Existe una historia verídica que une dos puntos que han sido de mucho interés para mí en los últimos días; las mujeres inuit y las mujeres exploradoras del Ártico y la Antártida. Esa historia es la de Josephine Peary que, durante una de sus expediciones al Polo Norte, en busca de su marido, el explorador Robert Peary, cayó enferma y fue asistida, a pesar suyo, por la amante inuit de Robert, que en esos mismos momentos esperaba un hijo de él. La mujer se llamaba Allakasingwah conocida como Alaka por los occidentales. Alaka decidió ayudarla porque pensaba que así le hacia un favor a Robert. Incluso hay una película sobre esta situación que se llama Nadie quiere la noche, dirigida por Isabel Coixet estrenada en el 2015. La película muestra como las dos mujeres tienen que convivir por necesidad dejando a un lado la situación sentimental que comparten con un hombre y también es una manera peculiar de exponer el choque cultural que se dio en esa época y en ese lugar. Un dato emocionante es que existen los diarios de Josephine, en donde cuenta todos sus viajes incluida esta anécdota (aun no los leo, pero muero por hacerlo).
Me gusta pensar en la bravura de las mujeres inuit que día a día tienen que enfrentarse a situaciones difíciles, propiciadas por el clima extremo en el que habitan, como una forma de vida inevitable porque así lo dicta su cultura, aunque no por eso son menos asombrosas. Por otro lado, pienso en las mujeres de otros países que van al mismo lugar en busca de experiencias que las pongan a prueba o simplemente para admirar y sentir la magnificencia de los imponentes hielos de esas latitudes. Esta dualidad tiene una característica que coincide en la historia de la mujer sin importar en que coordenadas geográficas se encuentre, y es el ser subestimadas. Me gustan esas historias en donde alguien es menospreciado y después sorprende por sus hallazgos; son geniales, de mis favoritas.
Hay dos libros que estoy leyendo y creo que, si el tema de los polos les asombra tanto como a mí, les van a gustar. El primero es Todos los caminos llevan a los polos de Ana Alemany, publicado por la editorial Ediciones Casiopea. Una recopilación de historias de mujeres que han formado un vínculo profundo con los territorios de la tierra en donde la naturaleza es más despiadada. Contiene información sobre las primeras exploradoras hasta las que en la actualidad viven trabajando, haciendo investigaciones, arte o simplemente radicando en la región, como -por ejemplo- María Campos, capitán del buque Sarmiento Gamboa; Dominick Arduin, exploradora francesa, quien tuvo como objetivo llegar al Ártico esquiando en solitario; Josabel Belliure, bióloga que investiga la ecología evolutiva de los vertebrados terrestres; Barbara Hillary, mujer afroamericana que pisó el Polo Norte con 76 años de edad y que después de jubilarse como enfermera decidió dedicarse a fotografiar osos polares montada en un trineo tirado por perros (qué envidia, yo quiero hacer eso). Estas son algunas de las 18 mujeres apasionadas por los polos que menciona este libro.
El segundo libro es Mitos y leyendas inuit de Knud Rasmussen, publicado por la editorial Siruela. Conocer sobre la vida de los inuit en general ha sido una delicia, pero cuando descubrí como vivían y lo que hacían las mujeres de estos pueblos árticos del norte, a pesar del trato dado por sus hombres, quedé muy intrigada. Este libro deja ver entre líneas el fuerte misticismo y temor en el que están envueltas y, reitero una vez más, que siempre las mujeres terminamos siendo tachadas en todas las culturas de una u otra forma como criaturas malévolas y sobrenaturales cuando en realidad quienes han provocado más daño al mundo son quienes nos acusan.
En fin, en el libro encontraran historias de todo tipo referente a su mitología. Habla de mujeres, hombres, animales, dioses y otros seres. Les mencionaré algunos de los títulos del índice: La mujer que adoptó un oso, La vieja canosa, La mujer que tenía cola de hierro, La niña perdida que se encontró con un zorro con forma humana.
La película y los dos libros han servido como punto de fuga, me han dado la visión concertada de la punta del iceberg. Combinarlos dan una sensación inesperada, confusa y agradable, es habitar dos mundos al mismo tiempo, unidos por la pasión de las mujeres que de manera valiente enfrentan su destino a temperaturas hasta por debajo de los 80°C.
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