En la reinterpretación de la imagen de la Virgen de Guadalupe, de la pintora Rosa María Soto Lombardo, aparece en la misma postura que la original, ataviada con vestidos tradicionales de diferentes estados de la república: Oaxaca, Yucatán, Guerrero, Puebla, Chiapas, entre otros.
No existen los elementos simbólicos como el moño negro que anuncia su maternidad (las indígenas embarazadas se ceñían con una banda arriba de la cintura y dejaban libre el vientre); el manto, que representa el cielo con 46 estrellas, supuestamente, en la posición que ocupaban en el firmamento el 12 de diciembre de 1531; la túnica que es roja y representa la tierra, ni las diversas figuras que bañan la túnica, en la que se encuentran nueve arreglos florales, podrían representar los nueve pueblos peregrinos llegados de Aztlán, según un códice de 1576, entre otros detalles.
“La propuesta de pintar a la Virgen surgió por mi gran admiración por el arte del bordado en México y porque la Virgen de Guadalupe reorienta a la madre mujer”, relata la maestra Rosa María Soto Lombardo, pintora desde hace más de cuarenta años.
“Para mí ella siempre tiene un rostro diferente e irrepetible, puesto que es una obra original. Los atuendos más difíciles son los del Istmo de Oaxaca y los de Yucatán, porque hay que plasmar el bordado en pequeños trazos. También trabajé durante horas en el bordado del traje amuzgo de Guerrero y el de china poblana. En fin, creo que todas las regiones de México tienen grandes obras de arte en su indumentaria y yo simplemente rindo un homenaje a las tejedoras, que son artistas”, explicó.
En la elaboración de estos cuadros, que miden 31 por 40 centímetros, hay una mezcla de acuarela y acrílico. Con la técnica de la acuarela Rosamaría tiene más de 40 años trabajando; con las otras tiene algunos años.
El retrato que se conserva en la moderna Basílica del Tepeyac en la Ciudad de México, que mide aproximadamente 66 pulgadas de alto y 41 de ancho, fue objeto de observación detenida por parte de la maestra Soto Lombardo por varios meses; allí, la Virgen está de pie y su rostro se inclina delicadamente recordando un poco las tradicionales “Inmaculadas”.
El rostro de la Guadalupana fue objeto de estudio y repetición por varios meses. La pintora fue acercándose a la forma, gesto y color de la Virgen Morena, hasta que logró su objetivo.
Se la sabe de memoria: “puedo pintar sobre pedido con cualquier traje que se me pida”, aseguró.
No es la primera vez que la Virgen de Guadalupe es presentada de manera distinta a como la conocemos.
En septiembre de 2015, en la galería de arte "Eye on the Mountain" en Nuevo México, Paz Winshtein presentó a la imagen de la Guadalupana desnuda bajo un chal. José Villegas, residente de Santa Fe consideró la obra una blasfemia y exigió que la retiraran.
A finales de junio, 2013 la portada del especial de verano de la revista Santa Fe Reporter, de Nuevo México, publicó a la Virgen de Guadalupe en bikini.
En una carta enviada a los editores de la publicación, el rector de la Catedral Basílica de San Francisco de Asís de Santa Fe, Adam Lee Ortega y Ortiz, expresó su “indignación y disgusto por la decisión de mostrar a Nuestra Señora de Guadalupe de esa forma”.
“Nuestra comunidad católica y otras personas que han sido ofendidas merecen una disculpa. Espero que las personas responsables de esta decisión se tomen el tiempo de educarse a sí mismas sobre la sensibilidad cultural y religiosa de nuestra comunidad”, puntualizó Adam Lee.
En México, la Iglesia Católica se opone y argumenta que no hay restricción, pero el sentido común sugiere que no se altere la imagen sagrada.
En el caso concreto “es necesario investigar el significado para darse cuenta que no se mejora la identidad guadalupana: Será más meritorio que nosotros nos parezcamos a ella y no ella a nosotros. Ya su tez morena nos hace verla como nosotros nos vemos”, explicó la Comisión de Liturgia de la Diócesis de Cuernavaca.
La maestra Rosa María dijo al respecto:
“No me parece irreverente cambiarle el atuendo tradicional, es más, creo que es más auténtico representarla con los atuendos originales de cada región, puesto que es un símbolo mexicano”.
El 18 de noviembre pasado se inauguró la exposición “Dos rostros de la luna”, de Rosa María Soto Lombardo y Zahira De Anda, en la galería de Le Pastis Bistro en la calle Hidalgo 20, altos, en el centro de Cuernavaca. Allí, se pueden observar diferentes obras de Soto Lombardo, entre ellas seis de las vírgenes que estarán expuestas (y a la venta) todo el mes de diciembre.
Rosa María Soto Lombardo fue alumna de pintores famosos, como el maestro Germán Hernández, el general Ignacio Beteta, Joaquín Martínez Navarrete, Nora Beteta y Luis Améndolla, Edgardo Coglan, Cuevita del Río, Mario Avitia, Luis Viñals, Helga Reus y muchos otros acuarelistas.
Comenzó a practicar con la técnica de acuarela apoyada por su hijo Luis Hernández y su esposo Germán Hernández. “Posteriormente me ha influenciado Leonel Maciel, gran pintor y amigo, así que empecé a incursionar con acrílico y a mezclar las dos técnicas”, relató.
Ha participado en innumerables exposiciones colectivas y algunas individuales en la Ciudad de México en San Ángel y Coyoacán y, posteriormente en Cuernavaca.