En el ámbito energético en México, durante los primeros meses de este año la discusión se centró en la propuesta del Ejecutivo para hacer una reforma del sector eléctrico.
En mi opinión, nadie ganó con el resultado de esa estrategia política. Si bien la Reforma Energética del sexenio pasado tiene puntos para mejorar, la propuesta de este sexenio no atendía esas deficiencias y sí retornaba a un modelo centralizado que para nada beneficiaba a la población en general.
La propuesta seguramente iba a incrementar la contaminación con la que el sector energético contribuye y para nada utilizaba los aspectos de generación distribuida con renovables que posibilitan la democratización de la energía.
Así que en México necesitamos una verdadera política energética que utilice las características de las fuentes distribuidas, que en la actualidad están disponibles y son partes inherentes de las fuentes renovables.
Es urgente una reorganización del sector energético que considere a las fuentes renovables y los aspectos sociales y organizacionales específicos de cada región.
Tenemos que decir que esta reorganización es una tarea que se está emprendiendo en todo el mundo. Las necesidades de esta reorganización se refieren a problemas a corto plazo tanto como a largo plazo.
La guerra que Rusia desembocó contra Ucrania ha puesto en alerta a Europa, que depende del suministro del gas ruso para atender la demanda de energía de su población.
Para atender esta situación en Europa se están llevando a cabo medidas urgentes para contender con esta amenaza. Podemos aprender y contribuir con propuestas y estudios en el ámbito internacional.
Ante esta situación, la Agencia Internacional de Energía Renovable (IRENA) lanzó su reporte sobre la reorganización del sector energético para transitar hacia una sistema energético sustentable [1]. Este reporte enfatiza algunos aspectos que comentaremos.
Los sistemas de energía requieren estructuras organizativas enfocadas a la transición energética, dado que obedecen a las características centralizadas de los combustibles fósiles y se centran en la energía y no en los usos de ellas.
Para conseguir la transición se requiere de un sistema con enfoque holístico que aborde las interacciones a través de las diferentes dimensiones que tiene el uso de la energía: económica, social y natural.
La necesidad de transitar a un sistema energético sustentable trae desafíos y oportunidades para los sistemas de energía. Las implicaciones de la transición incluyen el dominio de la generación de energía renovable variable (VRE), de componentes y reglas flexibles, más uso de los recursos energéticos distribuidos, un papel más activo para las personas que usamos energía y un impulso en la recopilación e intercambio de datos mediante la digitalización.
La estructura organizativa de un sistema de energía debe anticipar y adquirir la capacidad y la infraestructura necesarias, considerando los límites socioeconómicos y ambientales de cada región, para atender los usos de energía.
Las estructuras actuales fueron concebidas y puestas en marcha para cumplir los objetivos de la era de los combustibles fósiles, con modelos centralizados y súper regulados. Ahora necesitan adaptarse a los requisitos y al contexto de la transición energética.
La dicotomía entre sistemas de energía “regulados” y “liberalizados” no es tal, como lo he mencionado con anterioridad; debemos promover sistemas que se adapten al entorno con una hibridación de estas dos visiones.
Hoy en día no tenemos toda la información necesaria para conseguir estas combinaciones, es necesario construir infraestructura que genere y procese datos para conseguir un sistema energético actuante con información de quienes lo usan.
Ya en ocasiones anteriores había comentado la necesidad de contar con sistemas de decisiones democráticas y centralizadas en el mismo sector energético. Precisamente son estos sistemas los que, junto con la estructura híbrida, deben facilitar la transición a las renovables con infraestructura actuante en todos los niveles de la generación, transmisión y distribución de la energía.
Esta infraestructura actuante también debe ser alimentada por información multinivel, desde los datos meteorológicos globales hasta las costumbres de cada persona.
Estas interacciones multinivel demandan encontrar un balance entre la competencia, la regulación y la colaboración de cada actor involucrado.
La propuesta general de IRENA es promover la electrificación y la flexibilidad del sector eléctrico tanto en la parte de la demanda como en la parte usuaria.
Efectivamente, requerimos minimizar la quema de combustibles y eso involucra a la electrificación, pero debemos caminar de acuerdo a las capacidades de los diferentes entornos naturales y sociales. Por lo tanto, necesitamos de flexibilidad.
Este último aspecto era uno de los que se olvidaban en la propuesta de reforma eléctrica. La rigidez era su columna vertebral, pero las columnas vertebrales naturales eficientes son flexibles.
Les invito a leer el reporte de IRENA a profundidad y encontrarán que podemos implantar una serie de acciones en todos los niveles, desde nuestros hogares, pasando por los lugares de trabajo, en las empresas e industrias, en las escuelas, en el transporte… y las autoridades en los diferentes niveles de gobierno también tienen mucho que aportar, con regulaciones flexibles que promuevan la transición a las energías sustentables.
[1] https://www.irena.org/-/media/Files/IRENA/Agency/Publication/2022/Jun/IRENA_Organising_Power_Systems_2022.pdf