En los últimos días se ha discutido en el ámbito político sobre el cerrar algunas refinerías de petróleo por ser contaminantes. La ubicación de refinerías de petróleo en las proximidades de zonas urbanas ha sido motivo de creciente preocupación debido a los múltiples impactos negativos que estas instalaciones pueden tener en la salud humana y el medio ambiente. Aunque las refinerías desempeñan un papel crucial en la producción de derivados del petróleo, su coexistencia cercana a las poblaciones plantea una serie de desafíos significativos. Estos efectos abarcan desde la contaminación ambiental hasta riesgos para la salud pública y la calidad de vida de la población humana y animal de sus entornos.
Como antecedente podemos citar que la refinería “18 de Marzo”, en la delegación de Azcapotzalco, cerró definitivamente en 1991. Esta decisión se tomó debido a la contaminación ambiental que generaba en una zona urbana densamente poblada como la Ciudad de México. El proceso de desmantelamiento de la refinería comenzó en 2002. Si bien es cierto que la refinería se construyó en los primeros años de la década de la expropiación petrolera y modernizada una década después, para la década de 1980 estaba contaminando seriamente la Ciudad de México. En aquel entonces la presión social y los grandes índices de contaminación de la ciudad fueron los argumentos para cerrarla. El terreno donde se encontraba la refinería se está transformando en un parque público llamado “Parque Bicentenario” [1]. Sin embargo, hay que mencionar que el proceso de desmantelamiento de la planta y descontaminación de los suelos llevó varios años.
Algunos hechos que no se pueden discutir
En primer lugar, las refinerías son conocidas por emitir una variedad de contaminantes atmosféricos: además de CO2, emiten partículas finas, óxidos de nitrógeno y compuestos orgánicos volátiles. Estos contaminantes pueden tener consecuencias perjudiciales para la población humana como problemas respiratorios y otros trastornos de salud. Además, la exposición crónica a estas emisiones puede aumentar el riesgo de enfermedades cardiovasculares y respiratorias, afectando especialmente a grupos vulnerables.
Otro aspecto preocupante es el riesgo de accidentes industriales en las refinerías, como fugas de productos químicos peligrosos o explosiones. Estos eventos pueden tener consecuencias catastróficas para las comunidades vecinas, poniendo en peligro la vida de las personas y causando daños irreparables en el suelo y subsuelo. La proximidad de refinerías a áreas densamente pobladas aumenta el potencial impacto de tales accidentes, generando un temor constante entre los residentes locales. También presionan el recurso hídrico de la zona y son generalmente ruidosas.
Tenemos que reconocer que las refinerías de petróleo desempeñaron un papel crucial en la producción de combustibles y productos derivados del petróleo que fueron fundamentales para el funcionamiento de la sociedad actual. Contribuyeron significativamente a la creación de empleo y al crecimiento económico, al generar oportunidades laborales y estimular la industria relacionada. Además, proporcionaron una fuente constante de energía para diversas aplicaciones, desde el transporte hasta la generación de electricidad.
Una de los productos de las refinerías son los combustibles que usamos cotidianamente como fuentes de energía. En la actualidad la ciencia ha conducido al desarrollo de las fuentes renovables, que son técnicamente factibles y económicamente viables. En particular, las plantas fotovoltaicas, como la de la Central de Abastos de la Ciudad de México, representan una forma más sustentable y limpia de generar electricidad. Su principal ventaja radica en la capacidad de aprovechar la energía solar, una fuente renovable y respetuosa con el medio ambiente. Las plantas fotovoltaicas no emiten gases de efecto invernadero durante su operación, contribuyendo así a la reducción de la huella de carbono y mitigando el cambio climático.
Adicionalmente, la generación fotovoltaica puede desarrollarse de manera distribuida y descentralizada.
Esta última opción, la descentralizada, significa que la generación de energía ocurre más cerca del punto de uso, reduciendo las pérdidas asociadas con la transmisión a largas distancias. Además, la generación distribuida fotovoltaica fomenta el empleo local, la autonomía energética y permite a la población usuaria tener un mayor control sobre su consumo y costos. De lo más importante es que la generación distribuida fomenta la resiliencia del sistema eléctrico, al descentralizar la producción y reducir la vulnerabilidad ante eventos climáticos extremos.
La transición energética hacia un modelo descentralizado con renovables no solo promueve la eficiencia energética y la democratización de la energía, sino que también aborda los desafíos medioambientales, allanando el camino hacia un futuro sustentable.
Desde mi perspectiva, no hay dilema. El cierre de las refinerías es inminente y cuanto más pronto mejor. El acompañamiento de estos cierres de refinerías debe ser acompañado de la promoción de la generación distribuida con renovables en concordancia con las capacidades y necesidades locales. Considero muy importante fomentar la electrificación con renovables de nuestras actividades productivas y cotidianas en los diferentes entornos socio ambientales.
[1] https://es.wikipedia.org/wiki/Refiner%C3%ADa_18_de_Marzo