Lo que antes era un proyecto para “toda la vida” hoy se ha convertido en un atributo del momento. Una vez diseñado, el futuro ya no es “para siempre”, sino que necesita ser montado y desmontado continuamente.

Zygmunt Bauman.

Me gustaría continuar con las ideas de Zygmunt Bauman en el contexto más amplio de su obra y desarrollar algunas. La idea de modernidad líquida sugiere que en nuestros tiempos ya no se fijan objetivos claros, no se establecen metas y lo permanente se avista solo en el estado transitorio. 

En esta ocasión retomo al libro “Arte, ¿líquido?”, del mismo autor, y como en el artículo anterior no pretendo crear una reseña, análisis o cualquier otro asunto relacionado con el libro. Por otro lado, sugeriré más un aprendizaje del mismo.

Una parte que quiero mencionar literal del libro es la concisa explicación que ejerce Griselda Pollock sobre el concepto líquido, expuesto en la página 32 del mismo libro, porque se me hace breve y fácil de exponer, lo cual dicta así: “liquido es un adjetivo que refleja los efectos de la globalización, de las migraciones, el nomadismo, el turismo, internet, la telefonía móvil, etc.” Esto es gracias a la enorme interacción que existe de las nuevas tecnologías de información.

Pensemos por un momento cómo la idea de “líquido” ha afectado al arte y con ella todas sus ramas. De una forma u otra retomo el artículo pasado, ya que tienen una relación directa. Uno puede asociarse a la inmortalidad. Pero las cosas divertidas, las cosas que fueron pensadas y creadas para proporcionar sensaciones agradables, son cosas que se consumen, y me atrevo a decir que son esencias que surgieron junto con el capitalismo. El consumo es justamente lo contrario a lo inmortal, y citando a Zygmunt Bauman… la asociación no mengua ni erosiona lo inmortal, antes, al contrario, lo supre-temporal se perpetúa gracias a la duración y continuidad de los contactos temporales, de no ser así estaríamos ante la muerte de la obra de arte, el fin de su inmortalidad. Los artículos de consumo se gastan, pierden su esencia, su identidad, su sustancia hasta desaparecer. El arte al pasar a formar parte del consumo supone una enorme transformación para la obra de arte, que, desde mi perspectiva, es la muerte en vida de la obra de arte. Hoy vemos exhibiciones centradas específicamente en los artículos de consumo, a las esencias banales, transitorias que enmarcan un punto específico del momento sobre el espectador. El artista contemporáneo ha dejado de pensar en lograr la trascendencia, la herencia, el futuro. Todo absolutamente todo tiene que impactar al momento lo mejor que se pueda y así poder desechar y pasar a alguna nueva moda que le haga “engordar su cartera”. El arte es un tema que debemos ajustar y de verdad crear nuevos artistas que no solo piensen en el momento sino también en dejar rastro para las generaciones futuras, porque así y solo así dejaremos tallada la “exuberante” época por la que estamos pasando.