En la Cámara de Diputados no se tuvo la mayoría calificada para aprobar la Reforma Eléctrica que propuso el presidente Andrés Manuel López Obrador. No era complicado esperar que esta reforma no pasaría sin los votos de algunos partidos diferentes a los que son aliados del presidente.
A mí me inquieta el hecho de que después de abrir la discusión en el parlamento abierto sobre el tema se haya decidido mantener la propuesta sin cambios. Desde mi perspectiva, la propuesta tenía puntos para mejorar, con un enfoque hacia la sustentabilidad en lugar de enfatizar el papel rector de la CFE.
Hoy en día, las fuentes renovables de energía posibilitan la construcción de esquemas distribuidos donde las decisiones se pueden tomar de manera participativa en lugar de imponer, desde un organismo central, las decisiones.
Por supuesto, con la perspectiva desde la sustentabilidad las diferencias ambientales, económicas y sociales de las diferentes regiones del país pueden ser consideradas en las construcciones de soluciones energéticas.
Debo enfatizar aquí los plurales de las palabras. Efectivamente, nuestro país es muy diverso tanto en ecosistemas como en aspectos económicos y en formas organizacionales. Es esencial incorporar más información para proponer soluciones que apunten hacia un manejo adecuado de las características ambientales.
Por ejemplo, en las regiones donde la temperatura es alta en el verano también se observa una mayor incidencia de energía solar. Por esta razón, la propuesta de uso de sistemas fotovoltaicos puede ser adecuada.
Así, la sustentabilidad de las soluciones energéticas demanda involucrar estas diversidades. De hecho, las tarifas de electricidad actuales consideran parcialmente esta diversidad al definir siete regiones de acuerdo con la temperatura media mínima en verano del lugar.
En estas tarifas de la CFE, la aportación gubernamental para toda la población es mayor al 70 por ciento del costo de generación en al menos los primeros 75 kWh de consumo.
Para analizar la parte económica es importante diferenciar el costo de generación y el costo al usuario. El costo de generación con fuentes renovables (solar y eólica) es menor al costo de generación con termoeléctricas de ciclo combinado (las plantas más eficientes de combustión).
Por esta razón, la compra de energía generada con renovables puede ser más barata. Este hecho es el que aprovechan las grandes compañías para comprar energía a empresas generadoras de electricidad con renovables.
De esta manera, mientras la energía que usemos provenga mayoritariamente de renovables, el costo al usuario podría ser menor.
El costo al usuario es definido por el gobierno federal, que desde hace varias décadas ha decidido hacer un aporte para el pago de la electricidad en todos los tipos de consumo.
Con algunos años de la aportación gubernamental para los consumos básicos o intermedios bajos se podrían financiar la instalación de estos sistemas con el aporte gubernamental y trabajarían más de 20 años.
Es decir, el financiamiento de renovables saldría más barato para la población en general, ya que la aportación gubernamental la pagamos con nuestros impuestos. Aunque la inversión inicial en la mayoría de las fuentes renovables puede parecer alta, pero con miras transexenales serían totalmente redituables y más si consideramos las dimensiones ambientales y sociales.
La ley actual dice que solo los grandes usuarios pueden acceder a la compra de energía de los generadores de energía que no sean CFE. Los usuarios domésticos pueden instalar sistemas distribuidos interconectados a la red. De hecho, la CFE o el gobierno federal podría destinar parte de la contribución gubernamental para instalar sistemas fotovoltaicos donde la población lo necesite para brindar productos o servicios con valor de intercambio, no solamente para alumbrado, sino para vitalizar la economía sin emitir gases de efecto invernadero.
Situación similar se podría hacer con generadores eólicos, minihidráulicos u otras fuentes renovables.
En mi opinión, la visión de mantener una economía extractivista no ha mostrado disminuir las desigualdades en México ni tampoco en muchos otros lugares del mundo. La riqueza petrolera centralizada en un primer momento aportó movilidad social, pero con el devenir del tiempo no fue utilizada para construir el bienestar social.
El litio es una riqueza que tampoco parece posibilitar por sí misma la eliminación de las desigualdades. No basta con reservar la extracción y el aprovechamiento, sino que es necesario el impulso al desarrollo de tecnologías y a la preparación de la población para generar productos y servicios que presenten valor de intercambio suficiente para impulsar el beneficio social.
Desde mi punto de vista, el gobierno federal, con la votación en contra de la reforma eléctrica, puede atribuir a la oposición esta decisión que distiende las relaciones con otros países y con las empresas que han invertido en el país.
Por esta razón, no se modificó la propuesta para que fuera votada en contra y sin claudicar, sin ceder ante presiones extranjeras, se acepta la decisión para sin cambiar la postura de mantener las relaciones en la forma actual con otros países y las grandes compañías energéticas.
La población mexicana, con estas maniobras, no hemos ganado nada. En mi opinión, debemos promover la transición energética hacia una energía sustentable, entendiendo por energía sustentable aquella que proviene de renovables y en la generación y uso considera los aspectos ambientales y sociales para promover el bienestar social.