Ahí encontré no sólo a muchos de mis mejores amigos, sino a mis mejores profesores, de los que aprendí que la pasión por la ciencia, la comprobación, la búsqueda y el escrutinio de la verdad no debe ser un pasatiempo sino una forma de vida. La emoción de tener un nuevo resultado que pudiera ayudarme a discernir entre la búsqueda de la “verdad”, podía ser comparable con la de un niño en vísperas navideñas. Asimismo, el contacto profundo con los integrantes de la comunidad “ibeteña” no sólo me permitió desarrollar capacidades relacionadas con la investigación sino a tener conciencia social, aprendí que una de las funciones del investigador es, además de buscar la “verdad”, generar conocimientos y también divulgarlos. Durante los años en Cuernavaca no sólo disfruté de la estancia en el IBt y de su gente, como lo he mencionado, sino de la calidad de vida que se puede disfrutar en la ciudad: clima agradable, parques, áreas verdes, espacios de recreación, centros médicos de salud, etc. También disfruté de los tan singulares espacios comunitarios autosustentables y de la tendencia de la sociedad morelense a buscar un equilibrio armónico entre el hombre y la naturaleza. Todo esto se logra gracias a los espacios educativos y a la conciencia que se despierta con ello en la sociedad. Porque de poco sirve quedarnos con aquello que descubrimos o aprendimos si no somos capaces de transmitir el conocimiento. Tal vez por ello decidí irme a la Universidad del Papaloapan (Unpa), la cual está ubicada en el estado de Oaxaca, en una región con poco desarrollo económico y descrita por el Inegi como “zona con alto grado de marginación”. Si comparáramos la economía de Oaxaca con algún país, estaría a la par de El Salvador o Nicaragua. Podría escribir un libro de porqué Oaxaca ocupa el último lugar en competitividad a nivel nacional desde hace varias décadas, pero solamente haré una pregunta retórica: ¿Cómo puedes ser competitivo, si tu población aún muere por desnutrición y el ingreso mensual promedio de un oaxaqueño es de $1600 pesos? Sin embargo, esta condición social no detiene a su gente, la cual es de la más obstinada que he conocido. Quizá, la condición social que prevalece en esta zona del país le ha dado a México algunos de los hombres ilustres del siglo XIX y XX, como José Vasconcelos, Porfirio Díaz, Benito Juárez, por mencionar algunos.
Cuando llegué a la Unpa, esta tenía cuatro años en funcionamiento, con un par de edificios y un laboratorio vacío de uso general. Así, ante mis ojos se vislumbró ¡un nicho de oportunidad!, la oportunidad de generar una línea de investigación que me llenara de satisfacción en medio de la selva.
Seis meses después de mi llegada, vi que mi estancia no sería duradera en la Unpa si no empezaba una línea de investigación, así que lo primero fue determinar ¿Sobre qué? ¿Hasta dónde quiero (puedo) llegar? ¿Cómo puede impactar la investigación realizada en la comunidad? Además, debía empezar con algo que no requiriera de gran infraestructura, puesto que no había ni una incubadora orbital. Así que me puse a la “buena voluntad” de la comunidad académica del país, solicitándoles aquellas cosas que ya no utilizaran en sus laboratorios para empezar con los primeros experimentos que me llevarían a analizar la diversidad de los suelos de caña de azúcar en la región y a descubrir microorganismos no reportados en otras latitudes. Una cosa llevó a la otra y después de unos tropiezos solicitando recursos, por fin obtuve un proyecto financiado, que ha servido para muchas cosas. Por ejemplo, despertar el interés de la ciencia entre los estudiantes, lo cual ha sido una experiencia reveladora, y dar incentivos económicos a los estudiantes más comprometidos. Con esos recursos, hoy también buscamos genes de enzimas mediante técnicas tradicionales y novedosas, como la metagenómica y seguimos analizando la diversidad en suelos de caña de azúcar con la finalidad de encontrar microorganismos relacionados con la productividad de este cultivo y poder hacer recomendaciones en un futuro cercano a los productores de caña. Hoy en día, los estudiantes de la Unpa están más que convencidos que una forma de incrementar la productividad es a través de la educación, la investigación y claro, el trabajo duro, de esta manera pienso que siembro en cada uno de mis estudiantes la semilla para construir un México mejor.
El 14 de noviembre del 2014 participé como conferencista en el “Primer Día del ExAlumno del IBt”. Este “regreso a casa” me sirvió para darme cuenta de que nada de lo que hoy he realizado, hubiera sido posible sin las lecciones no sólo de mis profesores o de mi “jefe”, el Dr. Agustín López Munguía, sino de esa comunidad “ibeteña” y morelense, a la que siento que aún pertenezco.
1 comentario
Hey
QUÉ PORQUERÍA!!! ESO ES PARA UN DIARIO "PERSONAL" DONDE LA AUTORA ESCRIBA… Compartelo!