Entonces no hay vuelta de hoja, el miedo inicial una vez admitido y asimilado, se convierte en la herramienta principal del fotoperiodista. El miedo es el chicotazo que nos fogueó si tenemos madera o no, para convertirnos en fotoperiodista. Es entonces cuando el simple fotógrafo o reportero de prensa se autoproclama como un auténtico integrante de la Raza Culera de los Fotoperiodistas.
JORGE MEDINA PALOMINO, en Yo fotógrafo (Uriel Editorial, Cuernavaca, 2020)
En Cuernavaca sólo queda una reportera gráfica, se llama Silvia Lozano Venegas.
De acuerdo con el padrón de Becas para hijos de Periodistas en la entidad hay más de 100 “periodistas”, y de todos éstos, cinco fotoperiodistas hombres y dos mujeres: Froylán Trujillo Hernández, Margarito Pérez Retana, Luis Flores Escobedo, José Antonio Rivera Valdivia y Jorge Medina Palomino; Gude Servín en Cuautla y Silvia Lozano Venegas en la capital de Morelos.
Según los propios reporteros gráficos, la razón principal de esta ausencia de profesionales es la falta de empleo.
En la mayoría de los periódicos impresos que quedan en Morelos, si bien hay reporteros gráficos gran parte de las notas se complementan con imágenes de los boletines de prensa de las fuentes o con aquellas que los reporteros y reporteras, que no son fotoperiodistas, mandan a la redacción de los periódicos. A su vez, los medios digitales consumen videos principalmente y “fotos” tomadas con celulares, por reporteros que no son gráficos.
Tony Rivera (José Antonio Rivera Valdivia) apunta que con mucha frecuencia en los periódicos y en los medios digitales hay formadores o diseñadores que no saben sobre fotoperiodismo y cortan y modifican las imágenes con criterios subjetivos y adaptándolas a los espacios que el texto deja, es decir, las imágenes sólo complementan una nota.
Eso ha hecho que para los medios de comunicación el trabajo del fotoperiodista sea prescindible y que algunos de estos profesionales se hayan retirado o para sobrevivir laboren en otras áreas de la comunicación.
Qué es el fotoperiodismo
Laura Ahmed y Susana Bermúdez en “Programa Medios en la escuela”, explican que en el Siglo XX, el fotoperiodismo se desarrolló gracias a los avances técnicos de la fotografía; la producción y distribución se fue profesionalizando y se fundaron las primeras agencias fotográficas que agruparon a los fotógrafos que trabajaban para diversos diarios. Los reporteros gráficos comenzaron a tener protagonismo al “capturar” imágenes de guerra y acontecimientos que llegaban a los lectores de las grandes ciudades. En 1936 apareció en Estados Unidos la revista LIFE, compuesta principalmente por fotografías. El impacto visual de esta publicación produjo que la prensa ya no se pudiera pensar en hacer periodismo sólo con palabras.
Según V. Hudec (citado por Jorge Claro León en “Los géneros fotoperiodísticos: aproximaciones teóricas“), por periodismo entendemos conjuntos de expresiones escritas, habladas, fotográficas o de combinación mutua destinadas a interpretar la realidad social de actualidad, y que mediante su difusión ejercen un impacto sobre un público socialmente diferenciado. El periodismo orienta a ese público, formula y expresa sus opiniones, su concepción del mundo; le ofrece una explicación de los fenómenos contemporáneos en toda su multiformidad. En consecuencia, la labor periodística y los mensajes elaborados y difundidos en los medios industriales de información, nunca son neutros ni gratuitos, en tanto promueven una intencionalidad casi siempre persuasiva; la información y las opiniones emitidas afectan e influyen en la adopción de criterios y en el comportamiento de los integrantes de nuestra sociedad.
Comenzar desde cero
Silvia Lozano Venegas (o Silvia Lozano, como firma) es de las pocas reporteras de prensa en la entidad en donde, de por sí, esta profesión ha sido ejercida mayormente por hombres.
Es originaria de Cuernavaca y estudió en la Universidad Americana de Morelos la licenciatura en Ciencias de la Comunicación. Desde hace 15 años es reportera gráfica en La Unión de Morelos, donde ingresó a los 23 años.
En entrevista relató cómo las circunstancias la pusieron frente a una cámara.
“No tenía ninguna experiencia y aunque fui alumna de casi puro 10, sabía que el ámbito laboral era otra cosa. Me entrevistó Oscar Davis, jefe de redacción, quien de inmediato me preguntó en dónde se acentuaban las palabras sobresdrújulas, titubeé en responder, no porque no supiera, sino porque me sacó de onda esa pregunta para mi entrevista de trabajo, y de inmediato me dijo: ‘No sabes’. Me puse más nerviosa.
