Así el paradigma consiste en generar acciones que consideren las cuatro direcciones de la brújula de la sustentabilidad (Naturaleza, Economía, Sociedad y Organizacional) claramente todos nosotros sabemos que en el espacio físico los caminos solamente pueden dirigirse a una dirección o quizá establecer direcciones entre dos de los puntos cardinales; pero la sustentabilidad requiere que en cada acción contemplemos todos los ámbitos. Este requerimiento es realmente un verdadero reto.
Por supuesto que la inclusión de aspectos sociales limita las ganancias para un individuo; pero este individuo debe conocer que la autolimitación conducirá a un desarrollo más equilibrado y con ello fortalecerá la seguridad en su entorno. Al contemplar los aspectos naturales podrá conseguir un mejor ambiente y por lo tanto salud y esparcimiento natural. Cuando se contempla conseguir beneficios económicos de los entornos naturales y se persigue que estos beneficios estén disponibles por generaciones se estará reduciendo la rapidez con que fluye lo monetario, pero se logrará que tanto los ámbitos naturales como sociales se vean fortalecidos. Sin duda para esto último es necesario que las normas sean consensuadas y se cumplan.
Lo anterior son lucubraciones teóricas o de modelos construidos por científicos de todas las ramas desde las naturales hasta las sociales, sin embargo debemos ser capaces de proponer acciones cotidianas que permitan a todos nosotros contribuir con la ruptura del paradigma de obtener lo máximo posible en el menor tiempo y construir la opción que genere beneficios sociales duraderos.
Las estrategias para determinar las acciones son múltiples y ya son conocidas por todos nosotros: usar energía solar, separar los desechos sólidos, reciclar, reducir, reusar, hacer compostas, cuidar los jardines y parques, usar el transporte público, pagar salarios que permitan tener satisfactores, apagar las luces que no usamos, disminuir el uso de vehículos con motor de combustión, no desperdiciar el agua, usar eficientemente la cocina, no pedir bolsas cuando compramos, pagar lo justo por mercancías, fomentar el comercio justo y muchas otras más. Todas estas pequeñas acciones, que muchas de ellas están completamente a nuestro alcance, contribuyen a construir la opción de beneficios de largo plazo.
Evidentemente un compromiso social de gran envergadura (gobiernos, empresas y sociedad civil) podría facilitar este tránsito hacia la sustentabilidad; pero en la ausencia de esta situación cualquier contribución, por pequeña que sea, redundará en trazar rutas certeras y perdurables hacia un bienestar social.
Debo insistir en que debemos definir indicadores (cocientes de mediciones) que permiten monitorizar el desempeño de las políticas o acciones que emprendemos. Así la huella ecológica que indica el impacto que causamos en nuestra vida diaria sobre la biósfera. Hoy en día el 86% de la población vive en regiones donde se le exige más al ambiente natural de lo que puede ofrecer, así se contamina el aire, la tierra, el agua o se explotan los recursos naturales a una tasa mayor de la que se pueden regenerar (para más detalle consultar [1]).
Estas frases suenan huecas cuando en nuestro país sufrimos una desigualdad lacerante: el gobierno impone políticas sin contemplar la diversidad de las localidades, la corrupción ha capturado a organizaciones gubernamentales, empresariales y sociales y a individuos por igual. Esta desigualdad ha causado que en la búsqueda de satisfactores inmediatos se violenten las más elementales reglas de la convivencia.
Requerimos un esfuerzo que va desde lo individual pasa por lo colectivo y llega hasta lo mundial, pero todo empieza en nuestro diario actuar, no dejemos pasar la oportunidad de tomar acciones concretas que apunten hacia la sustentabilidad.
[1] Siguiendo la Huella por Mireya Imaz et al. (México, UNAM-Siglo XXI, 2015)