Algunos pasajeros hacen oraciones dentro de la unidad.
“A veces se sube Dios y a veces el diablo. Lo digo así, porque hay gente muy amable y otros muy déspotas que vienen de malas y se quieren desquitar con el primero que se encuentran”. Así narró Juan García sus experiencias como chofer de taxi.
Afirma que lleva más de 30 años al volante y a los clientes que más recuerda -dice- son aquellas personas que durante el viaje oraron por él. Sin embargo, también tiene presente los diez intentos de asalto que ha vivido.
Una de estas malas experiencias, contó, ocurrió hace 20 años con un pasajero cuyo destino era la colonia Tejalpa de Jiutepec. El cliente ocupó el asiento del copiloto y le hizo plática, pero cuando llegaron a un lugar poco transitado sacó una pistola y le dijo “¡ya valió!, esto es un asalto”.
“Yo no le creí, pensé que estaba bromeando y le dije ‘no juegues, cómo crees’. En ese momento sacó una pistola y me dijo ‘es en serio’, así que lo empujé; empezamos a forcejear y no sé cómo le quité el arma y creo que lo aventé tan fuerte que se fue corriendo”.
Después de que el sujeto huyó, Juan revisó la pistola y se dio cuenta de que no tenía balas.
El entrevistado refirió que sus hijos le han pedido dejar de trabajar en el taxi y descansar, pero él se resiste porque todavía tiene fuerza.
“Este trabajo me ha dado de comer, de aquí salió el dinero para que mis hijos pudieran terminar sus estudios; mi hijo es ingeniero y mi hija psicóloga. Yo seguiré aquí en el taxi hasta que el cuerpo me aguante”.