Esta semana comenzó el parlamento abierto para discutir la propuesta de reforma constitucional sobre la industria eléctrica.
Me anticipo a decir que, aunque no parezca, tenemos la oportunidad de cambiar las cosas para que aceleremos la transición hacia las energías renovables y el bienestar social. Por supuesto que si pensamos en estas direcciones, tenemos que pugnar por cambios que no se apuntan en la propuesta presidencial y que tampoco se habían impulsado con vehemencia en el pasado.
Con estas advertencias debe quedar claro que el camino será más que complicado y que enfrentaremos ideas preconcebidas hace algunas décadas, que han revivido inexplicablemente, e intereses creados en los últimos años.
En mi opinión, la visión que nos permitirá conciliar los aspectos económicos con los ambientales y los sociales involucra a la sustentabilidad.
Recordemos que con el concepto de sustentabilidad consideramos que es un paradigma que busca considerar simultáneamente las dimensiones de la naturaleza, la economía, la sociedad y la organizacional. Con esta visión de que en cada acción, en cada estrategia y en cada evaluación de resultados se involucren estas cuatro dimensiones, se potencializa la construcción del bienestar social.
El concepto de bienestar social también involucra el bienestar de todas personas y de las otras especies con las que compartimos el planeta.
En este marco de referencia, uno de los problemas que enfrentamos hoy en día es el cambio climático que por más de un siglo hemos causado las personas que hemos usamos los combustibles fósiles de una manera que maximiza la rapidez de consumo.
En el entorno internacional observamos diferentes tendencias. Unas propugnan por acelerar la transición energética a las renovables y otras minimizan los posibles impactos y promueven un lento movimiento de esta transición.
Desde mi perspectiva, no solo debemos acelerar la transición, sino que debemos buscar una revolución energética que utilice de manera responsable la energía y que sea generada de fuentes renovables.
Con la idea de manera responsable, me refiero a utilizar la tecnología energética involucrando en la toma de decisiones a las capacidades de los entornos naturales como de las comunidades para cada uso, aplicación o fuente de generación.
Primeramente, debe quedar claro que la energía es un medio para atender las necesidades de las diferentes comunidades y ellas son las que definen qué necesidades atender y, con información basada en conocimiento, decidir las tecnologías a usar.
Segundo, es imperioso que la selección considere los aspectos ambientales y de salud tanto de las personas como de los ecosistemas.
Tercero, dadas las desigualdades de disponibilidad y uso de la energía, es recomendable brindar oportunidad para que las sociedades con pobreza económica puedan generar productos y servicios con valor de intercambio y promover la eliminación del uso irracional y desmedido de la energía por sectores que no han tenido conciencia del impacto negativo que han provocado con el uso meramente consumista de la energía y de los recursos naturales.
Desde mi perspectiva, el gobierno y la CFE tienen la encomienda de brindar acceso a la energía para que las personas puedan satisfacer sus necesidades y realizar actividades que nos permitan alcanzar el bienestar social. Para ello, es conveniente encargarse de la transmisión y distribución de la energía, como hasta ahora, pero invirtiendo en una red de transmisión y distribución verdaderamente inteligente.
Esta red inteligente deberá contener dispositivos y sistemas que colecten información de su entorno cercano para compartirla con otros segmentos de la red.
Estos dispositivos o sistemas también deberán tener la capacidad de procesar la información propia y de otros segmentos y con ellas actuar para maximizar el uso de la energía que provenga de fuentes renovables minimizando el uso de los combustibles fósiles.
Dadas las tecnologías renovables disponibles y su conveniencia económica y ambiental, la promoción de la generación distribuida mediante la adecuada conexión a la red de distribución y transmisión es uno de los pilares para conseguir un sistema energético sustentable.
Aquí reitero que la energía sustentable no solamente es renovable, sino que para poder atribuir el adjetivo de sustentable, los sistemas/plantas/dispositivos de fuentes renovables en su implementación deben incluir todas las dimensiones de la sustentabilidad. Así, una fuente renovable que no considere los aspectos sociales no puede ser calificada como sustentable.
En mi opinión, en el parlamento abierto podemos enfocarnos en la búsqueda de un sistema eléctrico nacional sustentable en lugar de perseguir solamente energía barata o de usar el petróleo para fines energéticos (el petróleo puede ser usado en otras formas) o de maximizar los beneficios económicos a costa de impactos nocivos en la sociedad o en el ambiente.
La electrificación de las actividades es una trayectoria que puede construirse colectivamente si nos enfocamos en la sustentabilidad.
Los tiempos no son tranquilos y hay posibilidades de retroceder algunas décadas en el sector energético, pero podemos buscar construir colectivamente un futuro energético para nuestras juventudes donde el bienestar social sea un común denominador en las diferentes sociedades.