Bernardo Benito Atenco, quien trabaja como chofer de taxi, reconoce que se negaba a creer en la propagación del virus del covid-19, porque en su familia nadie había presentado síntomas, hasta que su suegro se contagió y luego falleció. Desde entonces, afirma, usa cubrebocas y gel antibacterial durante su jornada laboral y se retira el tapabocas sólo cuando toma alimentos en la calle.
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Mientras espera a los clientes en la calle Matamoros del centro de Cuernavaca, cuenta que por la contingencia sanitaria sus ingresos económicos disminuyeron en más del 50 por ciento, y al día con mucho esfuerzo reúne 250 pesos para la cuenta y unos 200 pesos para él.
Por la pandemia y la falta de apoyos económicos tuvo que solicitar dos préstamos de cinco y diez mil pesos para comprar lo necesario para la alimentación de su familia, porque dice que aunque hay gente en las calles, no hay pasaje, y además hay mucha competencia entre los taxistas y los conductores que ofrecen el servicio de transporte privado por medio de las aplicaciones de teléfono de Uber y Didi.
"La pandemia afecta porque hay gente en las calles, pero no hay pasaje; hay mucha competencia y nada de apoyos. El patrón pide su cuenta y el carro necesita combustible. Ahorita por la contingencia el dinero apenas alcanza para medio comer, ya no para ahorrar y menos para darse lujos".
El entrevistado dice que su experiencia frente al volante es de tres años, pero antes trabajó en el transporte colectivo, el cual dejó porque es estresante y de largas jornadas, y al menos en el taxi tiene tiempo de descansar durante el día y comer con su familia.
Bernardo refiere que además de las afectaciones por la pandemia, la inseguridad les ha pegado muy seguido, porque le dijeron sus compañeros que en varias ocasiones les han quitado el vehículo.