Luego me preguntó qué área me gustaría iniciar y le dije que en deportes.
Durante seis meses estuve apoyando a Rolando Becerril (RIP), le ayudaba a bajar cables de Notimex, ver los espacios del periódico para las notas y a cubrir partidos de fútbol y de golf.
No tenía sueldo, estaba a prueba, eso era una práctica común en todos los medios de comunicación.
Varios meses después mis padres me reclamaron que no llevaba dinero ni para mantenerme. La incertidumbre se apoderó de mí y pensé buscar un empleo de lo que fuera, aunque eso implicaba dejar lo que me gustaba y estudié.
A los pocos días Oscar Davis me llamó a su oficina y me dijo que había una vacante de fotógrafa, inmediatamente dije sí y me dio un celular y una cámara fotográfica digital Cannon de color gris, también me presentó a Carlos García, como mi jefe. A partir del lunes siguiente comenzaría trabajar.
Nunca, en mis años de estudiante pensé que sería fotoperiodista, las circunstancias me llevaron por ese camino y me gustó”.
Hacerse en la calle
Silvia relató que un lunes fue su primer día de trabajo y llegó al centro de Cuernavaca. Carlos la presentó con los fotógrafos de la fuente: Froylán Trujillo del Sol de Cuernavaca, Lucio Lara del Diario de Morelos, Jorge García Madrigal de la Jornada Morelos, Jorge Medina de El Universal, a Guadalupe Flores del Uno más Uno, la única reportera gráfica en ese entonces, quien “barrió” a Silvia con la mirada y sin dirigirse a ella preguntó a Carlos:
-¿Quién es ésta?
“Yo estaba insegura. Sólo tuve dos semestres de fotografía con Martín Rivadeneyra y sólo sabía usar las cámaras réflex.
No conocía a ningún funcionario, no sabía nada de política y no tenía agenda. Los reporteros y fotógrafos no compartían nada.
Salía a buscar información a las calles, a la Comuna, un restaurante que estaba en la calle Morrow o la India Bonita, donde casi siempre se armaban las ruedas de prensa, o iba a las afueras del Palacio de Gobierno a esperar manifestaciones”.
A las dos y media de la tarde llegaba a la redacción de La Unión de Morelos, descargaba sus fotos y se iba a casa de sus papás. Al día siguiente veía publicado su trabajo en el periódico impreso.
Cuando comenzó a trabajar no había WhatsApp ni el auge de las redes sociales, ni portales. Todo se hacía mediante llamadas por celular o por correo electrónico.
“Al poco tiempo, Carlos García se fue al periódico y yo me quedé en su lugar. Oscar Davis me pidió le recomendara a un compañero y le di el nombre de una mujer; la contrataron. Yo me puse contenta porque ganábamos terreno entre tantos hombres, seríamos tres fotógrafas: Guadalupe Flores, esta mujer y yo.
Tiempo después mi recomendada me dejó de hablar.
Conforme pasaron los días fui buscando un grupo para integrarme y comencé a reportear con Froylán y con don Lucio. Después opté por trabajar sola”.
Momentos difíciles
Las calles son un riesgo diario, pero hay ocasiones en que el peligro aumenta.
Tenía cinco meses de embarazo cuando cubrió la inauguración del relleno sanitario Loma de Mejía.
“El panista Jesús Giles era edil de Cuernavaca y Joaquín Roque González Cerezo su síndico. El evento era un sábado, pero como el relleno estaba tomado por opositores de Temixco y de Cuernavaca, para llegar nos llevaron, caminando, por el puente del Pollo y nos condujeron por un cerro. Bajamos y subimos, había muchas piedras, el camino sinuoso, yo llevaba huaraches de plataforma con seis centímetros de alto. Varios compañeros se resbalaron y cayeron, yo no. Después de mucho tiempo de caminar, los huaraches se me despedazaron en el camino. Llegué descalza al relleno sanitario, al último, a la parte de los reporteros más gorditos: Miguel García Tapia (RIP) y Jorge Jiménez, que trabajaba en Televisa. Jesús Giles ya estaba ahí, nunca supe cómo llegó. Por suerte liberaron el paso y nos trasladaron en una camioneta de regreso.
Oscar Davis se enteró que llegué descalza y me firmó un vale de 300 pesos: se rió porque nunca había firmado un vale para comprar zapatos.
