Cuando pensamos en qué lugares son vulnerables al cambio climático, generalmente pensamos en lugares alejados, digamos pequeñas islas en el Pacífico o en Indonesia. Por qué menciono estos lugares, porque están lejos y no vemos que podría ser nuestro propio hogar. Es más no pensamos que ya estamos siendo vulnerables a los efectos del cambio climático.
Recientemente, leí un artículo en el periódico The Economist [1] que analiza las consecuencias para nuestro hogares del cambio climático. Como es de esperarse este periódico se enfoca en aspectos económicos y señala que alrededor de una décima parte del valor de las propiedades residenciales del mundo está amenazada por el calentamiento global, incluidas muchas casas que no están cerca de la costa. En nuestro país, el huracán Otis afectó Acapulco y la zona costera; pero cada día conocemos de un mayor número de eventos que eran raros y ahora son más comunes. Por ejemplo, hace algunos años las granizadas en el centro del país o la sequía que está afectando a gran parte del centro del país o los incendios forestales. Todos estos fenómenos, aunque aparecían en el pasado cada vez son más frecuentes o más intensos.
Según la estimación de The Economist, el cambio climático y la lucha contra él podrían impactar con una reducción del 9% del valor de las viviendas en el mundo para 2050, esta cantidad es una enorme factura que pesa sobre la vida de las personas que pudieran ser ustedes o sus infantes o jóvenes. La verdad que esta población de edades pequeñas no ha usado la energía en la forma en la que nuestras generaciones las han usado; pero tendrán que pagar por nuestra irracionalidad.
Hoy en la zona intertropical, como la zona del centro y sur del país, está viviendo sequías más frecuentes y prolongadas, lo que puede afectar la disponibilidad de agua para consumo humano, agricultura y otros usos. Adicionalmente, si se contamina con hidrocarburos en las ciudades, la problemática del agua se agudiza. Las sequías también pueden provocar incendios forestales y, por ende, degradación del suelo. Las variaciones en los patrones de lluvia y las temperaturas extremas pueden afectar la producción agrícola, lo que podría llevar a la pérdida de cultivos y a la inseguridad alimentaria. ¿Te has preguntado de qué lugar vienen los alimentos que compras cotidianamente? Lo más seguro es que su producción se esté viendo afectada por las sequías o las heladas. En particular, en Cuernavaca, ciudad donde vivo, la diversidad de leche ha cambiado y no se tiene la disponibilidad que había hace algunos años. Adicionalmente, los precios de productos agropecuarios, como el limón, se han incrementado recientemente. Este tipo de fenómenos se está observando cada vez más frecuentemente. En México, ya se están anunciado las olas de calor para estos meses de abril y mayo. Al momento de escribir esta nota leo que hoy se registró un récord de temperatura en el Observatorio de Tacubaya de 34.2 C [2]. Estas olas de calor, además de las incomodidades para las personas pueden aumentar el riesgo de enfermedades relacionadas con el calor y afectar la calidad del aire, lo que podría exacerbar problemas respiratorios y cardiovasculares, especialmente para los ancianos, los niños y las personas con enfermedades crónicas.
En esta época del año padecemos sequías, pero en el verano observaremos inundaciones. En los años recientes la lluvia torrencial ha aparecido en muchas poblaciones del centro del país o de los países de América Latina de la zona intertropical provocando malas cosechas o migración. Estas inundaciones dañan viviendas, infraestructura y cultivos, y también pueden desplazar a las personas de sus hogares.
El cambio climático también puede exacerbar problemas de salud existentes, como enfermedades respiratorias y cardiovasculares. Además, puede aumentar la incidencia de enfermedades transmitidas por vectores, como el dengue y el chikungunya. En estos aspectos en América Latina compartimos los efectos del cambio climático que son diferentes para las zonas templadas o mediterráneas; pero también podemos compartir soluciones.
En los países del norte global, las aseguradoras suelen cubrir los costos de las reparaciones después de que una tormenta o incendio afecta o destruye una propiedad; pero en nuestros países la adquisición de seguros no es algo que pueda hacer la mayoría de la población, ya que no tiene la solvencia económica o la costumbre de hacerlo.
Si nuestro hogar es de nuestra propiedad, ¿podemos adecuar su construcción para sobrepasar algún evento extremo? o si rentamos ¿podemos soportar sin alterar nuestras actividades estos eventos o seleccionar viviendas que los soporten? Los eventos pueden ser como los que hemos señalado: inundaciones, falta de agua, olas de calor, invasión por insectos no comunes en la zona, etc.
Desde mi perspectiva, estas acciones de mitigación requerirán dinero y más energía. Sin embargo, esa energía tiene que provenir de fuentes renovables. Debemos exigir a las autoridades el diseño e implementación de políticas y acciones que puedan resolver estas cuestiones en nuestras colonias o barrios.
Los gobiernos pueden resolver estos problemas convocando a la acción colectiva mediante la construcción de infraestructura, y deben hacerlo en todas las ciudades o poblados, estamos en una situación donde la inversión puede ser mucho menor que los pagos de no hacerlas. El cambio climático ya llegó a nuestro hogares, reitero, necesitamos modificar nuestras actividades productivas y cotidianas buscando la eficiencia energética y el uso de fuentes renovables.
[1] https://www.economist.com/leaders/2024/04/11/global-warming-is-coming-for-your-home
[2] https://www.reforma.com/registra-cdmx-maxima-temperatura-historica/ar2790503