Para mí, cumplir años el 2 de noviembre, normalmente es sinónimo de festejos de día de muertos, calaveras de azúcar y chocolate, cempasúchil, ofrendas, desfiles de alebrijes y catrinas, disfraces y halloween, mucho tráfico, mucha gente y precios altos. En pocas palabras un caos.
Sin embargo, haber nacido este día es una de las mejores cosas de mi vida. El misticismo se combina con el regocijo de haber cumplido un año más. Una sobrecarga de emociones. Pero no siempre ha tenido la misma perspectiva. El concepto de vida y muerte está mucho más latente en esta ocasión. Situación que me hace sentir efímera e inmortal a la vez.
El período de pandemia que hemos atravesado y que continúa, me ha hecho sentir nostalgia de esa época en que nada nos importaba. En dónde la muerte toca de una manera muy distinta a los espíritus inocentes. Cuando somos niños la muerte tiene cara de esqueletos alegres y de dulces detrás de cada puerta. Es benevolente con los niños, incluso si han sufrido pérdidas de seres amados. Se manifiesta detrás de un velo de irrealidad que con el pasar del tiempo se disipa. Eso lo sé porque lo he vivido en carne propia.
Este año decidí pasar mi cumpleaños en Toluca, un lugar que me hacer recordar mi infancia a la par de una enorme sonrisa. Una decisión de último momento que resultó ser una magnifica elección. Lo pasé entre personas que quiero y lugares hermosos.
Uno de esos lugares fue el nevado de Toluca. Nunca lo había visitado y las ocasiones en que lo observaba era como contemplar a un amor imposible a la distancia. Pero esta vez estaba decidida; fui a él tres días consecutivos.
Estar en el interior de sus crestas admirando sus lagunas me hizo pensar en la eternidad y en la imprecisión del concepto. Es inevitable, incluso, que una obra de la naturaleza de tales magnitudes perdure para siempre en el mismo estado. Tuve una visión. Me supe partícula sumando materia al titan; igual que la roca fragmentada que se desmorona de sus cumbres y duerme a sus pies. Pensé en la futura ceniza que seré. Me imaginé combinada con su materia volcánica posada en sus laderas o arrastrada hasta sus verdes valles por el viento, a veces cubierta de nieve. Rondando los alrededores hasta el final de las eras. Encontrándome en el camino polvo de otras existencias, de otros amores, de otras estrellas.
Tantas cosas estaban sucediendo en su aparente inmovilidad de montaña. El murmullo del aire ondulaba la superficie del agua. La luz daba vida a la quietud con su transitar. La nieve se desplazaba tranquila y dulce a su estado líquido. El silencio cantaba en su lenguaje único. Los colores crecían desde la profundidad de las lagunas.
En fin, tanto ocurre en las cosas que no tienen vida que estoy segura que el alcance de las que alguna vez estuvieron vivas llega mucho más lejos. La magia continua. El volcán me mostro otra cara de la existencia. La visión me hizo sonreír, mejor dicho, me hizo sonreírle a la muerte por mostrarme otro de sus miles de significados.
Búscame en TikTok: https://vm.tiktok.com/ZMRmyggTV/