Sociedad

El escritor y sus artes


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Hay una relación entre las artes, que a nadie le sorprenda. Soy escritor, pertenezco a la literatura, pero, ¿solo a ella? Nuestra relación es un diálogo, estamos en constante trato, somos como los hijos de una familia, cada uno en su cuarto en la casa del arte. Tenemos una relación odio-amor, pero, a diferencia de las familias reales, no podemos dejarnos nunca. ¿Dependencia? ¿Codependencia? ¿Relación tóxica?

Es mucho lo que nos compartimos, prestamos o robamos entre las artes. Estamos unas veces lejos; otras, cerca, como novios adolescentes, pero nunca separados. Es cosa de cada día, algo que no para, se goza y se padece, se disfruta y enoja. ¿Acaso pensabas que todos los artistas nos llevamos bien? Nanais, pero, bueno, eso también es cosa de cada artista en particular.

Expondré mi participación en algunas artes, para argumentar la interacción entre las mismas:

Mi primera expresión artística y crítica pública fueron los grafittis, que hacía con aerosoles en Civac, a veces acompañado de amigos que me apoyaban o criticaban. Mis trazos eran letras de protesta y alguna forma ornamental que quería ser simbólica de mi ser y mi realidad.

Comencé a escribir poesía desde los 16 años. Por esos días también inicié la pintura con batik, lo que me permitió experimentar la forma en dos dimensiones y ganar dinero vendiendo playeras como hippie al lado del Palacio de Cortés en pleno centro de Cuernavaca.

Luego, en mi casa, comencé a hacer esculturas con elementos naturales y otro poco de pintura. Fueron días solitarios de expresar en las paredes lo que había en mi corazón. Luego hice fotografía gracias a Diana Cortés, que en el mismo Cuernavaca me compartió técnicas y lenguajes.

Poco después de entrar a la universidad, y cansado de vender todo tipo de productos para mantenerme (café, pan, dulces, ropa…), comencé a cantar: como siempre digo: me pagué la carrera de letras cantando en las calles… y a mucho orgullo.

En la UAEM hice de todo, entre revistas, radio, bibliofilia y performance, también experimenté en el teatro. Poco después de egresar incluso monté una obra unipersonal de teatro (de Marguerite Duras) que presenté en la Uninter y otros lados, además de que di clases de teatro en el ICAI.

El baile llegó a mi vida, ufff, desde niño. En la vecindad de mi abuela materna en la CDMX concurrían a las posadas (o cualquier celebración importante) bailadores profesiobarrio a sacarle brillo a los pisos de cemento colado, acompañados de sonideros locochones, que se instalaban en un patio o en la calle. Ahí supe que la cumbia es amor, que mover el bote es indispensable para vivir y que la rumba ancestral del caribe (y antes de África o de Sumeria quizás) marcarían mi vida de una manera hermosa y bastantemente sudorosa. Solo comprendí lo que es bailar de verdad y ser sensual moviendo el cuerpo gracias a mi querida amiga Liliana Huicochea, que en la Secundaria 3 de Civac (¡Gloria!) me dio mis primeras clases de baile callejero, lo que agradezco hasta ahora (Flaquita, mil gracias forever).

Mis conceptos de arquitectura, especialmente la proporción y la utilidad del arte monumental (más propio del renacimiento que del oscurantismo) los obtuve de mi hermano Roberto, que cuando yo estudiaba letras estaba inscrito en arquitectura. No terminó la licenciatura, pero sus enseñanzas me marcaron y me permitieron leer más tarde a Le Corbusier o a Vitrubio solo por saborearlos. 

Al cine le debo muchísimo: en la Biblioteca Central Estatal de Morelos tuve mi propio cineclub a los 19 años, ahí conocí a Diana, gran amiga hasta ahora y a algunos más; ahí vi cientos de pelis y conocí géneros, épocas y autores. El primer texto periodístico que publiqué fue sobre esa videoteca. Nunca he practicado el cine, no he escrito ni un guion siquiera, pero lo sigo viendo y es una conexión importante con mi hija. Además, mi sobrina Fernanda D’Lara, estudia cine (comenzó con Tommy Santamaría), quién sabe por qué, pero yo la admiro mucho por eso.

Pero no he muerto, aún tendré nuevas relaciones y participaciones en las otras disciplinas creativas. Ahora dime, ¿cuál es tu historia con las bellas artes?

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Daniel Zetina

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