Las adicciones en literatura representan un tema común: no es un secreto que muchos escritores han padecido algún tipo de adicción.
Quizás la más frecuente es el alcohol. Figuras como Hemingway, Bukowski, Fitzgerald, Lowry o Juan Vicente Melo son apenas unos ejemplos de escritores representativos del siglo XX que eran aficionados a las bebidas embriagantes.
En los casos de Bukowski, Lowry y Melo, encontramos en su obra señales de esa adicción: La senda del perdedor en el estadounidense; la mítica Bajo el volcán en el caso del británico, mientras que por parte del tercero está La obediencia nocturna, una novela de culto de la literatura mexicana.
Sin embargo, en esta ocasión me permitiré recomendar una obra muy poco conocida en México: La muerte salió cabalgando de Persia (1979; Acantilado, 2008), del escritor húngaro Péter Hajnóczy.
Este autor nació en Budapest en 1942 y murió en Balatonfüred en 1981. Antes de dedicarse de lleno a la escritura, Hajnóczy fue fogonero, peón, asistente de tipógrafo, modelo de artista, vendedor de imágenes de santos…
El catálogo de autores húngaros de la editorial catalana Acantilado es extenso; en 2008 publicó la edición en español de La muerte salió cabalgando de Persia, con traducción de Mária Szijj y de José Miguel González Trevejo.
En apenas 148 páginas, el autor nos lleva a través de los caminos de la autodestrucción del personaje –que es a la vez la del propio Péter Hajnóczy–, un peón que escribe (o un escritor que también es peón).
Ya desde el inicio hay una advertencia de lo que el lector deberá enfrentar en la lectura: «He aquí un espantoso papel en blanco en el que debo escribir»… Es el inicio del tormentoso proceso creativo que experimenta el personaje central.
La obra relata la adicción de ese hombre al alcohol; a partir de notas escritas durante las borracheras, intenta recrear su historia misma y sacarles provecho para escribir una obra que trascienda.
Sin embargo, su adicción lo sumerge en episodios dramáticos y angustiantes de los que el lector es testigo: susurra secretos a todo aquel que se acerca a su novela. De esta forma, asistimos al espectáculo de la autodestrucción, a la desesperación del escritor ante la imposibilidad de crear.
Pero enfrentarse a lo ya creado en otro tiempo representa un muro contra el que se topa en seco: «Ahora se dedicaba a hojear las notas tomadas durante la borrachera y a mirar las doscientas setenta páginas pasadas a máquina, y sabía que tendría que tirarlas, que como mucho podría aprovechar uno o dos párrafos, y unas cuantas frases» (p.5).
Durante la historia, el personaje conoce a Krisztina, una joven con un fuerte arraigo religioso que le impide ser empática con borrachos y fumadores. Sin embargo, entabla una relación con nuestro personaje, quien ha sobrevivido al divorcio de su exesposa. A través del amor, de Krisztina en sí, busca una especie de salvación del inframundo en el que habita.
Al paso del texto encontramos a un personaje que se recrimina el hecho de ser un peón y no haber estudiado más; ahonda en el proceso creativo del escritor y en las dificultades de enfrentarse a la nueva frase, al vacío de palabras.
De Hajnóczy, el también húngaro Péter Esterházy (Budapest, 1950) dijo alguna vez que «fue un escritor, un erudito, un hombre de conciencia, un intelectual (como a veces es formulado a manera de invectiva) … un ser moral y rebelde».
Péter Hajnóczy no llegó a los cuarenta años de vida. Sufrió la adicción de la que él mismo estaba consciente: «Mi alcoholismo es también una forma peculiar de concebir el mundo, una mezcla de convicción política y religiosa que ha de sazonarse con una pizca de autoironía».
Hay muchas obras que abordan el mundo del alcoholismo, pero La muerte salió cabalgando de Persia nos ofrece la visión de un autor que descendió a su propio infierno para contarnos qué encontró en tal lugar.
Estoy seguro que el lector que se adentre las páginas del texto no saldrá ileso.