Era el alcohol. Te inventabas cosas
cuando estabas bebiendo y las creías
si estabas lo suficientemente borracha.
Pasaban a ser absolutamente verdaderas y reales.
Doyle, a través de Paula Spencer
El alcoholismo es un tema frecuente en la literatura. Aun cuando se aborde desde el humor, se trata de un asunto que conlleva un profundo drama. En esta ocasión me permito recomendar una novela que tiene que ver con la adicción del alcohol, pero también con otros problemas, tan o más profundos que aquél.
Se trata de una obra de la que infortunadamente no se sabe mucho en este país, pero que debiera tener un lugar importante entre los estudiosos de esa adicción, del maltrato –físico y psicológico– hacia las mujeres y cómo se destruye la personalidad en silencio, a oscuras.
Me refiero a La mujer que se estrellaba contra las puertas (Verticales de Bolsillo, 2008; traducción de Juan Fernando Merino). Publicada originalmente en Irlanda en 1996 por el escritor Roddy Doyle (Dublín, 1958), no fue sino hasta el año 2008 cuando se dio a conocer en español, gracias a la editorial Norma, a través de su sello Verticales.
El autor goza de popularidad en su país natal y ha ganado prestigio gracias a sus novelas. Incluso, en 1994, escribió libretos para una serie de televisión llamada Family, en la que se aborda la violencia doméstica y el abuso conyugal en una sociedad que omitía dichas problemáticas, aun cuando llegaron a cobrarse vidas.
De esta experiencia nació La mujer que se estrellaba contra las puertas, novela que explora precisamente esos temas, a través de Paula Spencer –protagonista y narradora–, una mujer de 39 años de clase trabajadora que sufre en carne propia la violencia familiar y el abuso conyugal y que, encima de ello, es víctima del alcoholismo.
No se trata de una novela más que aborda estas problemáticas, sino de una historia que conmueve desde la primera página; el autor casi desaparece y deja a la narradora todo el trabajo: la liberación, el flujo del discurso, la construcción de las frases envuelven al lector en una atmósfera a veces incómoda, pero siempre desde la afinidad.
Paula nos cuenta su historia; una de las enormes dificultades que enfrenta es que no se sabe víctima de maltrato porque en casa adquirió esos hábitos y le resultan familiares. Sólo años después se percata de lo que es, de eso en lo que la han convertido.
No hay autocompasión, no hay cursilería ni clichés en esta novela que Doyle escribió para crear conciencia acerca del papel de las mujeres y su lugar en la vida social.
La protagonista relata sus experiencias en la escuela, el juego de la imagen en una sociedad cada vez más carente de ideales y más ávida de objetos y bienes materiales. Cuenta la competencia de las jóvenes para conseguir citas, el trato de los jóvenes y no tan jóvenes para con las mujeres; el hábito familiar de cosificar a éstas hasta el punto de la anulación…
Con La mujer que se estrellaba contra las puertas el autor pretendía hacer un retrato de la Irlanda de los ochenta, pero trascendió las fronteras y uno puede identificar casi cualquier país a través de sus páginas y lo que en ellas se cuenta.
La narradora sufre en un matrimonio en el que sólo una parte puede gozar de libertad. Se emborracha, bebe en exceso a veces sin darse cuenta de ello; disculpa al otro, al abusador: lo justifica.
El título del libro obedece a un pasaje de la historia, cuando la protagonista es llevada al médico luego de haber recibido una golpiza de parte de su marido. Ambos planean el discurso que se dará al médico, buscan a toda costa que la verdad se mantenga oculta. De esta forma, acuerdan la justificación: Paula se estrelló contra una puerta y se causó daño. Así durante dieciocho años de matrimonio.
Es una historia brutal. En esta denuncia además existe la complicidad de los médicos: saben que fue golpeada, pero hay tantos casos que prefieren ignorarlos para no meterse en problemas.
El estilo de Roddy Doyle es impecable en esta novela, hace suya la voz femenina y el resultado es una historia conmovedora, un retrato de lo que nos negamos a ver en muchas ocasiones, la construcción de un personaje verdadero y que adopta uno y tantos rostros a la vez: es una especie de portavoz para quienes se encuentran en esa situación.
En algún momento de su historia, la mujer nos dice: «Me perdí los ochenta. No tengo ni una pista. Es solo un montón informe […] ¿Qué hice en los ochenta? Estrellarme contra las puertas. Levantarme del suelo».