Se me acabó la incapacidad y regresé a trabajar, sentí bonito, pero a la vez miedo y culpa de dejar a mi bebé. En esa fecha que gobernaba el panista Marco Antonio Adame Castillo se desató el conflicto magisterial por la oposición a la reforma educativa. Los maestros tomaron el zócalo por varios meses y bloqueaban la autopista a cada rato, en la tarde y hasta en la noche. Fue un momento muy tenso tanto en lo político como social.
Una tarde que amamantaba a mi hijo sonó mi teléfono. Oscar Davis me ordenó que fuera a la autopista porque los maestros la habían tomado con dirección hacia Acapulco, interrumpí la lactancia y me fui a las seis de la tarde. Estuve ahí hasta pasadas las ocho de la noche, hasta que la Policía Federal negoció la liberación con los maestros.
A los dos años de eso tuve a mi segundo hijo, Emiliano. Por un momento pensé que no iba a poder trabajar con dos hijos pequeños, reflexioné sobre mi futuro, fue pesado pero no renuncié. Oscar Davis insistía que, además de hacer foto, escribiera notas y reporteara, y me metió la espinita, pero no me animaba, hasta que hubo oportunidad de tomar un taller de redacción”.
El sismo del 19 de septiembre de 2017
El 19 de septiembre de 2017 Silvia estaba redactando sus notas en una oficina como todos los días. Después de que ocurrió el sismo bajó con su cámara y vio que los trabajadores del edificio antiguo del Congreso del Estado estaban afuera, y también había mucha gente. Comenzó a hacer fotos. Luego se trasladó con su compañero de trabajo hacia la Torre Latino, por Aragón y León, porque una persona aviso que ésta se había caído:
“La antena de la radiodifusora venció el techo y cayó sobre una ruta. La gente ayudaba a remover los escombros ante el temor de que hubiera personas atrapadas, quedé en shock al ver esas imágenes, los gritos, la desesperación, con temor a nuevas réplicas y de estar lejos de mis hijos que estaban en mi casa. Aunque mi deseo era huir de ahí y abrazar a mi familia, me quedé a trabajar y capturar ese momento y llegué a casa hasta en la noche”.
Mujer entre hombres
“Ser una mujer fotoperiodista entre hombres es difícil. Los salarios de los hombres son más altos, hay misoginia y como mujer debemos preocuparnos hasta en la forma de vestir para evitar acosos.
En mis primeros años de fotógrafa me gustaba usar blusas escotadas. Un día fui a trabajar con una blusa escotada y un reportero (ya fallecido) tomó una foto de mis senos sin que me diera cuenta y la circuló entre los reporteros. Guadalupe Flores, que en ese entonces no me hablaba, se acercó y me dijo lo ocurrido, desde ese entonces cambié mi vestimenta.
Por otro lado, el trato del personal de seguridad en algunos lugares es distinto para las mujeres que para los hombres. Yo he tenido que entrar a fuerzas para obtener la imagen en ciertos lugares donde se me impide pasar porque soy mujer.
En un principio me dio pena y temor cubrir algunos acontecimientos, pero después ese miedo se convierte en gusto o una especie de locura que atrapa”.
Ser reportera hoy
“En la actualidad el reportero se ha convertido en multimedia y los que sólo hacíamos foto redactamos, trabajamos en radio… los que sólo escribían ahora deben tomar fotografías, videos y enviar inmediatamente. Se trata de vestir lo que se informa en ese momento. Al reportero no le preocupa la luz, la composición, ni una imagen armoniosa, sólo piensa en lo que dijo el funcionario o el entrevistado, pero no se enfoca en los gestos, en la composición para que la nota quede en la fotografía.
Los dueños de los medios de comunicación contratan a reporteros que hacen todo: nota, foto, audio, video y hasta grabación en vivo por un mismo sueldo.
Si los salarios mejoraran, nosotros no tendríamos necesidad de tener tantos empleos y hacer tantas funciones, quizá habría más calidad informativa porque nos concentraríamos en lo que sabemos hacer.
Aunque hay un auge por las redes sociales y el uso del celular, el ojo del fotógrafo es necesario para capturar el presente, que después será historia·.
Todos perdemos
De acuerdo con Tony Rivera, sin el reportero gráfico perderíamos una parte fundamental del periodismo, no sólo del impreso, ahora también de redes sociales, y una forma diferente de informar a la sociedad, una verdad contada con fotografías, una realidad sin ser manipulada, una opción más para los lectores (“Agoniza el fotoperiodismo en Morelos”, Máximo Cerdio; 12 de abril de 2021 La Unión de Morelos).
A su vez, Silvia Lozano dice: si desparecen los fotoperiodistas se van a perder los instantes, la historia de Morelos, capturados en una imagen. No es lo mismo una nota o reportaje sin una imagen que la respalde.