Es curioso creer que la infancia puede ser la etapa más productiva y más creativa que el ser humano presenció. Nuestra infancia es un momento único donde nuestro cerebro activa infinidad de circuitos encargadas de fabricar mundos alternos que, si bien no están muy alejados de la realidad y que en un futuro se materializan, por ejemplo, el clásico juego del doctor, del militar, del arquitecto, etc.
Pongamos atención a la casa, al hogar, al refugio. Hay un origen de esto que debemos buscar en la historia y otro en nuestra infancia.
En el libro “Casa Collage. Un ensayo sobre la arquitectura de la casa” de Xavier Monteys y Pere Fuertes, citan al arquitecto Steen Eiler Rasmussen señalando textualmente que “…a cierta edad, la mayoría de los niños tienen ganas de construir algún tipo de refugio. Puede ser una verdadera cuerva excavada en un montículo, o una cabaña primitiva de groseras tablas. Pero a menudo no es más que un rincón entre matorrales, o una tienda hecha con una alfombra colgada entre dos sillas. Ese “juego de la cueva” puede variar de mil maneras, pero es común a todos el cerramiento del espacio para uso personal del niño”
Los juegos de nuestra infancia como la “cueva” revelan que su construcción está asociado al ser humano, es decir, la “cueva” no es cualquier juego, es un impulso universal que está enraizado en la psique infantil. Es un espacio que de niños encontramos seguros, un lugar que nos da identidad por ser “diseñado y construido” por nosotros mismos es decir plasmamos nuestra esencia, y a mí personalmente, me gusta creer que de una forma u otra en algún momento todos fuimos arquitectos.
Cuando somos niños percibimos el espacio de una manera muy particular, la escala de los objetos pasa a ser “gigantesca” ya que la antropometría de la arquitectura está pensada y diseñada específicamente para el ser humano adulto. Por esta razón la arquitectura de los niños pasa a otro plano, sus dimensiones, su conceptualización, sus tiempos, sus “sistemas constructivos” son específicamente valorados en esta etapa.
Mi percepción sobre esta actividad en la infancia va más allá de solo ser un juego, creo firmemente que la arquitectura de la infancia es todo un caso de estudio, es un valor agregado que como arquitectos debemos repensar ya que la escala y la conceptualización son totalmente diferentes y que como profesionistas es demasiado complicado trabajar desde esa visual, sinceramente si los arquitectos conceptualizáramos como niños, estoy seguro que la arquitectura traería otro renombre.