En un viaje en Blablacar una señora decía: “Ahora está de moda correr a los hijos solo porque ya tienen treinta años”. Insistía en que, sin una justificación suficiente para hacer su vida en otra casa, los hijos deberían permanecer en el domicilio materno, donde podrían recibir buen trato y servicios como alimentación, lavado de ropa y cuidados en general. No podía creer lo que escuchaba, sus hijos ya estaban en los treinta. ¿Puedes pensar en algo más horroroso? Yo no, bueno, difícilmente.
Hay casos extremos, en los que un hijo podría quedarse en la casa materna: enfermedad terminal de la progenitora, pobreza extrema, crisis existencial, enfermedad del vástago; pero en situación normal, todo ser humano debe tomar su camino, levantar vuelo, andar por el mundo, agarrar monte o como se entienda: ser independiente.
No digo odiar a los padres, sino dejarlos en paz. Yo me llevo bien con los míos, pero ni de chiste viviría con ellos como un plan de vida. Cada persona debe hacerse cargo de sí misma la mayor parte de su vida, es una máxima para mí. Como artista, ignoro cómo sería la vida en casa de mi madre y sus locuras o con mi padre y su esposa (y su entenado).
Hay poetas peores, los que se llevan a su pareja a la casa materna y hasta a sus hijos; juegan a ser adultos, pero no le alcanzan las ganas de trabajar ni las oportunidades; además, es cómodo encargar a las bendiciones con la abuela luchona o dormir hasta tarde. En el otro enfoque, ignoro por qué un artista iría a vivir a casa de sus suegros (patética palabra), de arrimado (no hay otra forma de decirlo). Terrible, aunque si escarbamos, habrá casos peores.
Me puse moralista de nuevo, pero le sigo: no es muy creativo vivir con los papás siendo adulto. Cualquier persona no artista enfrenta su vida con las herramientas que recibe o se agencia. En los artistas, la crisis es constante, los retos cotidianos y el esfuerzo su mejor instrumento. ¿Por qué así? Porque escribimos de las crisis, abrevamos de ellas, crecemos con sus resultados. Eso nos ayuda a conmover a los lectores, pero también a vivir con más paz y equilibrio.
Hay otros que después de los estudios encuentran un trabajo cerca y se quedan en la casa paterna, como una zona de confort. Ya lo he dicho, para el artista no debería haber una zona así en el mundo, cuando nuestro trabajo es (en parte) conocer las dificultades, filtrarlas, sublimarlas y devolverlas al mundo hechas arte.
¿Es indispensable vivir independiente? Sí, y no necesariamente mediante un matrimonio, también puedes ser roomie o vivir solo. Estar solo no es sencillo para la mayoría, pero enfrentarse a la soledad es, en general, una oportunidad más de crecer.
Están igual los divorciados que regresan con sus padres, cargando ropa, libros y sus heridas. Podrían quedarse un rato por ahí, pero no instalarse indefinidamente si desean conservar su estatus de gente adulta y no caer en criterios como ser chavorrucos.
Los que cayeron en crisis y regresan como trampolín a casa de sus progenitores, aún tienen la oportunidad de recibir un apoyo e impulsarse para salir lo antes posible y volver a sus propias metas.
Los padres enfermos no son responsabilidad de sus hijos, sino de sí mismos. No espero me mi hija deje su vida para venir a cuidarme, eso sería esclavizarla de forma egoísta, con el argumento del amor familiar. No, gracias, que ella haga su vida y a mí me cuide otra persona adulta, por correspondencia o mediante un pago.
Como sea, si un escritor recae en cualquiera de las opciones anteriores, verá reducida su productividad como creador o de plano la verá extinguirse, en especial, si no gana su propio dinero, pues podrá terminar siendo solo un títere chistoso en manos de sus padres.
Insisto: para hacer arte hacen falta libertad, independencia, soledad, decisión, esfuerzo, trabajo, autosuficiencia. Llevo décadas viviendo solo y así continuaré, conservando la independencia, quizás un día encuentre una pareja con quien compartir… oh, sí, buen tema para la siguiente entrega de esta columna.