¿Qué diferencia hay entre pasear y transitar? ¿Qué diferencia hay entre pasear solo o acompañado? ¿Qué pasa cuando tu acompañante es tu mejor amigo canino?
Transitar es una necesidad, un movernos necesario para llegar al destino. Incluso puede ser un molesto transcurrir del tiempo en el transporte o durante el recorrido. Pasear es observar, detenerse, registrar sensaciones, fabricar la memoria atenta del desplazamiento, prestar atención a los detalles y pensarlos. Pasear acompañado por alguien es vincularnos mutuamente en espacios durante el acontecer de la libertad, durante la elección de la emoción de compartir el destino y el trayecto. Disfrutar espacios mientras estamos el movimiento, sujetarnos a lo urbano y a lo personal.
Pero pasear con tu perro es algo muy distinto. Pasear entre las calles a lado de un espíritu salvaje es cambiar de escenario, voltear la ciudad de adentro hacia afuera con la imaginación latente, intentando conectar con esa parte de ti que añora vivir en los bosques, en la pradera cerca del río y la montaña.
No siempre existe la posibilidad de encontrar áreas verdes amigables cerca de casa. A veces estar en un pequeño parque no es suficiente. A veces necesitamos llegar más lejos, hacer un viaje corto y entonces el recorrido, sin más remedio, tiene que ser a través de las aceras. Hay mucho de salvaje en eso de pasear a través del asfalto y sus laberintos grises. Hay temor y sobresalto. Los sentidos están al límite.
Tienes que poner atención en tu seguridad y en la de tu compañía. Digerir los estímulos a gran velocidad para tomar decisiones acertadas. Bloquear ruidos de fondo innecesarios y estar atento a los importantes como: cláxones, voces, gruñidos, silbatos de oficiales de tránsito, gritos de alerta. Atender la visión periférica y prevenirte de autos, bicicletas, motos, otros transeúntes y posibles obstáculos peligrosos como cornisas mal ubicadas o medidores de luz sobresalientes. Además de enfocarte en la dirección en la que vas, siempre al tanto de tu perro, sumando las continuas interrupciones a la banqueta por calles o avenidas que son iguales a ríos rodantes con diferentes flujos. En general se puede decir que es un paseo hostil.
Eres responsable de ti, y en otro porcentaje, de tu compañía y mucho más si tu acompañante es perro. Tienes que adelantarte al tiempo del animal. Prever cosas como ataques de otros perros, personas temerosas o invasivas con las mascotas. Imaginar de antemano reacciones propias de él para que no te tomen por sorpresa: altos repentinos para olfatear, carreras inusitadas debido a sustos, estrés y ansiedad por percibir algo nunca antes experimentado.
Existen muchas variantes que pueden tornar tu paseo en algo totalmente distinto a lo que esperabas y nunca están de sobras las preguntas que te hagas y que te preparen para el suceso: ¿qué tanto conoces el lugar? ¿qué tanto lo has experimentado a pie? ¿qué tan entrenado y socializado está tu perro? ¿cuál es tu estado de ánimo en general ese día? A todo eso súmale el porcentaje de paranoia que le tengas al COVID-19 y a los encuentros con mucha gente de todos tipos. Si de por si los paseos ya eran una actividad de alto riesgo.
Al caminar por diferentes calles cambias de escenario en cada en cada una de ellas. Cada calle es un pequeño mundo aparte. Microclimas del concreto. La traza urbana es irregular. No siempre las escalas o dimensiones son las mismas. Los elementos, a pesar de lo que por norma debería ser, son diferentes (banquetas, arroyos viales, jardineras, etc.) Ni las fachadas, ni el equipamiento o demás constituyentes urbanos tienen unicidad. Enfrentarte a un paseo de esa naturaleza no es cualquier cosa, se necesita templanza, buena actitud y prevención.
Experimentar una caminata de manera paralela a la avenida principal de Cuautla, casi de cabo a rabo, acompañada por mi perra inexperta Kali fue muy diferente a los paseos que realizaba con mi anterior perro en la Ciudad de México, hace aproximadamente 10 años. Allá tenía el privilegio de poder pasear siguiendo un camino más amistoso en cuanto al verde dentro del gris. No dudo que aquí lo haya también, sólo que tengo que encontrar la ruta adecuada y adaptarme. En Morelos el verdor explota casi en cualquier lado, sin embargo, la exuberancia de aquí no está domesticada para dar cabida a ese tipo de paseos. Dan miedo las áreas verdes medianamente salvajes a los alrededores del poblado, porque esa tranquilidad de los parajes que se debería poder disfrutar, ha sido utilizada como escenarios de crimen.
Esta conexión, mejor dicho, esta necesidad de conexión ciudad-naturaleza me hizo pensar en una alternativa urbana ideal para mi sueño paseador. Pero esa descripción la dejaré pendiente para el siguiente sábado.
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