Con la inspiración de dicha plática me surgieron algunas analogías, que como un desconocedor de la economía me permito compartir. La actual economía asigna valor a entes no existentes en forma similar como la sociedad asigna valor a la información. Hoy en día muchos de nosotros tenemos la capacidad de acercarnos información y eso cuesta; pero la información es un intangible, algo que no se puede tocar. El auge de lo financiero tiene que ver con la posibilidad de crear negocios con los mercados derivados. Para entender esto consulté el libro del Doctor Ugarteche (que está disponible en la internet) y menciona un ejemplo muy ilustrativo de lo que son los mercados derivados. Aquí lo utilizaré: Si tengo una vaca, puedo comerciar con ella, digamos venderla. Ahora si pienso que en el futuro puedo venderla y encuentro a un posible comprador y le digo: te vendo mi vaca; pero en seis meses. El comprador tendría que valorar el riesgo de comprarla hoy para recibirla después y, no sólo recuperar su dinero, sino obtener una ganancia de la operación. Supongamos que consigo ese comprador y me paga la vaca para que yo se la entregue en seis meses. Al terminar la negociación, este comprador encuentra a otra persona y le comenta que en seis meses tendrá una vaca y que de acuerdo con sus cálculos la producción de leche de esa vaca será muy buena y le propone venderle su derecho a poseer la vaca en seis meses con alguna ganancia para el primer comprador (a un precio del que me pagó). Este nuevo comprador conoce a un quesero y antes de comprar el derecho a tener la vaca en seis meses, le marca por teléfono al quesero para ofrecerle una vaca lechera con una excelente producción de leche en seis meses. El quesero ve la oportunidad de hacer negocio con otra vaca y le compra al segundo comprador el derecho a poseer una vaca en seis meses con otro ligero sobreprecio. La verdad es que el quesero ha comprado probabilidades de tener una vaca, es decir no ha comprado algo tangible, solamente ha cuantificado, empírica o rigurosamente dependiendo de la profundidad de su análisis, un riesgo. Esto es lo que en general se llaman mercado de derivados. En el ejemplo de una vaca podríamos definir muchos más productos financieros con un posible comprador (mercado) y un precio. Dado que los precios pueden ser fijados a la alza, es decir cada vendedor obtiene una pequeña ganancia, la economía financiera puede ser muchas veces mayor que la economía de entes tangibles. Por supuesto, que si la vaca se enferma o le cae un rayo todo el negocio se viene abajo o si la vaca no resulta tan productiva el último comprador no podrá recuperar su dinero. Sin embargo, el podrá decir que tendrá una vaca lechera en seis meses.
Esto que acabamos de describir es un ejemplo de caricatura de una burbuja financiera. Hoy en día el valor de la economía descansa en aspectos financieros que no necesariamente corresponden con valores reales.
Regreso al problema de la reducción de los individuos a consumidores. Con el dogma de que el mercado es el que debe dictar las preferencias de la economía, se ha desvirtuado al ciudadano y reducido a un ente individual que obedece caprichos consumistas sin el compromiso de lo social.
Esto es ver los aspectos económicos solamente del lado del consumo, pero incluso del lado de la producción podemos ver el mismo hecho.
En el paradigma capitalista los dueños de las empresas son las personas que forman las sociedades anónimas: los accionistas que deben definir las políticas de crecimiento de las empresas o industrias. Las asambleas de los accionistas son las que dictan estas políticas, pero cada vez más estas decisiones se toman por juntas directivas a quienes se les encomienda el obtener la mayor ganancia en el menor tiempo posible. Con esta encomienda la junta directiva puede optar por contratar a expertos (otras personas) que aconsejen sobre el manejo de las políticas de la empresa o más concretamente con el manejo de las acciones mismas, con esto último se despersonaliza al accionista y se aniquila el posible compromiso colectivo que estableció con los otros socios a conformar la empresa.
Desde mi punto de vista, parece ser que el modelo económico actual ha despersonalizado los dos extremos del mercado, al ciudadano que persigue un acuerdo social para conseguir bienestar colectivo y al accionista que lo ha reducido a un ente sin capacidad de incidir sobre sus pertenencias. A final de cuentas el consumidor y el accionista son los mismos, pero ya sin la capacidad de decidir sobre su bienestar.