticas de “primero los pobres”.
Finamente, debe mencionar que Esther Duflo es la segunda mujer galardonada con el premio Nobel de economía, la primera fue Elinor Östrom quien también se preocupó por el manejo de los bienes comunes administrados en forma participativa.
[1] Datos Banco Mundial. La tasa de pobreza nacional es el porcentaje de personas que vive debajo de la línea de pobreza nacional.
[2] https://www.pnas.org/content/108/5/1821.short
[3] https://elibrary.worldbank.org/doi/abs/10.1596/1813-9450-4584