Escribir a mano alzada con lápiz 2HB sobre la hoja en blanco es una experiencia que activa la sensualidad de mis manos. Despierta una pequeña vibración y sube desde el insignificante cuerpo de madera que sostengo y a través de las yemas de los dedos extendiéndose por toda la palma puedo sentirlo cobrar vida. El roce del grafito con el papel deshaciéndose en cada letra, adhiriéndose con el sonido texturizado a la hoja, me recuerda mis primeros encuentros con el pizarrón y las tizas, instrumentos que en mi infancia fueron amigables compañeros artísticos. También recuerdo que años después de estas tempranas y afortunadas uniones, disfrutaba de la sensación del trazo con carboncillo natural de líneas inexactas persiguiendo la silueta de la mujer que servía de modelo para la clase de dibujo anatómico.
Dibujar con lápices de diferentes graduaciones es dotar al papel de aliento acariciando la blancura con la oscuridad, con diferentes matices, degradados y claroscuros para crear la ilusión de volumen y realismo. Dibujar así es esculpir a la inversa, es dar corporeidad agregando materia en lugar de eliminarla. Quien haya tallado algún material para hacer brotar de él a un ser u objeto inanimado en dos dimensiones entenderá del placer que da desbastar, tallar, extraer material para formar algo. Es un gusto primigenio que conservamos de cuando tuvimos que excavar las estrellas para venir al mundo e inventarnos a nosotros mismos.
Una doble experiencia se manifiesta cuando se escribe a mano alzada con lápiz. Por un lado, se tiene el placer de deslizar el grafito para la creación de un diseñado único en cada uno de los caracteres de la caligrafía y por otro el placer de la escritura. Sin embargo, escribir a lápiz es una decisión importante porque con el paso del tiempo el texto se desdibuja y sólo fantasmas quedan de las letras. En la actualidad mis textos los escribo a mano con lápiz y a doble espacio. En primera para tener la experiencia sensitiva, tan parecida a la del bosquejo, en el momento más creativo del texto que es el del primer impulso. En segunda para poder corregir fácilmente sobre el papel la narrativa. No lo hice de esta manera hasta que tomé conciencia de la doble sensación. Mis primeros diarios eran garabateados con plumas de diferentes colores y más que diarios eran cuadernos de artista que contenían una que otra frase o verso de mis escritores favoritos.
El vínculo que tengo con el lápiz es una de las uniones más antiguas que conservo con las herramientas de arte. Fui artista grafica antes de ser escritora y arquitecta. Esta unión dio inicio a todo lo que disfruto hacer apasionadamente sobre un lienzo en blanco.
No necesariamente los diarios son textos sin interrupción en su temporalidad, pueden ser de cada tercer día, semanales, mensuales etc. Uno de los objetivos es que tengan continuidad. Otra cosa importante para iniciar un diario es sujetarse de un gusto particular además del hecho de escribir el día a día, nuestras actividades y pensamientos. En mi caso el aliciente fue bocetear cualquier cosa por el simple hecho de sentir el material en las manos y su creación como decisión únicamente mía, así como escribir pensamientos errabundos y a veces sin sentido. Poco a poco fueron evolucionando hasta ser más texto que ilustraciones.
Escribir un diario tiene muchas ventajas, pero creo que la principal es el diálogo con uno mismo. Lo que ha resultado más interesante para mí es platicar con mis yoes del pasado y observar la evolución de mis aptitudes. Reitero, ojalá todos escribiéramos un diario.
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