Después de un tiempo que ya vas conociendo cómo es la vida realmente, cuando ya pasaste esa época en la que querías tener ciertas cosas y lograr cierto nivel de comodidad, finalmente te das cuenta que todo es “vanidad de vanidades” como más exactamente dice el Eclesiastés: “Todo es vanidad y aflicción de espíritu”. Sigues teniendo insatisfacciones y puedes de cuando en cuando experimentar un vacío y preguntarte ¿y esto es todo?
Hay dos aspectos del vacío interior, de la soledad inevitable y de los deseos imposibles de satisfacer. Uno de ellos es un anhelo de lo pleno, perfecto y eterno que no se llena con nada de lo que hay en este mundo porque si queremos eso de las personas, nos fallan, cambian o se mueren; si lo queremos de las cosas, se terminan, se gastan, cuando las tienes ya no parecen ser aquello que realmente querías; si lo queremos de los valores morales, el amor, la bondad, son inalcanzables y siempre fallamos.
La plenitud es relativa al momento, a la circunstancia y el tiempo; el cambio de actitud, del momento, de la participación de otros acaba con esa aparente plenitud que fue eterna mientras no se terminaba.
Por esa ansia quizá no se llene más que con Dios, que parece reunir esos ingredientes de eterno, perfecto y pleno. El otro aspecto tiene que ver con esa necesidad de movilidad para poder crecer.
Si alguno de ustedes jugó con esos cuadritos con números móviles en forma de cuadrito también que van del 1 al 15, sabrán que para que los números se muevan y así poder acomodarlos el juego tiene un hueco del tamaño uno de los cuadritos numerados para poder movilizar cada pieza hasta acomodarla, como un rompecabezas.
La vida es similar. Tenemos un hueco para que esa insatisfacción nos proyecte hacia el futuro, hacia concretar metas, materializar deseos y anhelar mejorar, crecer, caminar hacia la plenitud que se nos escapa siempre hacia adelante.
Tolerar cierto grado de anhelo, de vacío, de insatisfacción despierta las ganas, los deseos, la motivación a seguir moviéndonos para conquistar aquello que anhelamos. Quizá ese cuadrito hueco se llenará después de recorrer toda nuestra vida. Y hay que tolerarlo porque llenarlo significaría que estamos muertos, que ya no queremos movernos, buscar, desear, tener ganas de encontrar no sé qué.
Estamos siendo impulsados a crecer, a cambiar y si no, te sientes vacío. A veces incluso nuestra vida nos obliga al cambio, pues formas de adaptarnos en el pasado a ciertas situaciones, ahora pueden resultar obsoletas y estorbarnos. Las cosas cambian, nosotros cambiamos y entonces internamente también necesitamos cambiar. Más aún si has ido dejando de lado curar tus heridas emocionales, si has fabricado una armadura para protegerte de temores que ya no son vigentes porque ya eres adulto, porque ya no estás con esa persona o porque simplemente ya maduraste o te urge que tu vida tome otro rumbo simplemente para ser feliz.
Para realmente lograr un cambio duradero, frutos de crecimiento interior y una vida en la que sientes que has logrado aceptablemente lo que te has propuesto es necesario comprometerse con un camino y por muy empinado que sea seguir y seguir. La constancia, el compromiso y la disposición a pagar el precio que implique así como las consecuencias en la modificación de nuestro modo de vida son los ingredientes principales para lograr nuestros propósitos. Más aún en aspectos de nuestra forma de ser, en el rumbo que le damos a nuestra vida y si queremos frutos de crecimiento tangibles.
Todos tenemos un camino. Cada uno elige cómo camina y si lo vuelve una vía corta, una pequeña vereda que va por donde no va nadie o por donde van todos.
Puede decidir seguir un sendero dañoso para su vida, destructivo para quienes le rodean o puede elegir un sendero de crecimiento.
En psicoterapia no se dan clases de moral, pero sí se valoran las consecuencias de elegir un camino, si va a producir sufrimiento, daño físico, bioenergético, psíquico y/o espiritual. Puedes elegir ayudar, o concentrarte nada más en ti, puedes escoger hacer el bien o hacer el mal. Pero lo que sea tendrá un precio y una consecuencia.
Psicológicamente habrá caminos que te hagan crecer, otros que te estanquen y otros que simplemente te vacíen y te dejen destrozado. Si crees que lo más valioso es elegir un sendero de crecimiento, en el que procures lo que te construye, lo que edifica a otros y lo que aporta lo mejor de ti al mundo entonces estamos en sintonía y podemos contribuir a tu camino con herramientas psicoterapéuticas que se enfocan a que crezcas, superes el dolor acumulado a lo largo de tu vida, saques fruto de tus experiencias, sanes heridas, perdones y enfoques tu energía de manera eficaz, respetando lo que nace de tu ser verdadero.
Formar nuestro carácter, re-formarlo, aprender a llevar una vida libre de resentimientos, abrirnos a llenar nuestras necesidades espirituales y hacernos responsables de nosotros mismos es parte de lo que trabajamos día a día con cada uno de nuestros consultantes en psicoterapias individuales, de pareja o en el taller de formación de carácter. Llama si quieres ayuda para volver tu camino un sendero de crecimiento.
*Mtra. Ruth Holtz, Terapeuta psicocorporal, Analista bioenergética, Psicoterapeuta psicoanalítica. Orientadora cristiana. Informes y citas para videollamada a Colima al tel. 01 312 3 30 72 54
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