Las vecindades son asentamientos humanos que, principalmente, se ubican en los centros de las ciudades o en lo que conocemos como Centro Histórico. Este esquema de complejo habitacional nació a finales del siglo XVIII según datos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH). Las vecindades son conjuntos de vivienda social o vivienda económica, que es como se le conocía. Esta vivienda estaba destinada para personas de bajos recursos de la clase obrera.
El historiador Carlos Fernando López De la Torre nos describe a la vecindad como el auge transformador del cambio social entre los siglos XVIII y XIX que corresponde al crecimiento urbano y demográfico de las ciudades latinoamericanas.
La vida de la vecindad siempre se nos ha ilustrado de la misma forma: niños jugando, festividades, mujeres lavando en grupo, vecinos, ruidos y este gran patio central que acoge a la mayoría de las actividades sociales.
Su desaparición se remonta a la década de los años 40’s cuando la industrialización y el crecimiento urbano las desplazó por nuevos esquemas de vivienda social, como los multifamiliares, que en aquel entonces era la modernidad en arquitectura.
La importancia social e histórica de las vecindades en México nos da una pauta para el imaginario. Hoy en día conocemos a la perfección la espacialidad de una vecindad, sin embargo, lo más importante que podemos rescatar de ellas es la estructura como esquema de convivencia entre vecinos, el cual, como mencioné anteriormente, contenía un patio central con dos volúmenes horizontales a sus extremos destinados a la vivienda popular. El patio era el principal espacio de interacción social. Veíamos posadas, quince años, asambleas comunitarias, bailes y lo que nunca podía faltar, el “chisme” de nuestro bello México. Pero también hay que destacar a los lavaderos como área social y no solo de servicio. Este espacio se ubicaba en las azoteas del edificio y según habitantes, fue el “facebook” de aquel entonces.
Estos espacios crearon unidad comunitaria, fortalecieron al tejido social y daban identidad a los habitantes con un profundo sentido de apropiación.
Así, la vecindad da un registro comunitario y urbano entre el espacio público-urbano e individual-privado, la inevitable apropiación vecinal, el claro ejemplo de “hacer ciudad” algo en lo que hoy buscamos a cuentagotas.
Replantear la estructura social de una vecindad para proyectos nuevos de vivienda del Siglo XXI me parece que es una muy, pero muy viable oportunidad para imaginar el futuro de la vivienda colectiva en México y el mundo.