“Te advierto que te prepares, Jojutla ya no es el Jojutla que tu conociste”. De esa manera mi esposa me advertía la tarde del 19 de septiembre de que las cosas en mi ciudad natal eran peores de lo que pudiera imaginar.
Ese día no podría llegar hasta concluir mi trabajo en Cuernavaca. La Unión de Morelos tenía que circular contra viento y marea, algo que el profesionalismo de mis compañeros permitió hacer con relativa facilidad.
Aún así concluimos a las dos de la mañana (cuatro horas más de lo habitual) y hasta ese momento emprendí viaje, pero no a Jojutla, sino a un punto cercano donde pasaríamos la noche más a salvo.
Sólo hasta el día siguiente pude comprobar lo que había pasado. Con un nudo en la garganta transmití imágenes por facebook live para los lectores de La Unión de Morelos.
Narraba lo que no es frecuente para un periodista: la destrucción de sus lugares habituales, con el agravante de que apenas lo veía por primera vez.
Fueron días y noches larguísimos.
Lo más esperanzador de esas jornadas fue ver el civismo de la gente -especialmente de los jóvenes- que tristemente al paso de los meses se diluyó hasta hacerse imperceptible.
Ojalá sólo esté dormido y renazca, para reconstruir dignamente nuestra ciudad.